Resumen semanal: última semana de marzo

Resumen semanal: del 25 al 29 de marzo.

resumen

Lunes.

En el post de esta semana te hablo sobre la organización, la procrastinación y lo jodida que es para los escritores.

¿Qué tal te organizas?

 

Miércoles.

¡Capítulo final del relato Peripecias escritoriles!

La escritora que no cobra por ello y su chucho saltarín se despiden por ahora.

¡Hay mucho que escribir!

 

Jueves.

¡Y seguimos trabajando en el nuevo proyecto!

Seguimos con un nuevo mini relato para continuar creando el mundo y el background alrededor de los personajes. ¡La mejor manera de ambientarse!

 

Viernes.

¡Por fin se acabó la semana!

¡Feliz finde a todos!

 


 

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Relato: Peripecias escritoriles. Capítulo 7 y final.

Relato: Peripecias escritoriles. Capítulo 7.

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Esta historia que empezó aquí y ahora, porque aquí y ahora eran un buen sitio y un buen momento para empezarla, debe acabar.

Más que nada porque la escritora que no cobra por ello también gasta tiempo en escribir esta historia y ya casi no tiene.

Ni tiempo ni historia.

Y porque ese borrador que nunca se acaba por falta de tiempo está a punto de acabarse al fin y ya mismo la escritora que no cobra por ello empezará con el tedioso y nada divertido proceso de corregir y rellenar y borrar.

Así que la escritora que no cobra por ello y tiene un chucho saltarín y escandaloso se va a ir despidiendo de su audiencia.

Mientras la escritora que no cobra por ello seguirá escribiendo, trabajando y actualizando el blog, buscando mil y una maneras de vender mis novelitas.

Y hablando del blog… la escritora que no cobra por ello no se decide en que emplear el tiempo que le quedaba ese último día… ¿borrador o blog?

Ah, no… ninguno.

El chucho saltarín acaba de avisar que es su hora de salir y hay que hacerle caso y salir si o si o no dejará que escriba nada de nada.

No queda más remedio.


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Relato: Peripecias escritoriles. Capítulo 6.

Peripecias escritoriles. Capítulo 6.

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Un día largo de una semana muy larga de un mes más largo aún.

La escritora que no cobra por ello y que tiene que trabajar está ese día para recogerse y tirarse a sí misma a la basura.

Como diría su madre, más molida que la canela.

Si miraras en el diccionario la palabra cansada estaría ilustrada con una foto de la escritora que no cobra por ello.

Le ha costado hasta sacar al chucho saltarín y de la cena ni hablamos. Hoy se pide a domicilio que no hay fuerzas casi ni para comer, mucho menos para cocinar.

Después de que venga el repartidor y el chucho saltarín ladre hasta quedarse ronco porque ha sonado el portero electrónico y el timbre en menos de cinco minutos, la escritora que no cobra por ello se ha sentado a comer con el portátil abierto y dispuesta a escribir sus dos páginas.

Pero está muy cansada.

Tanto que se queda dormida y no se da ni cuenta.

Cuando despierta, varias horas después, es pasada la madrugada. El chucho saltarín se ha debido comer la hamburguesa porque no hay ni rastro de ella. Y tampoco rastro de él, lo que significa que estará en su cama dormido.

El portátil está apagado y frio porque lo tenía desenchufado y ella se ha quedado helada por quedarse dormida en el sofá sin una triste manta.

Se va a la cama crujiéndose la espalda, que también se resiente del sofá, sitio no apto para dormir más de media hora.

Después de poner a cargar el portátil y el móvil y tapar con su mantita al traidor chucho saltarín ladrón de hamburguesas, la escritora que no cobra por ello se va a dormir.

Porque para ir al trabajo donde si cobra hay que madrugar y ya se ha hecho tarde.

Y no ha vuelto a cumplir con la cuota de escritura.

Otra vez.


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Relato: Peripecias escritoriles. Capítulo 5.

Relato Peripecias escritoriles. Capítulo 5.

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Un día entre semana cualquiera.

Porque puede ser un día entre semana cualquiera. Así es más fácil ubicarse, ¿a que sí?

Pues eso, un día entre semana cualquiera después de trabajar y con todo ya arreglado. La escritora que no cobra por ello y que ya ha trabajado, sacado al chucho saltarín, hecho la cena, duchado y puesto el pijama tiene una hora y pico libre antes de tener que ir a dormir.

¡Una hora y pico para escribir!

Pero mira tú por donde que en ese momento llega un mensaje del grupo de WhatsApp de sus amigas, «Vamos a dominar el mundo».

Sus amigas están avisando y comentando ya un programa en el canal DiscoveryMaximax sobre aduanas y gente intentando pasar de todo por ella sin declararlo.

El programa es muy divertido (siempre es hilarante ver a la gente haciendo el tonto de la manera más absurda por algo que ni merece tanto esfuerzo) y había olvidado que era ese día.

La escritora que no cobra por ello está muy tentada a encender la tele y verlo. El chucho saltarín ya está dormido (este no perdona ni la hora de dormir, ni la de la siesta, ni la de comer y tampoco la de salir) así que decide coger el portátil y salir al salón para encender la tele y ver el programa mientras escribe.

Se pueden hacer las dos cosas, ¿verdad?

Media hora después y un par de descacharrantes escenas de unos que intentaban pasar jamones de contrabando escondidos en el motor del coche la escritora que no cobra por ello descubre que no, no se pueden hacer las dos cosas.

Si estas pendiente a la tele, no escribes. Y si escribes, no te enteras de nada de la tele. O eso o te quedas bizca.

Y ya casi es hora de dormir.

El chucho saltarín ha salido al salón arrastrando las patas, medio dormido y con su manta aun puesta en el lomo porque su hora de dormir será sagrada, pero dejar a su humana sola en el salón no es de buenos perros.

La escritora que no cobra por ello suspira, cansada, cierra el portátil y apaga la tele. Esa noche no va a escribir nada, estaba claro.

Eso sí, pensó mientras cogía al chucho saltarín para llevarlo de vuelta a su cama, al menos había apuntado un par de ideas sacadas del programa chorra de aduanas.

Siempre hay algo bueno.

 


 

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Relato: Peripecias escritoriles. Capítulo 4.

Peripecias escritoriles. Capítulo 4.

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¡Es domingo!

Y la escritora que no cobra por ello y que es prota de esta historia está intentando por enésima vez escribir algo.

Porque, leñe, es escritora. ¡Debería escribir algo ya!

Así que decide abrir el portátil mientras se sienta a desayunar, para ir adelantando algo.

No sirve de mucho.

El chucho saltarín se vuelve triplemente saltarín cuando hay comida de por medio. Saltarín y escandaloso a mas no poder por lo que escribir mientras el bicho está ladrando se vuelve imposible.

Acabado el desayuno, vuelve a intentar escribir algo. Ese borrador que no se escribirá solo y con el que lleva un par de meses, ya casi tres.

Ese es el momento elegido por uno de sus hermanos para llamar y contarle las últimas novedades sobre la familia.

Todo muy apasionante.

Consigue acabar con la llamada porque el chucho saltarín ha vuelto reclamando salir de paseo. Con sus ladridos no se puede oír ni sus propios pensamientos, mucho menos la voz de su hermano al otro lado del teléfono.

Así que se despide de él y saca al chucho saltarín a dar un paseo.

En la calle, la escritora que no cobra por ello va pensando que a este paso el borrador le va a llevar más o menos el mismo tiempo que tardaron en acabar El Escorial, porque nunca puede pararse dos minutos a escribir algo.

Vuelve a casa del paseo determinada a hacer varias páginas después de comer.

Puede hacerlo. Está segura de ellos. Solo necesita un par de horas sin molestias.

Después de comer el chucho saltarín se está echando la siesta así que no ladrará. Bueno, a veces lo hace en sueños pero se puede soportar.

«¡Vamos a ello”» piensa mientras abre de nuevo su portátil y sube la ventanita del Word.

En su defensa ha conseguido escribir una página completa cuando la vuelven a interrumpir, media hora después.

Es su amiga que la llama para ir al cine. Están poniendo Aquaman y… bueno, Jason Momoa es Jason Momoa y, además, sin camiseta el ochenta por ciento de la película.

Eso no es algo a lo que se pueda decir que no.

Y la escritora que no cobra por ello no es de piedra.

 


 

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Relato: Peripecias escritoriles. Capítulo 3.

Relato Peripecias escritoriles. Capítulo 3.

 

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Llega el fin de semana y la escritora que no cobra por ello cree que podrá aprovecharlo y adelantar algo del borrador con el que está liada.

¡Qué equivocada está!

No sabe aun que lo que siempre falta en un fin de semana es tiempo.

Pero la escritora que no cobra por ello se despierta temprano ese fin de semana para aprovechar el día y adelantar el borrador.

Cuando lleva poco más de seis líneas, llama su madre. Hay que ir a comprar porque no queda en la nevera ni la comida del perro.

La escritora que no cobra por ello puede pasar el fin de semana sin comida de verdad, pero no sin refrescos y patatas fritas.

Sin eso no se puede escribir bien, lo sabe todo el mundo.

Y el chucho saltarín no calla si no tiene su comida a tiempo.

Así que, resignada, la escritora que no cobra por ello se prepara para ir de compras y traer lo necesario para sobrevivir al fin de semana.

Mil paquetes de patatas, decenas de latas de refrescos y algo de comida sana.

Cuando por fin regresa a casa y coloca la compra, ha perdido dos horas del día. Pero tiene patatas, así que se dispone a volver al trabajo.

Hay un borrador que no se va a escribir solo.

El problema es que el chucho saltarín ha decidido que es su hora de salir. De hecho, es su hora de salir.

Y el chucho saltarín es muy elocuente cuando quiere algo. Tan elocuente que lo oyen cuatro pisos por arriba y por abajo.

Para evitar ser echada de su propia casa por tener un chucho saltarín y escandaloso, la escritora que no cobra por ello coge la correa y saca de paseo a esa bola de pelos ruidosa que tiene por chucho.

¿En qué estaría pensando cuando lo adoptó?, se pregunta un par de veces hasta recordar que no pensaba, precisamente.

Y mientras pasean pasa un buen rato y ya es hora de comer. El chucho saltarín no perdona la hora de la comida ni un segundo por lo que no se puede dejar para más tarde.

Hay que comer ya sí o sí.

Cuando acaban ya es muy pasado el medio día y aun no ha empezado a escribir nada.

¿Cómo va a terminar el borrador si no se pone nunca a escribir?

No lo sabe, pero ya es hora de empezar. Más vale tarde que nunca.

Vuelve a coger el portátil, vuelve a abrir el archivo de Word y relee de nuevo lo que ya llevaba escrito, para saber por donde había dejado la cosa.

Cuando ya ha cogido el hilo de la historia, suena el timbre.

Son las cuatro de la tarde. ¿Quién viene a esas horas?

¡Pues quien va a ser! ¡Familia!

Sus hermanos han decidido hacer una visita sorpresa, eliminando cualquier posibilidad de trabajar algo ese día.

Dará igual si se marchan en una hora o en cinco. Cualquier oportunidad de escribir se acaba de ir por la borda con esos en casa.

La escritora que no cobra por ello suspira, derrotada, y cierra el portátil.

Tal vez el domingo…

 

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Relato: Peripecias escritoriles. Capítulo 2.

Peripecias escritoriles. Capítulo 2.

 

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Llega otro día, otra noche y ¡milagro!

Aun no es hora de dormir y está todo hecho.

El chucho saltarín ha salido y comido. La comida de mañana está lista y en el tupper y la escritora que no cobra por ello está cenada, duchada y con el pijama puesto.

¡Y aun queda un ratito para dormir!

Pues nada, a trabajar se ha dicho.

La escritora que no cobra por ello coge su portátil, lo enciende y abre un documento Word, lista para ponerse a escribir algo.

¿El qué? Se pregunta.

Necesita adelantar post del blog para cuando si que no tenga tiempo, adelantar relatos y acabar el borrador ese que no acaba por falta de tiempo.

Hay que decidir que hacer porque todo no puede ser. No en tan poco rato.

Tomar una decisión tan complicada (todo corre prisa) le lleva cinco minutos bien largos. El chucho saltarín bosteza sonoramente cuando por fin decide hacer un post.

Necesita adelantar un par de meses de trabajo en el blog para estar tranquila y saber que no va a faltar a su post semanal.

Así que se pone cómoda y…

Salta un aviso de su Twitter. Alguien ha hecho un Retuit a algo que posteó a lo largo del día. Curiosa, va a mirar quien y a qué.

Nada del otro mundo. Alguien que no la sigue ha retuiteado un tuit de dos meses de antigüedad y que no lleva a su blog.

Una perdida de tiempo.

¿Por qué la gente siempre presta atención a los tuits que no sirven de nada?

Suspirando, vuelve su atención a la pantalla del portátil.

El post va a ir de…

El sonido de la llegada de un email la hace saltar del asiento.

¿En serio? ¿Ahora? ¿Quién manda mails a esas horas?

La escritora que no cobra por ello y que es protagonista de esta historia baja el procesador de textos y mira su correo electrónico.

No era nada interesante. Solo otro anuncio sobre ofertas de sujetadores que, sinceramente, no sabe como ha escapado del filtro de spam.

Gruñendo ya, vuelve a subir el procesador de textos.

¿Por donde iba? ¡Ah, sí!

El post va a ir sobre los métodos para…

“¡Nuevo tráiler de Avengers: Endgame!”

¿Uh? ¿Tráiler nuevo? ¿Justamente ahora?

Son los Vengadores… ¿Cómo no verlo?

Durante nueve felices minutos (tres del tráiler y dos repeticiones porque esas cosas hay que verlas al menos tres veces seguidas para pillarlo todo en el momento) todo fue video, YouTube y muchas maldiciones en varios idiomas porque quedan más de cinco meses para que la película se estrene.

Vuelve a subir el procesador de textos.

¿De que iba a escribir? Métodos para concentrarse.

¡Ja!

Los mejores métodos para concentrarse escribiendo son…

“¡Su escarbato está listo para comer! ¡Ven y aliméntalo!”

“Pues vaya momento ha elegido el escarbato para tener hambre, leñe.” Gruñe la escritora que no cobra por ello mientras coge su móvil y abre la aplicación del juego para alimentar al escarbato.

De dar de comer al escarbato se pasa a mirar el periódico, de ahí a mirar Twitter, Facebook, las estadísticas de WordPress, la página de noticias de lucha libre y la de cotilleos del cine.

Y dan las doce de la noche.

Hora de dormir.

¡Mierda!


 

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Resumen semanal: primera semana de febrero

Resumen semanal: del 4 al 8 de febrero.

resumen

Lunes.

En el post de esta semana te hablo sobre uno de mis libros favoritos y su autor: Reina roja de Juan Goméz-Jurado.

¡Un libro que no podrás dejar de leer!

 

Miércoles.

¡Nuevo relato!

O más bien, nueva chorrada. Como Jack T.R. se acabó la semana anterior, en esta te pongo el primer capítulo de una historieta sobre ser escritora.

¡Disfrútala!

 

Jueves.

¡Seguimos con la nueva novela! 

Y esta vez te traigo un mini corto para hacerte el cuerpo con la historia.

¿Te gusta?

 

Viernes.

¡Por fin se acabó la semana!

¡Pasa un feliz finde y no olvides que puedes encontrar mis novelas aquí y en Amazon!

Recuerda también que puedes suscribirte al blog y conseguir un relato gratis.

 

Relato: Peripecias escritoriles. Capítulo 1.

Pues como la semana pasada se acabó Jack T.R. y hasta que se me ocurra algo mejor que ponerte, te dejo aquí esta chorrada que se me ocurrió una noche que estaba aburrida a más no poder.

¡A disfrtutar!

 

Peripecias escritoriles. Capítulo 1.

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Vamos a decir que esta historia empieza en un momento cualquiera… ahora mismo, por ejemplo.

Ahora mismo es un buen momento para empezar una historia, ¿verdad?

Y vamos a decir que empieza aquí, porque aquí es un buen sitio para empezarla.

Como decía Dorothy, “no hay lugar como el aquí.” O algo así decía.

¡No importa!

Esta historia empieza aquí y ahora porque son el mejor sitio y la mejor hora para ello.

Y vamos a decir que esta historia tiene una protagonista. Una protagonista que, además, es escritora.

Cuando le preguntan cuál es su profesión no dice escritora, porque cobra más bien nada por ello. Pero si se considera escritora. No cobra, pero publica.

O autopublica, que hoy en día es lo mismo.

Una vez leyó en un libro que si lo primero en lo que piensas en la mañana es en escribir y lo ultimo que piensas por la noche antes de dormir es en escribir, entonces, querida, estas jodida.

Eres escritora.

(No era así, pero casi.)

Así que esta historia es aquí, ahora y tiene una protagonista escritora.

Y como toda historia ambientada aquí y ahora y con protagonista escritora, cuenta con la cruda realidad de falta de tiempo para escribir.

Porque aquí y ahora y siendo escritora y no cobrando casi nada por ello, hay que trabajar.

Así que la protagonista que es escritora pero no cobra por ello sale todos los días a las ocho y media de la mañana y no regresa hasta las ocho de la tarde, porque se queda a comer en el trabajo.

Llega del trabajo y se encuentra con un chucho saltarín que quiere salir a pasear porque se está haciendo pipi desde hace una hora, aproximadamente.

Porque esta escritora que no cobra por ello tiene un chucho saltarín y chillón que no calla si no sale y si no come. Y, a veces, ni por esas calla.

Así que la protagonista que es escritora y no cobra coge al chucho saltarín y le da un paseo de media hora para que haga pipi bien y no tenga accidentes nocturnos después. Y mientras pasea al chucho saltarín, va pensando en que va a hacer cuando regrese.

Necesita actualizar el blog, escribir un nuevo capitulo del relato que esta haciendo y acabar ese borrador con el que lleva liada desde hace un par de meses y que nunca acaba porque no tiene tiempo.

Pero cuando vuelve a casa con el chucho saltarín menos saltarín ahora porque ya ha hecho pipi se da cuenta de que tiene que hacer la cena y la comida del día siguiente. Porque se quedará a comer en el trabajo pero de tupper, que la cosa está chunga y cara y tampoco le pagan tanto en el curro.

Y mientras corta cebollas piensa en el capitulo del relato. La escritora que no cobra por ello está pensando seriamente en matar al personaje si este no participa un poco más con la historia, que esta en modo rebelde sin causa On.

Cuarenta minutos después está barajando temas para el siguiente post mientras se zampa un filete con patatas, dándole trocitos al chucho saltarín que ha vuelto a saltar porque ha olido carne asada y eso siempre le convierte en perro muelle.

Para cuando acaban de comer, ya son las once de la noche y hay que ducharse porque ducharse por las mañanas y madrugar media hora más para hacerlo es una ridiculez. Nada que te haga madrugar más es inteligente. Punto.

Ducharse, secarse el pelo que luego una se levanta pareciendo Goku si no lo hace y preparar las cosas para el día siguiente y ya son las doce, hora de dormir porque hay que levantarse a las seis y media y ya no queda tiempo para nada más.

Y así, la escritora que no cobra por ello no ha podido escribir nada de nada porque el tiempo se esfuma como si fuera David Copperfield.

«Mañana.» piensa mientras apaga la luz.

Mañana será otro día y se organizará de otra manera para poder hacer algo.

Porque si, el optimismo es gratis.

 

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¡Corre!