Dos lobos y un bebé. (Escena en Lobos)

En poco tiempo estaré sacando al mundo mi próxima novela, Lobos. Es una nueva parte de la Saga Comunidad Mágica vs La Orde, que ya sabes, se puede leer también independientemente.

Pero mientras viene o no viene, quiero que veas un poquito de que va y cómo son los personajes. Estoy segura de que te van a caer bien.

Así que aquí te dejo una escena de la novela. ¡Disfrútala!

Dos lobos y un bebé (escena de Lobos)

lobos

– ¿Tienes alguna idea de cómo cuidar a una niña?

Colby miró a su pareja como si fuera un extraterrestre.

¿Qué demonios iba a saber él de niños? Había sido el pequeño de sus hermanos y nunca tuvo tratos con críos.

No, no tenía ni idea de que iban a hacer con la pequeña. Estaba improvisando sobre la marcha.

– Estoy tan perdido como tú. ¿Cómo lo hacía mamá? – Jon se encogió de hombros.

– Ni idea.

La razón de esa conversación era que la pequeña Carol en ese momento lloraba desconsolada sin motivo aparente. Colby pasó lista mentalmente. Le habían dado de comer, cambiado el pañal, bañado y puesto una camiseta prestada de Aidan como camisón.

¿Por qué lloraba?

El joven lobo miró a la pequeña en sus brazos, angustiado, y dio un par de paseos por la habitación, intentando calmarla.

Su pareja le observaba con aire burlón, lo que le molestó y le puso más nervioso. Como si no lo estuviera bastante.

– ¿De qué te ríes? – le siseó. El otro le sonrió, claramente divertido.

– De nada. Solo pensaba que estas adorable con un niño en brazos.

– Pues no te emociones. Viendo lo mal que se me da, es una suerte que no podamos tener cachorros. – eso arrancó una carcajada a su pareja.

– Primero, no se te da tan mal. Demasiado bien lo estás haciendo, la verdad. Segundo, podemos hacer como nuestros padres y adoptar, ¿sabes? Pero ya hablaremos de eso cuando pase la tormenta con La Orden.

– Y la de la niña. Carol, pequeña… ¿Por qué lloras? ¿Qué tienes? ¿Qué quieres?

La pequeña sollozó más fuerte haciendo que el lobo se estremeciera de angustia. Su pareja soltó una risita y alargó los brazos, pidiendo al bebe.

– Dámela un segundo.

– ¿Estás seguro?

– Puedo oler tu estrés desde aquí. Y estoy seguro de que ella también. ¿Por qué no vas a calentar un poco de leche, para ver si así la calmamos un poco?

– Buena idea.

Jon casi rio de nuevo ante el alivio del otro cuando le pasó a la pequeña. Esta no dejó de llorar a pesar del cambio, pero el lobo no se amedrentó. La sujetó con cuidado, apretándola contra su pecho y empezó a pasear por la habitación cantando bajito una canción que su madre adoptiva usaba cuando las pesadillas le quitaban el sueño y la tranquilidad.

De los tres, Jon fue el que peor se adaptó a su nueva casa, una vez fueron adoptados por los alfas. Casi todas las noches tenía pesadillas, no hablaba y se mostraba arisco con cualquiera que no fueran sus hermanos.

Su madre tuvo que ser tremendamente paciente con él para conseguir ayudarle. Tras varias semanas sin dormir, una noche de tormenta Jon no pudo más con sus demonios y salió de su habitación aterrado. En el pasillo se tropezó con su madre, quien iba a comprobar que sus niños estuvieran bien.

Asustado, agotado y lleno de pena, se abrazó a ella buscando consuelo y algo de paz. Fue la primera noche que Mary le cantó aquella canción y la primera en la que pudo dormir más de dos horas seguidas.

Así que, irradiando toda la paz que pudo, empezó a cantar bajito al oído de la niña que fue dejando de llorar poco a poco hasta adormilarse en sus brazos.

– ¿Cómo lo has hecho? – susurró Colby, acercándose con la leche. No tenían biberón así que la traía en un vaso pequeño.

– ¿Qué quieres? ¡Las chicas me adoran! – el otro soltó un bufido, divertido.

– ¿Esa era la canción que te cantaba mamá?

– Siempre funcionó conmigo así que tenía que funcionar con ella también.

Colby se acercó y le dio un beso suave en los labios.

– ¿Sabes? A lo mejor no es tan mala idea que discutamos lo de la adopción cuando todo esto acabe.


¿Te ha gustado? ¿Quieres más?

¡Pronto estará la novela completa!

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Lobos de Davenport

Lobos de Davenport.

lobos

En unos pocos meses, espero que para principios de año, estaré publicando mi próxima novela, Lobos de Davenport, una parte más de la saga Comunidad Mágica vs La Orden que se podrá leer tanto sola como en conjunto.

La novela seguirá la trama de la saga, buscando y tratando de detener el plan de La Orden, pero también contará la historia de redención de Colby y el intento de salvarle de si mismo de Jon, los lobos que protagonizaron el relato 3 Hermanos, disponible en Patreon y en Dagas de venganza.

Cuando hice ese relato acabé tan enamorada de esos dos que no podía no hacerles protagonistas de la siguiente novela.

Ahora mismo el borrador está en manos de mi queridísimo David Orell, que le está sacando fallos hasta a las comas (XD) y al que tendré que corregir cuando me lo devuelva.

Eso será, claro está, después de que pase el Nanowrimo, que no estamos ninguno para otra cosa.

Con suerte la novela saldrá para finales de enero o febrero.

Mientras, ya te he puesto algunos relatos, pero te voy a poner otro más porque si y porque me apetece.

¡Disfrútalo!


El sol de la mañana le despertó, cuando sus rayos le dieron directamente en la cara. Notó el peso y el calor de otro cuerpo junto al suyo y abrió los ojos para encontrarse con el cabello oscuro y alborotado de Colby.

El sueño les sorprendió la noche anterior mientras veían una película juntos sentados en la cama de Jon. El pequeño quería ver una de terror, Jon una de acción y acabaron con una comedia antigua que habían visto mil veces y se durmieron antes de la mitad.

Ambos estaban abrazados, el pequeño aun dormido, con la cabeza apoyada en su pecho. Jon sonrió sin darse cuenta, acariciando la cabeza del otro y pensando que su hermano necesitaba un corte de cabello pronto. O eso o haría como Joe, que ya tenía la melena a media espalda. Empezaba a parecer más un león que un lobo.

Pero Colby tenía el cabello por los hombros, ligeramente rizado y le hizo cosquillas en el pecho cuando se removió en sueños.

Colby hizo un ruidito, dormido, y el mayor sonrió más ampliamente. Con cuidado se apartó lo suficiente como para poder mirarle con más atención. Eran pocos los momentos que podía disfrutar con calma del otro. Cada vez más escasos y cortos.

Le acarició el rostro con las yemas de los dedos, disfrutando del momento. A la luz del día y con Colby despierto jamás intentaría algo así. No era su estilo demostrar afecto en público. Su pareja lo sabía y se lo permitía sin protestar pero Jon no era ciego. Sabía que le hería al comportarse así. Pero no podía evitarlo.

No era capaz de cambiar tan radicalmente. No todavía, al menos.

Ya puestos, tampoco iba a reconocer que estar ahí y así con el pequeño le hacía sentir seguro y feliz como nunca en su vida.

Verle así, dormido, relajado, tan confiado en sus brazos.

Sentir su cuerpo junto a él, su cálida piel bajo sus dedos.

Oír su respiración profunda, los suspiros cuando le acariciaba.

Todo en su pareja le llenaba de calidez y amor, sobre todo en esos momentos robados.

La casa empezó a cobrar vida, los sonidos de su otro hermano levantándose, su madre bajando las escaleras con sus tacones marcando sus pasos en el parqué… era hora de despertar al otro e ir a desayunar. Pronto sería hora de ir a clase. Colby empezaba su primer año en la universidad y Jon su segundo.

Con un suspiro resignado, volvió a centrar su atención en el rostro dormido del pequeño. Colby y él solo se llevaban seis meses pero era verdad que parecía más joven en comparación. Aun así, Jon pensaba que era adorable en muchos sentidos.

Colby abrió los ojos, despacio y sonrió adormilado al verle. Jon correspondió a su sonrisa, volviendo a acariciarle la mejilla e inclinándose hacia él, pegando sus narices sin dejar de mirarle a los ojos. Podía notar el sonrojo del pequeño y el calor que emanaba la piel bajo su mano.

Era como un imán, pensó Jon rozando su nariz con la del pequeño. No podía evitar sentirse atraído hacia él. Sus labios se rozaron imperceptiblemente, sacando un jadeo de Colby y Jon sintió un impulso casi irresistible de eliminar del todo la distancia que aún les separaba.

Casi irresistible…

La voz de su madre llamándoles para desayunar rompió la burbuja de intimidad en la que habían pasado la noche. Ambos intercambiaron una mirada y una sonrisa cómplice y salieron de la cama despacio y sin ganas.

Colby cogió su ropa para escabullirse a su habitación y así poder vestirse pero Jon le agarró del brazo en el ultimo minuto, tirando de él y haciéndole caer de vuelta a la cama.

El pequeño soltó una risita, sorprendido y Jon le silenció con un largo beso que les dejó a ambos temblando de ganas.

Jon rompió el beso y empujó a Colby fuera de la cama, riendo.

– ¡Venga, largo! ¡Nos van a pillar! – el pequeño le dirigió una mirada de fingido odio mientras tiraba de su camiseta para intentar ocultar su entrepierna.

– ¡Cabrón! ¡Ahora tendré que darme una ducha fría! ¡Esta me la pagas!

– Lo espero impaciente.