Rugidos del corazón: Capítulo 24.

Kenny observaba la escena como si no estuviera ahí. Lo sentía como si estuviera viéndolo desde un televisor. Parecía irreal.

Tenía que ser irreal.

Había pasado… ¿Qué había pasado?

Cody había sacado su pistola, le amenazó y, cuando Kenny se negó a darle la reliquia, disparó.

Y como una película a cámara lenta vio el estallido de la pistola. Escuchó el sonido ensordecedor del disparo. Y esperó al dolor del impacto.

Pero no llegó.

En vez de eso se encontró con la espalda de Max frente a él. Ni siquiera se le ocurrió pensar por qué estaba ahí. Lo único que se le pasó por la cabeza era que a Max se le había soltado el pelo del lazo que llevaba y ahora lo tenía cayendo por toda su espalda, revuelto.

Cuando le vio caer de rodillas y notó la expresión de sorpresa de Cody, fue el momento en que su mente por fin reaccionó.

Una retahíla de «no, no, no, no» se le escapaba conforme se agachaba corriendo a ver como estaba el otro león. Le cogió con cuidado y le dio la vuelta, buscando su rostro.

Max tenía los ojos cerrados y respiraba muy débilmente. Al observarle con más cuidado notó una mancha de sangre a la altura casi del corazón. Kenny sintió vértigo. Abrió la camisa de Max para ver mejor la herida. No pintaba nada bien.

  • ¿Max? ¿Max? – escuchó un par de chasquidos y levantó la vista para encontrarse con Cody intentando dispararle. Al parecer, no tenía balas. Eso estaba bien porque él no las necesitaba para matarlo. – Max, abre los ojos. – pidió acariciándole el rostro.

El otro león abrió los ojos un segundo y le sonrió débilmente. Kenny podía oír su respiración. Le besó la frente y lo dejó tumbado en el suelo. Se levantó despacio y clavó sus ojos azules en Cody, quien seguía intentando dispararle con una pistola sin balas.

Menudo estúpido.

Kenny era de los pocos de su raza que detestaba transformarse. No era porque fuera doloroso, que no. Ni molesto siquiera. Transformase era algo natural, simple, aunque no necesario. No les pasaba como a los lobos, quienes necesitaban transformarse y correr al menos una vez al mes o acababa afectándoles.

Los leones no tenían esa necesidad. Lo hacían por comodidad, en casa. Era como quitarse los zapatos al regresar del trabajo.

A Kenny nunca le gustó demasiado. A él le caían bien los humanos. Le gustaba interactuar con ellos y disfrutaba de su compañía. Transformarse era algo que le alejaba de los humanos. Por eso no le gustaba.

Pero ese día, en ese instante, transformarse fue algo que salió sin pensar. Algo que detestaba de repente ya no era tan malo. Era su naturaleza.

Y su naturaleza pedía la sangre de ese humano por la de su pareja.

Como todos los de su especie, en su forma animal eran más grandes que un león ordinario. Bastante más grande. El color del pelaje y la melena cambiaba según cada uno.

Así que Cody se encontró frente a un león de casi dos metros de alto, de piel dorada y melena rubia con mechones negros y grises. Justo como el cabello de Kenny.

Con los ojos azules de Kenny. Y una expresión de fiereza que jamás vio en Kenny.

El león rugió, tan fuerte que los cristales de alrededor estallaron en pedazos. Para alivio de Cody y fastidio infinito de Kenny, aparecieron varios de los hombres de La Orden, todos ellos armados con rifles de asalto.

Los hombres se quedaron helados durante un eterno minuto, mirando fijamente al enorme animal frente a ellos, sin saber cómo reaccionar.

No todos los días veías un león de dos metros de alto.

  • ¿A que estáis esperando? – gritó Cody, arrebatándole el rifle a uno de los hombres que tenía más cerca. – ¡Disparad!

Eso despertó de su estupefacción al resto que empezó a disparar hacia el enorme león. Otra cosa que pasaba con los leones al transformarse era que se volvían mucho más poderosos y fuertes y su piel no era tan fácil de herir como en su versión humana.

Así que las balas rebotaron contra el pecho del león, quien volvió a rugir de manera estruendosa, haciendo retroceder a los hombres. Varios salieron corriendo asustados cuando Kenny avanzó un par de pasos y lanzó un zarpazo, destrozando a dos hombres con sus garras.

Cody seguía disparando, tan asustado que no acertaba a alejarse cuando le vio ir hacia él. Vació todo el cargador del rifle y seguía siendo incapaz de detener a aquella enorme bestia que se le echaba encima.

Cuando el león ya se había desecho de todos sus hombres, despedazándoles con sus garras y colmillos, se paró frente a él. Su hocico estaba manchado de sangre, que goteaba de sus bigotes formando un tetrico charco junto a sus zarpas.

Con un golpe de una de sus patas, tumbó a Cody en el suelo, sujetándole con las garras apoyadas en su pecho.

  • ¿De qué manera debería matarte? – habló el animal, con una versión más ronca y salvaje de la voz de Kenny. – ¿En cuantos pedazos debería destrozarte para compensar el daño que me has hecho, Cody?

Las garras empezaron a clavarse levemente en la carne y Cody gritó de dolor.

  • ¿Debería ser rápido? ¿O lento? Estoy seguro de que debería matarte lentamente, sacarte el corazón para que lo vieras latir en mis garras antes de morir. Como tú has hecho con el mío. – termino rugiendo.
  • Eso no va a devolvértelo. – Kenny le miró, ladeando la cabeza y sacudiendo una de sus orejas. Casi parecía un perro con esa expresión.
  • No. Pero me hará sentir mejor, aunque solo sea un minuto. – gruñó antes de levantar la zarpa derecha y golpearle el pecho con ella, hundiendo sus garras en la carne.

Cody dio un grito espeluznante. Kenny estaba seguro de que debía haberse escuchado en toda la zona. Pero le daba igual.

Lo único importante era ver su expresión de horror cuando rasgó la carne y se apoderó del corazón del humano. Lo arrancó de cuajo y se quedó mirándolo en su zarpa, aun palpitante y chorreando sangre durante unos segundos.

Lo arrojó lejos, sin ni siquiera mirar donde caía para centrar su atención en el rostro ya sin vida de Cody.

Y, de repente, se sintió enfermo. El olor de la sangre era muy fuerte en aquel pequeño pasillo. La sangre de Cody formaba un charco cada vez más grande en el suelo. Tanto que iba a llegar hasta donde estaba el cuerpo de Max.

¡Max! No podía permitir que su amigo acabara mezclando su sangre con la de semejante despojo.

Aun convertido en león se alejó del cuerpo inerte del humano y se acercó al de Max. Lo miró con pena, empujándolo con el hocico para alejarlo de la mancha de sangre del otro. Luego, dio un largo gemido de dolor y se tumbó a su lado, con la enorme cabeza apoyada en el cuerpo de Max.

Así los encontró Lance, cuando consiguió llegar hasta el lugar. Se había visto obligado a pelear con un gran número de soldados de La Orden, aunque había conseguido librarse de ellos. Hubo un par de bajas entre sus hombres, pero los otros acabaron masacrados.

Fue, entonces, cuando escuchó aquel rugido que hizo temblar hasta las paredes. Temiéndose lo peor, corrió hasta encontrarlos, pero llegó tarde.

El enorme león, que debía ser Kenny, estaba lleno de sangre y rodeado de un montón de cuerpos. Y, lo que era peor, el cuerpo de su amigo estaba también en el suelo, junto a él.

Lance soltó un suspiro, triste, y guardó el arma, acercándose al león. No era muy buena idea, sí, pero iba a ser peor si alguien descubría a un león de semejante tamaño suelto por la biblioteca.

Tratar de explicar y cubrir eso iba a resultar de lo más entretenido, sin duda.

El león abrió un ojo al verlo y empezó a gruñir en advertencia.

No te acerques, decía. No estoy de humor.

Bueno, podía comprenderlo. Pero no tenían tiempo para eso. No era el momento ni el lugar para eso.

  • ¿Kenny? ¿Qué ha ocurrido? – preguntó, sin saber si el otro le respondería o no. Se sorprendió cuando lo hizo.
  • Ha matado a Max.
  • Lo siento. Sé que significaba mucho para ti.
  • Lo era todo. – gimió, volviendo a apoyar la cabeza en el cuerpo inerte de su compañero.
  • Lo sé.
  • Él no. – Lance sintió un pinchazo en el pecho al oírle. Empezaban a oírse voces y sirenas en el exterior.
  • Kenny, debemos irnos. Un grupo va a venir a hacer limpieza para que las autoridades no sepan nada. Pero nadie puede borrar a un león de dos metros. Necesito que vuelvas a tu forma humana para regresar a Kamelot.
  • Max viene conmigo.
  • Kenny… deberías dejar que se ocuparan…
  • ¡No! – rugió, levantándose y mostrando una postura amenazante. – ¡Él viene conmigo!

Lance se mordió el labio. No era lo ideal, pero podía hacerlo. Entendía el dolor del león. Además, el hermano de Max también querría que llevara su cuerpo. Lance preferiría no conducir con un cadáver en el asiento de atrás, pero estaba claro que no iba a conseguir razonar con el chico en ese estado.

  • Está bien. Nos llevaremos a Max. Tienes razón. No debe quedarse aquí tampoco. Ahora, vuelve a ser humano para que podamos salir de aquí. – le pidió.

El león dio un gemido lastimero y se transformó en humano. Esa era la primera vez que Lance veía a un cambia formas transformarse. No sabía que era lo que esperaba, pero no algo tan tranquilo y natural. En un momento había un león de dos metros, en el siguiente un chico con la expresión más triste que podía encontrarse.

Kenny se agachó junto al cuerpo de Max y lo recogió, llevándolo en brazos. Estaba completamente manchado de sangre, tanto su ropa como su rostro, pero no parecía importarle.

Lo único importante lo llevaba en esos momentos en sus brazos. Lance no tenía muchas ganas de llegar y enfrentarse también a la reacción del león más joven cuando descubriera que su hermano mayor había muerto.

Se sintió fatal por ello. Él debía haberlos protegido mejor.

Kenny avanzó, adelantándole y dirigiéndose hacia la salida, donde Gawain les esperaba con la furgoneta. Lance dio órdenes por su comunicador de que los demás se quedaran a recoger, bajo el mando de Gawain, mientras él se encargaba de llevar a la torre a los leones.

Era lo menos que podía hacer.

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Relato: Descubriendo el pasado. Capítulo 6.

Capítulo 6.

descubriendo el pasado

Arthur se despertó al sentir un roce suave en la mejilla. Abrió los ojos y se encontró con la mirada azul de Gawain, que le sonreía divertido.

El chico bufó, haciendo el intento de taparse la cara con las manos pero el otro se lo impidió, sujetándoselas.

– ¿Cómo estás? – Arthur suspiró. Aun se sentía algo triste pero no como la noche anterior.

– Mejor, gracias. No sé qué me pasó. La pesadilla era tan real…

– Debía serlo. ¿Quieres contarme que pasaba? – Arthur negó con la cabeza. No, no deseaba hablar de ello. Nunca. – Vale. No pasa nada. Pero ya sabes que si necesitas hablar, estoy aquí. – eso le hizo sentir un poco mejor. Sonrió a Gawain.

– Lo sé, gracias.

– No las des. Ahora, arriba. Vamos a desayunar y a salir de aquí antes de que sea tarde. Quiero llegar a Filadelfia mañana.

– Estoy deseando llegar a casa. – Gawain arqueó una ceja.

– Yo también.

Arthur hizo el intento de levantarse pero el pelirrojo seguía encima suya, sujetándole de las manos, impidiéndoselo. Le regaló una sonrisa socarrona al ver que no podía moverlo.

– ¿Te importa? – le preguntó el chico. El otro simuló pensárselo.

– No lo sé. Aquí se está cómodo.

– Tú eras el que tenía prisa.

– Ya… pero nos podemos perder unos minutos. – susurró, acercándose a su rostro como si fuera a besarle. Arthur se estremeció y cerró los ojos así que Gawain se desvió y le dio un pequeño beso en la punta de la nariz. Luego se levantó de la cama, riendo. – ¡Vamos, Arthur! ¡Quiero desayunar!

El chico aún se quedó un minuto sentado, respirando agitado antes de poder levantarse y comenzar a vestirse, maldiciendo a su compañero.

Después del desayuno ambos se dirigieron al coche, para salir hacia su siguiente parada. Pero antes de que pudieran llegar, un grupo de hombres armados les asaltaron.

Gawain sacó su pistola y empujó a Arthur hacia el coche, obligándole a subir al asiento trasero.

– ¡Agáchate y no te muevas! – le gritó, arrancando el coche.

Un disparó atravesó el cristal del asiento del copiloto, rompiéndolo en mil pedazos y el coche salió del aparcamiento quemando neumáticos.

Por lo que se sintieron como horas, el coche no dejó de correr, dando tumbos y cogiendo curvas a toda velocidad, haciendo que Arthur acabara alguna que otra vez en el suelo del vehículo, llevándose más de un golpe.

De repente, la velocidad fue disminuyendo hasta detenerse. Arthur alzó la cabeza, viendo que habían parado el coche en el arcén de una carretera de tierra, sin nada de civilización a la vista.

¿Dónde estaban? Empezaba a cansarse de tanto ataque y tanto acabar en ninguna parte.

– ¿Arthur? ¿Estás bien? – el chico se levantó, quedando sentado en el asiento y crujiéndose el cuello.

– Si, sí. ¿Cómo nos han encontrado? – preguntó, extrañado. Creía que no le habían seguido en todo ese tiempo.

– No tengo ni idea. – Gawain soltó un gruñido de dolor. – Voy a necesitar que lleves el coche un rato.

Al chico le saltaron las alarmas al escuchar las palabras y el tono del otro. Algo malo pasaba o no le dejaría conducir. Gawain odiaba como conducía.

Salió del coche, apresuradamente y se acercó a la puerta del piloto.

– ¿Qué pasa? – vio una mancha de sangre en la manga derecha de la camisa del otro y se echó a temblar. Aun tenía muy reciente el sueño. – ¡Estás herido!

– No es nada. Solo un rasguño. Pero duele un poco y me va a molestar para conducir. – Arthur asintió, ayudándole a salir del coche. A él la herida no le parecía un rasguño. Sangraba bastante. – Intentaré curármela por el camino.

Arthur llevó el coche, siguiendo las indicaciones del otro hombre, hasta la siguiente ciudad, en la que habían pensado quedarse. Gawain ya no se fiaba de quedarse en el motel que tenían reservado, así que le obligó a conducir un rato más, buscando un nuevo motel en el que hospedarse.

El chico consiguió una habitación en un motel por horas y sentó a Gawain en la única cama para mirarle la herida del brazo.

El otro había improvisado un vendaje con un trozo de camiseta pero ya estaba empapada en sangre. Por suerte, parecía que el sangrado se había detenido ahí. Arthur asaltó el botiquín del baño y vino cargado con gasas y desinfectante. Con cuidado quitó la tela de la herida y siseó al verla.

No, no era ningún rasguño.

– Me has mentido. – le regañó, dándole un golpe en el brazo bueno. – Esto de rasguño no tiene nada. Es un agujero en toda regla. – Gawain soltó una risita.

– Bueno, no es para tanto. Al menos la bala ha salido, es una herida limpia. Vamos a vendarla y mañana, cuando lleguemos a Filadelfia y a la central, me curaran como debe ser. ¿Podrás hacerlo? – preguntó, al ver como el chico se ponía un poco blanco. Arthur asintió.

– Si, sí. Espero que no te duela demasiado.

– Sobreviviré. Tú cúrame.

Con excesivo cuidado y más miedo que otra cosa, Arthur limpió la herida y luego la vendó como le iba indicando Gawain, que hacía gestos de dolor a cada movimiento. Cuando acabó, ambos estaban agotados y temblorosos por razones distintas.

– Sería mejor que te echaras un rato. Puedo ir a por la comida. – sugirió Arthur, pero Gawain se incorporó, negando rotundamente con la cabeza.

– ¡No! Nada de salir solo de aquí. Pide para que la traigan. No puedo permitirte salir de aquí sin vigilancia.

– No creo que nos hayan seguido.

– ¡Da igual! No me fio. – gruñó. – Es más, no me fio de quitarte el ojo de encima. Ven aquí. – le llamó, palmeando el lado izquierdo de la cama.

– ¿Qué?

– ¡Que vengas! Vas a echarte aquí conmigo y me vas a cuidar un rato y luego pediremos pizza o algo. – Arthur se tumbó a su lado, rodando los ojos ante la actitud autoritaria del otro.

Gawain no tardó en rodearle la cintura con el brazo bueno y atraerle hasta su cuerpo, pegándole a él. Arthur suspiró, relajándose por primera vez en todo el día. No había notado lo tenso que estaba hasta ese segundo.

– Cuando te vi sangrando me asusté muchísimo. – confesó con un hilo de voz. Gawain apretó su agarre de la cintura y le dio un beso en el pelo.

– Yo también. Me asusté cuando nos atacaron, cuando casi te dan, cuando me hirieron porque pensaba que no podría llevarte a salvo a casa. Me asusté mucho.

Arthur alzó el rostro para mirarle y Gawain aprovechó para robarle un corto beso. El pelirrojo le acarició el pelo, antes de volver a tumbarse en la cama.

– Vamos a descansar un poco. Luego comemos tranquilos.

Arthur se despertó un buen rato después, por el sonido del móvil de Gawain. El otro estaba completamente dormido y Arthur no tuvo corazón de despertarlo. Parecía agotado.

Con cuidado se desenredo de sus brazos y cogió el teléfono, contestando en un susurro.

– ¿Sí?

– ¿Arthur? – era Lance y sonaba sorprendido y preocupado. – ¿Dónde está Gawain?

– Gawain está dormido. Nos atacaron al salir de la otra ciudad y le han herido. – le informó. Lance hizo un sonido de sorpresa.

– ¿Está bien?

– Si, tiene un disparo en el brazo pero parece estar bien. O eso dice él.

– ¿Y tú? ¿Estás bien?

– Cagado de miedo, pero sí. – con Lance no merecía la pena fingir que no estaba asustado. El otro hizo un ruidito.

– Bien, eso es bueno. El miedo es bueno para estar alerta. – le dijo, con tono tranquilo. – ¿Cuándo salís para Filadelfia?

– Mañana por la mañana.

– Allí cuidaran bien de Gawain. Saldré para allá en un rato para recogeros en la central. Mientras, tendrás que vigilar que Gawain esté bien. – le ordenó. Sabía que si le daba algo que hacer al chico, este se asustaría menos. – Vigila que no esté somnoliento o mareado. La pérdida de sangre puede provocar eso. Si ves que se comporta raro, le pides que pare y conduces tú.

– Puedo conducir yo desde el principio. – se ofreció. Lance sonrió.

– Mucho mejor. Os dejo descansar entonces, nos vemos mañana, ¿de acuerdo?

– No te preocupes. – Lance soltó una risita.

– ¡Claro que me preocupo! ¡Es mi trabajo!

Arthur cerró el teléfono y cogió el suyo para buscar algún sitio que sirviera a domicilio al que poder pedir. Encontró una pizzería y encargó un par para los dos.

Mientras esperaba a que llegara el repartidor, se volvió a tumbar junto a Gawain, apoyando su cabeza en el hombro del pelirrojo, acurrucándose a su lado.

No iba a permitir que esa pesadilla se volviera a hacer realidad. Iba a cuidar a Gawain.

Relato: Descubriendo el pasado. Capítulo 5.

Capítulo 5.

descubriendo el pasado

La mañana siguiente no fue tan incomoda como podía pensarse que debía ser.

Gawain hizo como que no había pasado absolutamente nada, Arthur también y ahí se acabó el problema.

Amanecieron hechos un lio en la cama, enredados el uno en el otro, con Arthur dormido con la cabeza apoyada en el pecho del otro y todavía desnudo porque no se puso ninguna ropa limpia después de lo ocurrido.

El chico salió corriendo al baño a vestirse, avergonzado pero tras el desayuno todo volvió más o menos a la normalidad.

Más o menos, claro. Tampoco se podía pedir peras a un olmo.

Arthur estaba un poco demasiado en su mundo, distraído y metido en sus pensamientos. Algo lógico, vista la situación. Gawain se sintió un poco culpable, al ser el causante de todo eso.

No se arrepentía para nada, pero sabía que debió haber esperado a estar en casa o, al menos, a haber hablado algo con el chico. Le estaba confundiendo y lo sabía.

Cuando vio que a Arthur se le caía por cuarta vez la cuchara al suelo de lo despistado que andaba, decidió tomar cartas en el asunto.

– ¿Arthur? – el chico parpadeó, como si acabara de despertar. Al ver que era Gawain quien le llamaba la atención, se sonrojó.

– ¿Sí?

– Quería disculparme por lo de anoche. – Arthur se atragantó con el café que estaba bebiendo.

– No hace falta…

– No, debo disculparme. – insistió. – No fue profesional por mi parte dejarme llevar de esa manera. Estoy aquí para protegerte y estamos bajo ataque. No debo olvidar mi sitio.

– ¿Tu sitio? – repitió el chico, con voz extraña. Parecía sorprendido por sus palabras. Gawain no entendió el porqué.

– Soy tu guardaespaldas y tu empleado.

– ¿Solo eso? – el pelirrojo ablandó la expresión, sonriéndole.

– No. Pero es lo que debo ser ahora mismo si quiero llevarte a casa sano y salvo.

Arthur frunció el ceño pero asintió. Tal vez pudiera encontrar el valor para hablar del asunto cuando llegaran a casa. O, al menos, pensó, intentarlo. Primero debía decidir que sentía porque no estaba seguro de ello.

La noche anterior todo lo ocurrido se sintió correcto, bien, perfecto de hecho. Casi como en sus sueños. Pero esa mañana no estaba tan seguro. Se había sentido tan avergonzado que no sabía si aquello fue buena idea o no. Ni si lo repetiría.

Pero cuando Gawain insinuó que solo era su empleado le había dolido. Mucho. Siempre le había considerado un amigo, después de todo el tiempo que llevaban juntos. Al menos le confirmó que no solo era un empleado. Pero entendía perfectamente que quisiera comportarse más profesional en esos momentos.

Gawain puso la mano sobre la de Arthur, llamándole la atención.

– Cuando lleguemos a casa, hablaremos. Ahora, vamos a intentar llegar, que es lo importante.

– De acuerdo.

Terminaron el desayuno y se dirigieron con el coche hasta la siguiente ciudad en la que Lance les había reservado otra habitación para que pudieran descansar y esconderse.

Durante el camino, Arthur siguió pensando en que debía hacer sobre Gawain y su relación. No podía negar que se sentía atraído por él y que le encontraba atractivo. Pero su duda era si todo eso había empezado al mismo momento que los sueños o si ya se sentía así antes y no se había dado cuenta.

Recordaba el primer día que Gawain apareció en su vida, irritantemente alegre y molesto. Recordaba la primera vez que le acompañó a un evento social y lo que se burló de él por el traje de pingüino que tuvo que ponerse. También recordaba la primera vez que lo llevó a tomar algo después de una de esas fiestas de accionistas y como eso se convirtió en una tradición entre ellos.

Durante todo eso se habían convertido en amigos. Pero nada más. Ni Gawain había mostrado ningún interés en él de ese estilo ni Arthur tampoco.

No, hasta el sueño.

Entonces, ¿había sido por los sueños por lo que se sentía así? ¿Era influencia de lo ocurrido en su pasado?

Era todo muy confuso, pensó frunciendo el ceño.

Pero debía reconocer que la noche anterior se había sentido muy bien. Demasiado bien. Cuando Gawain empezó a besarle en el cuello y a susurrarle con voz ronca lo que quería hacerle…

Casi combustionó ahí.

Si no llega a tocarle, lo hubiera tenido que hacer él mismo.

No se sintió nada avergonzado de cogerle la mano y guiársela hasta donde la quería y necesitaba.

Pero amanecer abrazado al otro ya era mucho más íntimo y se asustó. No sabía cómo tratarlo después de eso.

¿Eran algo ahora? ¿O solo había sido una cosa de un rato y ya?

Por lo que había dicho Gawain en el desayuno, iba a tener que esperar a llegar a casa para averiguarlo y no estaba seguro de si sería capaz de esperar tanto.

Llegaron por fin al motel que Lance les tenía reservado y, en esa ocasión, no hubo problemas para conseguir dos camas, así que Arthur respiró aliviado.

El día pasó sin pena ni gloria. Compraron comida para llevar y comer en su habitación. Pasaron el resto del día viendo la televisión y luego salieron a cenar tranquilos en una pizzería cercana.

Nada anormal.

El problema empezó al irse a dormir. Otra vez.

Arthur se vio de nuevo en un lugar desconocido. Un bosque. Parecía distinto al del otro sueño.

Hacia frio, llovía y el suelo estaba embarrado. Tanto que sus botas se resbalaban al andar por el terreno. Arthur notó algo raro. Le costaba respirar y se sentía débil.

El aire olía a sangre. Mucha sangre.

Al mirar a su alrededor notó que el bosque era un campo de batalla. Había unos pocos soldados luchando. Unos con su emblema, un león dorado. Otros, con un águila blanca en sus capas o armaduras.

No estaba seguro de que estuviera ganando. Solo de que, por alguna razón, ya no le importaba.

Se sentía terriblemente triste y no estaba seguro del por qué.

Siguió caminando, trabajosamente hasta llegar a un claro. Allí vio un cuerpo en el suelo y el alma se le cayó a los pies.

Pelo rojo manchado de barro y sangre.

– ¡Gawain! – se oyó gritar, arrodillándose ante el cuerpo.

Lo giró y comprobó que, efectivamente, era su amigo. Tenía una herida de espada que le había atravesado el pecho.

Le cerró los ojos y murmuró una plegaria.

Al menos esperaba que no hubiera sufrido demasiado, pensó mientras las lágrimas caían por su rostro.

Sintió su corazón hacerse pedazos y abrazó fuerte a su amante.

Cuando le dejó por fin en el suelo, se levantó con las pocas fuerzas que le quedaban. Unos metros más allá, estaba su asesino.

Mordred.

Y él iba a encargarse de vengar a su Gawain.

– ¿Arthur? ¡Arthur, despierta!

La voz de Gawain y el roce de su mano en su mejilla consiguieron sacarlo de su pesadilla. Abrió los ojos y se encontró con la imagen borrosa del pelirrojo, vivo y luciendo muy preocupado.

Fue entonces cuando se dio cuenta de que estaba llorando.

Gawain estaba sentado en el borde de su cama, mirándole sin entender que pasaba, con una mano en el rostro de Arthur.

El chico se lanzó a sus brazos y escondió el rostro en su cuello, mientras el pelirrojo le abrazaba extrañado y desconcertado.

Pero aunque le preguntó varias veces, no consiguió voz para explicarle porque estaba llorando. El sueño le había dejado con una tristeza tal que no podía dejar de sentirla a pesar de estar viendo a Gawain vivo y sano frente a él.

Seguía notando esa pena que debió sentir en el pasado.

Gawain le abrazó estrechamente y esperó a que se calmara para alzarle el rostro y, tras limpiarle las lágrimas que aun caían, mirarle preocupado.

– ¿Qué ha pasado? – le preguntó. Al chico le salió la voz ronca al contestar.

– Nada.

– Eso no ha parecido nada. ¿Ha sido una pesadilla?

– Una horrible.

– ¿Quieres hablar de ello? – Arthur negó con vehemencia con la cabeza.

– No.

– Está bien. – Gawain volvió a acariciarle las mejillas. – ¿Vas a estar bien?

– No lo sé. – admitió con un hilo de voz.

Con un suspiro, Gawain le empujó para que le hiciera sitio en la cama.

– Bien, entonces dormiré contigo. ¿Te parece bien? – Arthur asintió y Gawain volvió a abrazarle al estar tumbados juntos en la cama.

Así, abrazados y con el pelirrojo acariciándole el cabello, el chico se fue quedando dormido poco a poco, olvidada ya la pesadilla.

Pero mientras aún estaba despierto, se encontró pensando en que haría si a Gawain le pasaba algo. Había sentido tal dolor que no estaba seguro de si lo sobreviviría.

¿Eso significaba que si sentía algo por el otro hombre?


Si, lo sé. Voy un día tarde. Pero ayer fue fiesta en Málaga y se me fue el santo al cielo. El próximo si será en miércoles.

Series que inspiran: Scorpion

Series que inspiran: Scorpion.

scorpion

O, en este caso, serie de la que aprender qué no hacer al crear una trama.

Escorpio es un grupo de genios que trabajan para el Gobierno de Estados Unidos para resolver crímenes especiales.

El equipo lo forman Toby Curtis, licenciado en medicina y psiquiatría y especialista en comportamiento además de adicto al juego, Happy Quinn, ingeniera multiusos y asocial que prefiere relacionarse con máquinas que con personas, Silvester Dood, estadista y matemático con fobia a todo y su jefe, Walter O’Brian, poseedor del cuarto IQ más alto conocido y absolutamente un cero en tratar con seres humanos.

Para ayudarles a lidiar con los humanos normales está Paige Dineen, una camarera que se cruzó con Walter por casualidad y que es madre soltera de otro niño superdotado con el que tenía problemas hasta que conoció al grupo. Ellos le ayudan a comprender a su hijo y ella a comprender el mundo.

Y terminando el equipo el agente de Seguridad Nacional, Cabe Gallo el cual conoce a Walter desde pequeño ya que le detuvo por hackear a la Nasa cuando era un crio.

La serie está basada en la vida de Walter O’Brian y, tal vez, un poco bastante adornada.

No dudo de que la vida de este hombre debía ser fascinante pero la serie peca de tramas repetitivas hasta el aburrimiento, personajes que cambian de personalidad como de camisa y un exceso de protagonismo.

Además, y esta es mi parte favorita, siempre hay una «aún se puede joder más» situación.

¿No me crees?

Te pongo un ejemplo, de cualquier episodio. El equipo o parte de él está atrapado. Cuando aún están tratando de encontrar una manera de rescatarlos, se rompe una tubería de gas, reduciendo el tiempo para salvarlos en un tercio. Pero cuando ya están casi a punto… uno de los atrapados se golpea o se corta una arteria o recibe un disparo… y el tiempo vuelve a reducirse. Y ahí no acaba, no.

Volverá a suceder algo más que complique tanto la trama del capitulo que es un milagro que sigan vivos y enteros todos durante cuatro temporadas.

Aun me pregunto cómo duró cuatro temporadas con esta estructura de capítulos. Porque son todos así. Todos.

También está el hecho del hiperprotagonismo de ciertos personajes. Entiendo que el protagonista, Walter, sea el centro de la mayoría de ellos. Es hasta lógico.

No me resulta tan normal que el niño, con seis años que tiene, sea tan clave para resolver cosas. Es más, al niño le hacen más caso y se le toma más en serio que a muchos de los otros protagonistas hasta un punto ridículo. Puede ser un genio pero sigue teniendo seis años. ¿Qué carajo hace ahí, hablando con un soldado sitiado que está a tiro limpio contra el enemigo, matando gente, mientras mantienen una video conferencia y el tio, un marine que peina canas, le hace caso hasta en la cosa más absurda.

El niño es un personaje nada realista. Es el prototipo de Mary Sue, lo cual es sorprendente ya que el tío en el que está basada esta historia tiene su propio personaje.

Resumiendo. Scorpion es muy entretenida pero no te veas demasiados capítulos seguidos o notaras esa repetición en trama de la que te hablo que agota y aburre a la segunda temporada. Y ese rizar el rizo hasta el infinito que hace que alces las manos al cielo y chilles «¡Anda ya!»

Sin eso, es divertida y te enseña que no hacer a la hora de crear tramas y personajes.

Mi aventura de escribir. Podcast: El Fanfic

Mi aventura de escribir. Podcast. El fanfic.

podcast

¡Hola! ¿Qué tal, queridos aventureros? Bienvenidos una vez más al podcast de Mi aventura de escribir, el podcast que cuenta las mil y una tonterías de esta escritora.

Y esta semana te voy a hablar de una de mis chorradas favoritas y de las que he hablado y hablaré siempre. El fanfic.

El fanfic o fanfiction es la creación de los fans sobre algo que les gusta, como libros, series, video juegos, etc.

Mucha gente, gente muy creativa no está conforme con los finales de libros o películas o quiere que parejas que no son oficiales en series  se vuelvan una realidad.

¿Quién no quería que Mulder y Scully se liaran? En la serie no hubiera funcionado (o si, que creo que al final si pasó algo). Los fans de muchas series saben lo bien que funciona la tensión sexual no resuelta entre personajes en una serie. Hay que mantenerla durante siglos.

Fans que detestaron los finales de muchas películas decidieron  que ya era suficiente. Ellos querían su final.

Y punto.

Ya sabéis como somos los fans con según que cosas.

Y esa es la idea del fanfic. Escribir ese final que no te dieron, esa pareja que no llegó a realizarse, esa historia que nunca llegaba… esa es la idea del fanfic.

Y crear esos crossover que nunca se hacían, ya fuera por problemas de marca o lo que fuera.

Los fanfics son un modo de expresar el amor por ese trabajo original, por parte de los fans. Aunque algunos autores crean lo contrario.

Hay gente que piensa que solo es una manera de destrozar ese trabajo original, un insulto. No lo es. Siempre va a haber gente que le guste lo que haces pero que haya cosas que no les termine de convencer.

Recuerda a Misery.

Pero, para la mayoría infinita de fans, un fanfic es un homenaje. Me gusta lo que haces y quiero demostrar mi amor por ello ampliando tu mundo con una parte mía.

Son, además, una forma estupenda para que muchos escritores practiquen y mejoren sus historias. A veces tenemos una buena trama pero no personajes. Coger unos prestados ayuda a eso y también a aprender a crearlos y ver cómo mejorarlos.

Es una buena manera de practicar y aprender de gente con más experiencia. Además, al publicarlos, recibes sugerencias y opiniones y quejas que siempre te vendrán bien para mejorar.

He escrito fanfics durante mucho tiempo. Años. No me atrevía a escribir algo original y me dediqué a los fanfics, primero de Saint Seiya y luego de Supernatural.

Hasta que creí estar preparada para dar el salto. Necesitaba darlo.

Y usé muchas de esas ideas que tenía ya hechas en fanfics para meterlas en mis novelas. No tienes idea de lo mucho que me hacia feliz eso. Aunque aun tengo una espinita con la última saga de fics que hice y que me gustaría convertir en historia. Pero necesita darle un buen enfoque primero.

Ya trabajaré en ello cuando acabe con mi saga.

Pero a lo que iba. Los fanfics son una bonita expresión de cariño al producto original. Nunca te molestes por ver alguno de algo que has creado, no te enfades al ver alguno de algo que te gusta.

Es la manera de ese fan de demostrar su amor por lo que sea que le guste. Ni más ni menos.

Y si te atascas escribiendo lo que sea, intenta hacer un fanfic. De algo que te guste o de tu propio producto.

¿Por qué no?

Un fanfic con tus propios personajes. Eso puede ayudarte a darte una nueva visión de tu creación y desatascarte.

O lee, que hay miles de millones en todo el mundo y no exagero. De todas las clases de géneros y en cientos de idiomas.

Hay un fanfic para cada uno por ahí perdido.

Y hasta aquí voy a llegar esta vez. Recuerda que puedes leer mis novelas en Amazon, buscando por mi nombre, Eva Tejedor y que puedes echar un ojo a mi blog, miaventuradeescribir.com para encontrar relatos y contenido interesante para leer.

¡Hasta la siguiente, aventureros!

 

Relato: Descubriendo el pasado. Capítulo 3.

Capítulo 3.

descubriendo el pasado

– ¿Tengo algo en la cara?

Arthur maldijo internamente. Ya era la tercera vez que Gawain le pillaba mirándole descaradamente, pero no podía evitarlo.

Después de dos noches seguidas de sueños con el pelirrojo le era imposible no mirarle. Estaba peligrosamente cerca de obsesionarse con el asunto y lo sabía, pero… ¿Cómo no iba a hacerlo con esos sueños?

Ya estaba seguro de que eran recuerdos, no simples juegos de su mente. Pero eso no hacía más que empeorarlo todo. Ahora quería saber cómo habían llegado a tener esa relación en el pasado. ¿Por qué? ¿Cuándo?

Nunca antes había oído hablar de que el rey Arturo tuviera ningún amante. No era raro, la verdad y tampoco resultaba extraño que tuviera uno de su mismo sexo. Esos viajes largos a solas con su ejército debían dejar a más de uno con ganas de dormir en una cama caliente y acompañado.

Pero del rey Arturo solo había escuchado la historia de Ginebra y se acabó. Y, por lo que había podido comprobar, esa no fue cierta del todo, ya que sabía por Joss que él y Lance habían estado juntos también en el pasado y que Lance nunca estuvo involucrado con ella.

Gawain le seguía mirando interrogante mientras comía su hamburguesa y Arthur suspiró, pensando una excusa.

– No, perdona. Estaba pensando. – el otro arqueó una ceja pero no le replicó.

Estaban a las afueras de Billings, haciendo una parada para comer antes de dirigirse hacia la ciudad a buscar un motel donde dormir y descansar. Había sido un día muy largo de conducir y conducir para evitar que les pudieran localizar. Arthur no creía que les estuvieran siguiendo todavía, pero no podían fiarse.

Así que decidió hacer caso a Gawain, que era lo más inteligente en ese momento.

– ¿Has vuelto a hablar con Lance? – Gawain asintió.

– Si, esta mañana temprano. Ha enviado coordenadas para un motel donde podemos quedarnos sin correr peligro. Pasaremos la noche allí y seguiremos hasta la siguiente ciudad. En esa nos quedaremos algo más. – Arthur parpadeó, sorprendido. Pensaba que tenían prisa por llegar a Filadelfia.

– ¿Por qué?

– Necesito cambiar el coche para estar seguros. Y nos vendrá bien descansar un poco de carretera. Dos días, tres máximo.

La idea de no tener que pasar un par de días en el coche le parecía genial. Empezaba a sentirse enfermo de tanta carretera. El estrés de la fuga y tantas horas en el coche estaban pasándole factura. Necesitaban descansar apropiadamente.

Pero, luego, había un problema con esos planes.

¿Iba a ser capaz de pasar esos dos días en el motel con Gawain sin que el asunto de los sueños le diera problemas?

Esa mañana ya había sido muy vergonzoso. Gawain estuvo burlándose de él durante horas, porque, al parecer, había sido muy vocal durante el sueño. Incluso llegó a despertar al pelirrojo. Arthur deseó desaparecer en ese momento.

¿Y si esa noche volvía a repetirse?

Suspiró y rezó para que esa noche no hubiera sueños.

Una hora después, ambos estaban acomodándose en la habitación de motel. Muy parecida a la del día anterior, con dos camas y un baño. Chiquitita y deprimente. Arthur se tomó el primer turno en la ducha y luego se sentó en su cama para ver la televisión, en un vano intento de distraerse de su problema.

Como la noche anterior, Gawain salió del baño sin camiseta, aunque esa vez llevaba unos pantalones de pijama que le quedaban por la cadera. Arthur no pudo evitar fijar sus ojos en los huesos de la cadera de Gawain, en la fina línea de vello dorado bajando desde su ombligo hasta desaparecer bajo la cintura de dichos pantalones, en el bulto que escondía bajo la tela.

Un carraspeo le hizo desviar la mirada a la cara de Gawain, quien estaba intentando por todos los medios no reírse y Arthur notó como le ardían las mejillas. Le había pillado comiéndoselo con los ojos.

– ¿Ves algo que te guste? – le preguntó el pelirrojo con la voz impregnada de risa.

– ¡No! – se apresuró Arthur en contestar. Gawain le arqueó una ceja. – Pensaba que esos pantalones eran míos. – mintió. El otro se mordió el labio, intentando no reírse.

– ¿Estos? – preguntó, tirando de la cintura. – Si son tuyos, puedo quitármelos. – e hizo el amago de bajárselos. Arthur se apresuró en detenerle, agarrándole de la muñeca.

– ¡No, no! – los dos estaban de pie, cara a cara y con Arthur sujetándole del brazo. La mirada de Gawain pasó de divertida a algo más oscuro y el chico sintió que se le doblaban las rodillas por el calor de esa mirada.

Gawain cogió su mano, liberando su muñeca y atrajo a Arthur hasta hacerle chocar con su pecho. El mas joven cerró los ojos al sentir el aliento del otro prácticamente en su cara. Gawain le rozó la mejilla con las yemas de los dedos, sintiéndose muy tentado de romper su propia regla por esa noche.

Sin embargo, no lo hizo. Tenía un trabajo que hacer y debía proteger al chico, antes que nada.

– Es hora de dormir, Arthur. – le susurró a escasos centímetros de su boca, deseando probarla y negándose ese deseo.

Se separó, finalmente y Arthur se dejó caer sentado en su cama, casi temblando mientras el otro se metía en la suya, dispuesto a dormir. Unos minutos después, Arthur le imitaba, cuando por fin consiguió recuperar el control de su cuerpo.

Cuando volvió a ser consciente de algo, estaba de nuevo en el castillo. Y de nuevo en su habitación, por lo que podía ver. Era el mismo escenario del primer sueño y Arthur temía que fuera una repetición.

Sin embargo, había algo diferente. En esa ocasión había una mesa grande, llena de comida con un par de velas en el centro y dos asientos. Una jarra con vino y dos copas junto a la mesa. La chimenea estaba encendida y daba una luz acogedora a la habitación, con una piel de oso enorme en el suelo junto a ella.

Arthur parpadeó. ¿Eran imaginaciones suyas o parecía estar todo preparado para una cena romántica?

Alguien llamó a la puerta antes de entrar y Arthur vio a Gawain sonreírle, sus ojos iluminándose al ver todas las cosas que había preparadas.

– ¿Majestad?

– Feliz cumpleaños, Alex. – se escuchó decir y la sonrisa que le dedicó el otro era lo más bonito que había visto en mucho tiempo.

Arthur notó que era así como se sentía el viejo Arturo. Pero que él mismo pensaba igual. Comprendía que hubiera montado todo eso solo por ver esa sonrisa.

Gawain se acercó a paso ligero y le cogió del rostro para darle un largo y apasionado beso, sin dejar de sonreír.

Cenaron y charlaron durante horas, hasta que la luna estuvo alta y el fuego de la chimenea amenazaba con apagarse.

Arthur le llevó hasta su cama, cubierta con pieles de varios animales que prefería no ver en ese momento, y se tumbaron juntos, solo besándose.

Cuando Gawain quiso mover las cosas algo más allá, Arthur le detuvo, ganándose una mirada extrañada del otro.

– Esta noche no. – le dijo. – Esta noche solo quiero disfrutar de tu compañía.

– Pensaba que disfrutaba también de lo demás. – Arthur rio.

– Por supuesto. Pero hoy quiero solo estar contigo. Quiero besarte hasta que nos gane el sueño. Mirarte hasta memorizar todo de ti. Acariciarte hasta que mis dedos sepan tu forma de memoria. Hoy no necesito sexo. Solo te necesito a ti.

Los ojos de Gawain se llenaron de lágrimas y le volvió a besar, largo y profundo, casi dejándole sin aliento. Arthur podía notar como su excitación iba creciendo pero la ignoró por completo. No le importaba, ya estaba saciado con sentir al otro a su lado.

Aun así, no pudo evitar que se le escapara algún que otro gemido al notar el muslo de Gawain rozándole la entrepierna.

Despertó, abriendo los ojos y encontrándose de nuevo con la mirada divertida de Gawain, el Gawain del presente. Arthur maldijo por lo bajo, empezando a cansarse de semejante situación. Ya estaba harto de pasar tanta vergüenza gratuita, la verdad.

– ¿Qué se supone que no debía hacer? – le preguntó Gawain, pillándole por sorpresa.

– ¿Qué?

– Has dicho mientras soñabas «¡No, Gawain!». Así que me preguntaba qué era lo que no debía hacer. – Arthur se sonrojó. ¿Había hablado en sueños? ¿Podía la situación volverse todavía más vergonzosa? Al parecer, sí.

– Oh… tú… tú estabas… estabas rompiendo una camiseta mía. – mintió. Gawain soltó una carcajada. Estaba claro que no le había creído ni media palabra.

– ¿Ah, sí? ¿Y siempre que tratas de que no te rompan una camiseta lo pides gimiendo?

¡Oh, dios! Pensó Arthur, tapándose la cara con las manos. ¿Cómo iba a arreglar eso? No tuvo que hacerlo, ya que al parecer Gawain tuvo piedad de él y cambió de tema.

– De todas maneras, ha venido bien que te hayas despertado. Tenemos que irnos ya. Si salimos ahora, llegaremos a la siguiente ciudad al medio día. Aprovecharemos para comer bien, buscar un buen sitio donde descansar y hacer la colada, que la ropa limpia empieza a escasear.

– Está bien. Voy a ducharme. – Gawain volvió a sonreír, pícaro.

– Puede que quieras ocuparte de ese problemita, ya que estas en la ducha. – rio. Arthur gruñó algo y salió corriendo al baño. – O, si quieres, puedo echarte una mano.

El portazo que dio el chico al encerrarse en el baño fue toda la respuesta que recibió y el pelirrojo soltó una carcajada, realmente divertido con la situación.

Al principio le había parecido raro e incómodo, pero ahora le hacía mucha gracia las reacciones de Arthur a su obvia atracción hacia él. Cuando llegaran a casa, iba a hacer un movimiento hacia el chico. Le gustaba bastante y, estaba claro, que Arthur sentía algo por él.

Pero eso sería en la seguridad y tranquilidad de su casa. Ahí, aun siendo perseguidos y con la vida del chico dependiendo de sus habilidades para protegerlo, no iba a hacer nada.

Tenía otras cosas más importantes en las que centrarse. Como llevarlos sanos y salvos a casa.

Llamó a Lance, para dar su informe y así mantenerlo informado de todo lo que hacían, como le habían pedido.

– ¿Cómo lo lleva Arthur? – le preguntó Lance, en un momento de la conversación. Gawain consideró no contar lo que estaba pasando pero sabía que Lance se enteraría más tarde o temprano. Siempre lo hacía.

– Bien, bien. Está haciéndome caso, lo cual es estupendo. Y no ha protestado mucho, pero…

– ¿Pero?

– Está actuando un poco raro.

– ¿Raro como qué? – preguntó Lance, carraspeando.

– Está teniendo sueños… sueños eróticos.

– Oh. – casi podía escuchar la sonrisa en la voz del otro y Gawain sonrió a su vez, divertido.

– Ya, dímelo a mí. Tengo que escucharlo. – Lance soltó una risita.

– ¿Y cómo lo llevas tú?

– Regular. – bufó. – Esta mañana ha gemido mi nombre.

– Vaya, eso sí es una novedad.

– Sinceramente, nunca pensé… ni se me pasó por la cabeza, la verdad. – Lance soltó un sonido despectivo.

– Bueno, tendría que estar ciego para no interesarse. – eso hizo reír al pelirrojo.

– Gracias. No se lo diré a Joss.

– Mejor. Igualmente, ándate con pies de plomo. – le advirtió. – Es el jefe, es mucho más joven que tú y no estáis en la mejor situación para tonterías.

– Lo sé, lo sé. No pienso hacer nada. – aseguró y Lance murmuró su acuerdo. – Solo me ha resultado curioso. Ni siquiera sabía que le gustaban los chicos. – el otro soltó una carcajada.

– ¿En qué mundo vives? ¡Te ha mirado el culo más veces de las que puedo contar! Y por lo que Joss dice, siempre le ha ido las dos bandas.

– Bueno es saberlo. – rio Gawain. – Nos vemos en unos días.

– Procura que no sean más de los necesarios.

Gawain cortó la llamada y se quedó mirando hacia la puerta del baño, en donde seguía Arthur duchándose.

– Y ahora… ¿Qué hago yo con esta información?


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Entrevista a… Alec Patterson de Dagas de venganza

Entrevista a Alec Patterson:

entrevista a

Di tu nombre completo:

Alexander Paul Patterson

¿Edad?

Veintiséis años.

¿A qué te dedicas?

Soy… era agente de policía en Nueva Orleans. Ahora ando un poco en el limbo laboral.

¿Y qué es lo que realmente te gustaría hacer?

Siempre he querido ser policía. Quería ayudar a la gente. Ahora estoy ayudando gente, pero de otra manera. No es mi ideal lo de estar fuera de la ley, pero sigue siendo lo que quería hacer.

Cuéntame… ¿Qué hobbies tienes?

Soy muy fan de los documentales sobre asesinos. Si, es raro, pero siempre me han parecido fascinantes. Mejor que las chorradas de pelis que ve Astrid.

¿Tienes a alguien especial en tu vida ahora mismo? ¿Familia?

No. Mi padre murió trabajando. Mi madre cayó enferma y murió no mucho después. Soy hijo único y mis abuelos también están muertos. Ahora solo tengo a Astrid y su extraña gente. Y estoy bien con eso.

¿Qué es lo que pasa en tu vida en este momento?

Demasiado, si te soy sincero. Todo esto es demasiado para procesar y aun ando llevándome sorpresa tras sorpresa… desearía un descanso de tanta rareza.

Y para terminar… ¿Qué planes tienes para el futuro?

No tengo ni idea. Pero no podemos permitir que esa gente aniquile a medio planeta porque son diferentes. No puedo permitirlo.

 

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Mi aventura de escribir. Podcast: Destruction Bay.

Mi aventura de escribir. Podcast. Destruction Bay.

podcast

¡Hola! ¿Qué tal, queridos aventureros? Bienvenidos una vez más al podcast de Mi aventura de escribir, el podcast de los lugares extravagantes.

Y es que de eso vamos a hablar hoy, de un lugar especial que existe y no existe a la vez.

Hoy te voy a hablar de Destruction Bay.

Que tú dirás… ¿y qué carajo es Destruction Bay?

Si lees mis novelas el nombre te sonara bastante. Si no, pues no.

Empecemos por el principio. Destruction Bay es una ciudad que aparece en mis novelas como un refugio secreto de la Comunidad Mágica. Allí van a esconderse de La Orden muchos y sus habitantes van rotando dependiendo de si necesitan o no esa protección.

En realidad, Destruction Bay existe. Es una pequeña ciudad en el Yukon, Alaska, con menos de veinte habitantes y a la que solo se puede llegar en coche. Perteneció a esas ciudades que se crearon en la época de la fiebre del oro y que lo único destacable que tiene hoy en día son sus paisajes. Esos son de los que quitan el hipo, sin duda alguna.

Yo cogí prestado su nombre y su localización para crear este refugio al que hice referencia en El Guardian. Es ahí a donde se dirigen Paul y Alger, guiados por Charles, para huir de La Orden y su persecución.

En esta pequeña ciudad hay unos habitantes fijos, como su sheriff, Ronald, su alcalde, Edgar o Jerome, el enterrador local.

También estaría Rose, única humana en el pueblo.

Esos serían los habituales y fijos, pero por el pueblo han pasado (y pasaran) varios personajes de la saga ya sea buscando protección o información.

Han pasado por ahí Paul y Alger, de El Guardián, como he dicho. Pero también pasó en su momento Charles, buscando información y luego se hizo un recurrente como vimos en El Guardián y veremos en otra futura novela.

Jon y Joseph, los hermanos lobo, han estado allí viviendo y llevando una tiendecita mientras esperaban el momento adecuado para seguir en su búsqueda de Colby. Y sabremos más de su estancia allí cuando publique la siguiente novela, en la que también saldrá otro personaje que ha vivido allí, escondido.

Para la Comunidad, es un lugar muy especial. Está protegido por un hechizo que la hace invisible para los que no saben donde buscarla. Solo se puede llegar si te invitan o te llevan.

¡Ah! Olvidaba a otro los personajes que han pasado por ahí y salen en otras historias, como es Jerrad, el dragón. Aparece en El Guardián, Dagas de venganza y Lobos.

Jerrad es un personaje que me encanta. Un día tengo que hacerle una historia para él solito.

Volviendo a Destruction Bay, la cual me encantó reformar para ser ese refugio secreto de la Comunidad, no es la única ciudad del mundo con esos fines. Obviamente, seria ridículo.

Hay más. Tenía una historia en la cabeza con otra parecida que encontré pero la historia no ha salido, así que se queda en pausa por ahora y ya la mencionaré en su momento.

Creo que es imprescindible para mi universo que existan esas ciudades.

Si tienes más curiosidad por Destruction Bay y su historia, tengo un post en el blog sobre ella. Y también puedes leer todo sobre ella en El Guardián, donde te la describo a ella y sus habitantes.

Espero que cuando salga la nueva novela, descubras más cositas interesantes del lugar.

Y hasta aquí hemos llegado, aventureros. Recuerda que puedes echar un ojo a mi blog, miaventuradeescribir.com, que mis novelas están en Amazon buscando por mi nombre, Eva Tejedor y que puedes echarme una manita invitándome a un Ko-fi.

¡Nos vemos en dos semanas!


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Relato: Descubriendo el pasado. Capítulo 2.

Capítulo 2.

descubriendo el pasado

Para sorpresa y alivio de Arthur, Gawain sí que sabía hacia donde iban.

Tras casi una hora andando por el bosque, acabaron llegando a la carretera, muy cerca del límite de la ciudad de la que iban a salir. El guardaespaldas usó su propia tarjeta de crédito para conseguir dinero y le empujó hacia un Walmart. Su traje y el del pelirrojo estaban rotos y manchados de sangre y tierra. Llamaban demasiado la atención.

Allí compraron ropa más normal, vaqueros y camisetas para un par de días. Nada de trajes. Con todo eso preparado, Gawain consiguió un coche de segunda mano en una tienda y condujo hasta la siguiente ciudad sin parar ni para comer.

Arthur quería protestar y mucho.

Tenía hambre, estaba cansado y asustado. Algo normal dadas las circunstancias. Pero sabía que ponerse a protestar como un niño no iba a servirle de nada y que Gawain estaba haciendo lo mejor que podía para protegerle.

Cuando por fin se detuvieron, casi a la noche, a las puertas de un motel mugriento, Arthur no estaba seguro de si debía alegrarse o llorar. El sitio era deprimente.

Gawain le dejó en su habitación y volvió a salir, prometiendo traer comida a su regreso.

Arthur observó la habitación y gimió. Era minúscula, con dos pequeñas camas en las que casi no iban a entrar y un diminuto baño.

Entendía el porqué. Resultaba más sencillo proteger un espacio pequeño y allí no les buscaría nadie, eso era seguro. No iban a imaginar que un multimillonario se estaba escondiendo en semejante cuchitril.

Pero lo único que podía pensar Arthur era que allí no tenía manera de huir de su sueño. No con el protagonista durmiendo en la cama de al lado o paseándose por la habitación ligero de ropa.

¿Cómo iba a sobrevivir a eso?

Una hora después, Gawain aparecía con una bolsa de comida rápida y una expresión nada feliz.

– ¿Has conseguido hablar con Lance? – le preguntó, sabiendo que ese era el motivo de su seria expresión.

Gawain suspiró, sacando paquetes de comida china de la bolsa y ofreciéndole un par de ellos a Arthur. Cuando este los abrió se sorprendió al ver sus favoritos. Arqueó una ceja ante eso. ¿Cuándo había aprendido Gawain lo que le gustaba comer del chino?

El pelirrojo se sentó en la otra cama, frente a él con su propia comida.

– No está nada contento, obviamente. – eso debía ser la subestimación del siglo, conociendo a Lance. – Pero nos ha dicho que sigamos así. Que lo más seguro es ir por carretera, como teníamos planeado y mantener un perfil bajo hasta que podamos llegar a un lugar más seguro.

– ¿Dónde? – preguntó Arthur, dando un bocado a sus tallarines. Estaba muerto de hambre y esos tallarines estaban deliciosos.

– En Filadelfia hay una sede de Kamelot. – el chico la recordaba. Había acompañado a sus padres allí cuando era pequeño. – No es ni la mitad de grande pero es lo más seguro que podremos estar hasta que vengan a recogernos. Mientras, no es recomendable pasar mucho tiempo en el mismo sitio. Hoy dormiremos aquí y nos iremos a primera hora hasta la siguiente parada.

– Uhm.

– ¿Hay algún problema?

¿Algún problema? Pensó Arthur, frustrado.

Si, sí que lo había.

El problema era que había soñado con ese hombre y fue el mejor sueño erótico de su vida. El problema era que eso podía ser un antiguo recuerdo y ahora no sabía como mirar al otro a los ojos.

El problema era que Gawain ya no llevaba el traje negro y la camisa blanca que eran su uniforme como personal de seguridad. Llevaba unos vaqueros rotos estrechos, una camiseta negra que se le ajustaba como un guante y una sudadera que llevaba abierta en ese momento y Arthur no podía dejar de mirarle el pecho.

¿Qué iba a hacer si volvía a soñar con Gawain? En tan diminuto espacio era imposible que el otro no lo notara. Arthur estaba muy seguro de que no había sido nada silencioso esa mañana.

¿Y si volvía a tener un sueño de esa clase y Gawain le escuchaba?

No pensaba que pudiera haber algo más vergonzoso.

– No, ninguno. – mintió y siguió comiendo sus rollitos de primavera.

¿Qué iba a decir?

¡Ah, Gawain, adivina! Estoy teniendo sueños con nuestro pasado y por lo visto, estábamos liados.

Gawain era el único del grupo que no sabía que era un renacido.

Cuando Merlin hizo su pacto con la Dama del Lago, Lydia, para usar Excalibur y resucitarlos a todos en un futuro no contó con si debían o no saber sobre ese pacto o su vida anterior.

La mayoría lo fueron averiguando poco a poco, unos por sueños o visiones y otros, como en el caso de Lance, porque el propio Merlin se lo contó.

Pero Gawain jamás tuvo ningún sueño o visión sobre su antigua vida y se asumió que nunca recordaría nada. Y eso estaba bien para todos.

Tener recuerdos de tu vida pasada a veces hacia la actual más complicada.

Como el caso presente, por ejemplo.

Terminaron de cenar, en silencio, cada uno metido en sus propios pensamientos. Arthur con sus preocupaciones ridículas y Gawain considerando si podía permitirse el lujo de dormir o si debía hacer guardia toda la noche.

Finalmente optó por dormir. Al día siguiente debía conducir unas cuantas horas hasta el siguiente motel, donde Lance les había reservado una habitación y no podría si estaba agotado. Ahí estaban a salvo por esa noche.

Fue al baño a darse una corta ducha y, cuando regresó, se encontró con que Arthur se estaba desvistiendo. Tenía los vaqueros abiertos, mostrando sus bóxer azules y sin camiseta.

El chico no estaba tan fuerte o marcado como él o el resto de los guardias. Y era lógico. Gawain le había llevado al gimnasio con ellos durante sus primeras semanas trabajando juntos para poder establecer un lazo con el chico y que este dejara de desconfiar de él. Necesitaba su confianza si quería poder protegerlo como era debido.

Consiguió esa confianza, su amistad y un compañero de gimnasio diario. Pero, obviamente, no estaba tan fuerte como el resto.

Sin embargo, seguía teniendo un buen cuerpo. Delgado pero muy atractivo.

Y Arthur era muy guapo, además, con ese pelo oscuro y unos ojos verdes de película. Gawain no estaba ciego. Pero era su jefe y con el trabajo no se tonteaba. Esa era su norma.

Eso no prohibía que pudiera disfrutar de la vista.

Carraspeó, llamando la atención del otro quien se sonrojó al ser sorprendido de semejante guisa, haciéndole reír.

Y ahí fue cuando la cosa se puso algo rara, en opinión de Gawain, ya que, como acababa de salir de la ducha, él solo llevaba la toalla en la cintura y poco más. Se había olvidado la ropa allí y pensaba vestirse sentado en su cama. Nada que no hubiera hecho mil veces también en el vestuario delante de todo el mundo, Arthur incluido.

Pero el chico le observaba como si no le hubiera visto nunca, con los ojos clavados en su pecho y Gawain arqueó una ceja, intrigado.

¿Sería posible que Arthur le encontrara atractivo?

No pensaba hacer nada con esa información, porque no se mezclaban el trabajo y el placer, pero…

Decidió hacer una prueba.

Cogió unos pantalones de chándal que había comprado antes y se quitó la toalla, para ponérselos. Casi se carcajeó al ver la reacción de Arthur, que fue la de sonrojarse como un tomate maduro y ser incapaz de apartar la mirada. Una mirada que se volvía más y más ardiente por segundos.

Interesante, pensó mientras se ponía una camiseta, decidiendo dejar de molestar al otro.

– Deberíamos dormir ya. – le dijo, sonriendo sin poder evitarlo al ver que el otro seguía en shock. – Mañana va a ser un día muy largo.

– Si, claro.

Y el peor miedo de Arthur se hizo realidad. O sueño.

Cuando volvió a ser consciente de algo se vio en un lugar muy diferente al que se había ido a dormir. No estaba en la habitación del motel, estaba sentado al pie de un árbol.

Al mirar a su alrededor, vio que estaba en lo más profundo de un bosque. Veía y escuchaba a otros hombres, hablando, riendo. Los caballos relinchaban, no muy lejos. Escuchaba agua correr y chapotear muy cerca de donde estaba.

Se había sentado apartado de los demás. No recordaba que momento era ese, pero si sentía que deseaba estar solo y tranquilo.

Pero, claro, su sombra siempre estaba ahí, aunque él no lo deseara.

Gawain estaba delante de él, vestido con ropas más gruesas y ásperas que las de su anterior sueño. Algo en su cerebro le dijo que era la que solía llevar bajo la armadura, tela fuerte para mantenerlo caliente y protegido bajo el metal.

El pelirrojo le sonrió, una sonrisa cansada pero afectuosa y se arrodilló frente a él, para poder besarle de la misma tierna manera que lo había hecho en el otro sueño.

Arthur no pudo evitar un gemido, tanto había deseado repetir ese beso.

Alargó las manos y cogió del rostro al otro hombre, obligándole a sentarse sobre su regazo en el suelo.

– Cualquiera diría que me ha echado de menos, majestad. – rio Gawain, volviendo a besarle. Arthur le abrazó por la cintura, tratando de acercarlo aún más.

Jadeó al sentir la dureza del otro frotándose contra la suya. Los ojos azules de Gawain se oscurecieron un tono cuando le volvió a mirar.

– ¿Quieres hacerlo delante de todos esos soldados? – le susurró Gawain al oído, moviendo las caderas para buscar más fricción. Arthur volvió a jadear, casi sin aire. – Estoy seguro de que puedo hacerlo sin que ellos se den cuenta. Pero debes estar en silencio. ¿Crees que puedes guardar silencio por mí?

– Si. Si.

– Bien.

Gawain se incorporó lo justo para poder acceder a la ropa de Arthur y abrirle y bajarle los pantalones que llevaba, liberando su ya hinchado miembro. Le acarició un par de veces antes de dedicarse a quitarse sus propios pantalones.

Echó un rápido vistazo por encima del hombro, para comprobar que los demás estuvieran en sus propios asuntos y volvió a sentarse sobre Arthur, frotando su trasero contra su miembro, sacándole un tembloroso gemido que se apresuró a acallar con un beso.

Al separarse, le sonrió y le hizo un gesto para que guardara silencio. Arthur asintió y se mordió el labio mientras veía como Gawain se preparaba a sí mismo, sin dejar de mirarle a los ojos, con las mejillas enrojecidas y la respiración agitada.

Una eternidad después, si le preguntabas a Arthur, Gawain se empaló a si mismo con el miembro de Arthur y comenzó a moverse rítmicamente.

Cuando los jadeos de Arthur empezaron a subir el volumen, le tapó la boca con la mano, casi riendo al ver su expresión de enfado.

Para vengarse, Arthur comenzó a acariciarle haciéndole perder el poco control que le quedaba. No tardaron en acabar. Demasiado para los dos.

Arthur abrazó a Gawain, quien escondió el rostro en su cuello, y cerró los ojos.

Al volver a abrirlos volvía a estar en la habitación del motel y Gawain le observaba con una expresión de diversión que debería ser ilegal en cualquier situación.

– ¿Qué? ¿Hemos soñado algo interesante?

Arthur sabía que no iba a salir vivo de ese viaje. Ya empezaba a arrepentirse de que no le hubieran matado el día anterior.


¿Te ha gustado?

Pues dentro de dos semanas, más.

Y, recuerda, si llegas a casa, después de un largo día y quieres desconectar y no hay nada interesante en la tele y es demasiado tarde para buscar ningun libro en las librerías…relato

¿Qué puedes hacer?

¡Fácil!

Encontrarás montones de relatos y novelas de fantasía urbana con las que evadirte y disfrutar de una buena lectura en este blog o en mi página de Amazon.

¿A qué esperas?

Mi aventura de escribir: Podcast: Reescribir

Mi aventura de escribir. Podcast. Reescribir.

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¡Hola! ¿Qué tal, queridos aventureros? Bienvenidos un día más al podcast de Mi aventura de escribir, el podcast donde se reescribe todo.

Reescribir es agotador. Y no se acaba nunca, eso lo tengo claro.

Aprovechando el confinamiento y el exceso de tiempo libre decidí dar un repaso a las novelas que tengo ya publicadas, en especial las primeras. Esas siempre van a tener fallos, ¿a qué si?

Pues empecé con Jack T.R., que ya debe ir por su cuarta o así y decidí también meter ciertas cosas que en un principio no tenía pensamiento de meter.

Escenas y capítulos enteros que antes eran cortos para conocer a los personajes. Un primer capítulo que luego quité y he vuelto a poner.

He escrito también escenas extras para meter más al lector en la historia y empatizar o explicarle mejor ciertas cosas que, al principio no conté porque creí que si lo hacía, desvelaba demasiado. Luego vi que no era así. O eso espero.

He metido a personajes que mencionaba de pasada pero no salían y ahora pienso que deberían haber hecho acto de presencia.

He desvelado datos de los personajes que yo sabía pero no los contaba porque no me parecían relevantes. Y ahora creo que si lo son.

Cosas así. Vamos, que le he dado un señor repaso.

Y con la tontería Jack T.R. ha crecido un buen numero de páginas, lo cual me ha hecho muy feliz.

También le he añadido el relato de El diario de Charles, que era una especie de continuación y spin off al mismo tiempo, sobre lo que hacia Charles, su prota, justo al acabar la novela.

Pero la versión que puse en el blog, años atrás, era muy corta y resumida y… no, no quedaba bien ahí. Así que también la reescribí, dándole más contenido y metido más trama.

Todo eso servirá también para cuando veamos a Charles en las otras novelas, poder entender porque está como está y hace lo que hace. Ahí se va a desvelar bastante de eso.

Total, que con la tontería pasé tres semanas y pico sin parar y ha sido muy divertido.

Ahora la tienes nuevamente en Amazon, con todo el contenido extra y también en Wattpad, dónde la he ido publicando a dos capítulos por semana.

Espero que la disfrutes mucho, si la lees.

Y tras Jack T.R. ha seguido Kamelot 2.0 y luego irán las demás. Kamelot ya lleva un buen repaso y dos nuevos relatos que ya he empezado a compartir también en el blog. ¡No te los pierdas!

La pregunta del millón para cualquier escritor es… ¿se acaba alguna vez de reescribir o repasar tus novelas?

La respuesta corta es: No.

No se acaba nunca, porque siempre encontraras algún fallo o errata o cosa que en ese momento te parecía genial y, meses después, te parece una birria.

Siempre.

Es algo que ocurre mientras escribes, también. El no saber cuando dar por finalizada tu novela. Y ese es el truco, saber que nunca va a estar terminada del todo y que tienes la oportunidad de volver a revisarla en un futuro.

Tengo fics antiguos, de cuando empezaba a escribir, que ahora leo y me dan vergüenza ajena. Muchos no puedo ni leerlos por ese motivo. He cambiado y evolucionado en mi manera de escribir, de expresarme y de crear y ahora no soporto lo que escribía diez o más años antes.

Y la mayoría son insalvables, por absurdos. Tenían menos trama que un anuncio de contactos. Pero si es cierto que me gustaría poder rescatar algunos, porque significaron mucho en su momento y me encantaría reescribirlos.

Pero, en esos, la reescritura sí que está complicada. Bastante.

Todo se andará. O ya ando, que he cogido la idea base de uno de los últimos que hice para hacerla relato corto o novelita. Espero que funcione.

Mientras tanto, espero que leas las novelas nuevamente, descubras cosas nuevas y las disfrutes porque en algunas quedaron cosas que contar y que podrían interesarte.

Ya sabes que puedes encontrarlas todas en Amazon, buscando por mi nombre, Eva Tejedor, y que puedes echar una manita invitándome a un Kofi, en Ko-fi.es/evatejedorescritora

También recordarte que visites mi blog, miaventuradeescribir.com y disfrutes de los post y relatos que allí encontrarás.

Un salud, aventureros y nos vemos en dos semanas.