¡Nuevo Podcast! Mi aventura de escribir: Jack T.R.

Jack T.R. Podcast.

Aquí te dejo la transcripción y el link para escuchar el nuevo episodio del Podcast del blog.

Hoy te voy a hablar de mi novela Jack T.R. y todo lo que la rodea. Mis ideas iniciales, inspiraciones, personajes, trama…

¡Disfrútalo!

Escucha «Mi aventura de escribir: Jack T.R.» en Spreaker.
Recuerda que puedes conseguir una guía gratis sobre criaturas sobrenaturales solo con pinchar aquí.

¡Hola! ¿Qué tal, queridos aventureros?

Bienvenidos de nuevo al, ahora sí, podcast de Mi aventura de escribir. Soy Eva Tejedor, autora de fantasía urbana y hoy voy a hablarte un poco sobre mi primera novela, Jack T.R.

Si recuerdas, en el anterior programa dije que era posible que fuera cosa de una sola vez. Vale, pues no. Me han animado a hacer un par de programas más y a eso voy.

Por ahora, solo serán sobre mis novelas. Son cinco y cinco programas haré.

Bueno, pues como te iba diciendo hoy voy a hablarte sobre mi primera novela, Jack T.R.

Jack T.R. es una historia de fantasía urbana y thriller sobrenatural en la que te cuento como el detective Charles Andrews, su protagonista, sufre sueños premonitorios que le muestran los recientes asesinatos que se están produciendo en su ciudad, Chicago.

Necesitará la ayuda de Aidan, un peculiar librero que le dará las pistas necesarias para descubrir la identidad del asesino y le guiará por un mundo desconocido y oculto al que no tienen acceso la mayoría de los humanos.

Jack T.R. es una novela en la que mezclo fantasía, thriller, policiaco e intriga en una forma que espero sea entretenida para quien la lea.

La idea de esta novela vino… bueno, la idea original no era para una novela. Era para un fanfic.

Para los que no estén familiarizados con ese término los fanfics son historias que los fans de ciertos libros, artistas, series o películas crean para entretenerse.

Yo estaba jugando con la idea de un fanfic que mezclara a los protagonistas de Sobrenatural y a los de Mentes Criminales. Como a los protas de la primera los buscaba el FBI por la segunda temporada y se les acusaba de asesinatos y profanación de cadáveres pensé que sería divertido usar al grupo de Mentes Criminales para analizar a Dean Winchester y que vieran que los hechos y el perfil no cuadraban.

Pero, para eso, necesitaba un asesino que cuadrara en el perfil del FBI y que fuera sobrenatural para que llamara la atención de los cazadores.

¿Y quién mejor que Jack el Destripador?

En una conversación con mi querida amiga Kitty por Messenger (nótese la de años que hace de eso, allá por el paleolítico o así) comentamos una noche el caso de Jack y como nunca se descubrió quien era el asesino. Se hablaba de conspiraciones, de familias adineradas que no querían que se descubriera que uno de sus miembros era un asesino, de ocultar la verdad…

La verdad es que hubo un poco de todo, pero la falta de medios y la incompetencia de la policía de esa época no ayudó nada. Se contaminaron o perdieron pruebas importantes, los cuerpos se limpiaron antes de sus autopsias, no se les dio importancia a los asesinatos al ser todas prostitutas y en un barrio de mala vida… Y la prensa se cebó con el asunto dando pistas y contando una investigación en curso, lo que ayudaría al asesino a escapar de la justicia.

¿El resultado? Una lista de sospechosos kilométrica y ningún detenido.

Fue por esa lista de sospechosos (y el saber que alguno de ellos se suicidó o se volvió loco durante la investigación) por lo que jugamos con la idea de que el asesino fuera un demonio. Uno que fuera poseyendo a varios hombres distintos para cometer esos crímenes y luego volviera al infierno.

¿Y si el asesino no huyo? ¿Y si regresó al infierno con un exorcismo?

Y así salió el fanfic.

Años después, cuando empecé a considerar en serio la idea de dedicarme a escribir, decidí coger ese viejo fanfic y reescribirlo para convertirlo en una novela.

Había que cambiar muchas cosas, eso sí. No podía haber nada sobre las series en las que estaban inspiradas por lo que solo conservé a Jack y sus asesinatos.

Nada más.

Una de las cosas que cambie fueron los personajes. Y no me refiero solo a los nombres, si no a cambiarlos por completo. A crear nuevos que no tuvieran nada que ver con lo anterior.

Así que fuera FBI y cazadores, bienvenido detective Andrews.

Charles Andrews fue el primer personaje que creé y al primero que conoces al empezar la novela. Charles es un detective de la policía de Chicago, de homicidios. Ya anda por los cuarenta, es castaño, alto y algo pesimista.

Su carácter es así porque no es la persona más feliz del planeta, precisamente. Eso es causado por los sueños premonitorios que sufre desde su adolescencia. Es una herencia familiar que viene desde la rama paterna pero que varía en su forma de manifestarse en cada miembro. Por ejemplo, su padre podía ver asesinatos en sus sueños pero con un día de antelación.

Charles, sin embargo, los ve en el momento de ocurrir, lo que no le sirve de mucho para detenerlos. Y, para fastidiarle un poco más, su don no le deja ver la cara del asesino lo que resulta frustrante.

Es un buen tío, a pesar de todo. Intenta hacer su trabajo lo mejor que puede aunque muchas noches no duerme. Esos mismos sueños le han obligado a apartarse de la gente. Es complicado tener intimidad con alguien cuando pasas media noche gritando mientras duermes y no puedes explicarlo sin que piensen que estás loco.

Charles no sabe aún en lo que se está metiendo. Para él, esto es solo otro psicópata asesinando mujeres en su ciudad. Hará lo imposible por detenerlo, pero no sabe que está persiguiendo. No aún.

Y por otro lado, tenemos al segundo protagonista de esta historia. Aidan Kelly, dueño de la librería El pergamino.

Veras, Aidan es alguien muy especial y su librería también lo es.

Aidan es un hada. Vivía en Nueva Orleans junto a sus padres cuando el Katrina se los arrebató. Aidan fue, entonces, a vivir a Chicago con sus abuelos paternos, los cuales se dedicaban a llevar la librería.

Lo que no sabía el chico es que la librería era una zona neutral, algo que en el mundo sobrenatural es sagrado. En una zona neutral, todo aquel que entre está obligado a no atacar a nadie ni a realizar nada que implique magia.

Y si alguien viene buscando protección allí, sea quien sea, se le deberá conceder.

Aidan acabaría siendo el encargado de proteger esa zona neutral un poco antes de lo esperado cuando su abuelo enfermó de Alzheimer.

Esa protección va en la sangre de su familia y son los únicos que la pueden activar

Aidan es un buen chico, atrapado en una herencia y una obligación que no desea pero que no puede abandonar. Ha tenido que dejar de lado su propia vida para seguir con el legado de su familia. Además, es empático. Puede ver y sentir cosas cuando toca a la gente o algunos objetos.

Tanto él como la librería tienen un papel importante, no solo en este libro, si no en la saga.

Aidan, también, es el único lazo entre la Comunidad Mágica y La Orden ya que ambos hacen negocios con él, al encargarles libros especiales.

Y hasta aquí los protagonistas. A parte de estos dos, que son los más importantes, hay otros personajes a los que prestar atención en el libro.

Quitando a Jack, podríamos contar con cuatro secundarios importantes y varios más de relleno que hacen bien su papel. Como son demasiados y si hablo de más de algunos te estropeo la historia, voy a hablarte de dos secundarios que tratan, sobre todo, con Aidan.

Uno de ellos es Julian Martin. Julian es un fantasma, un tipo que murió en el año 1850 a la edad de 25 años en Connecticut tratando de averiguar qué fue lo que mató a su mujer, Sarah.

Su esposa hizo un pacto con un demonio, cuando él tuvo un accidente y cayó de un caballo rompiéndose la espalda. Ella hizo el pacto (sin saber realmente lo que hacía) y Julian se recuperó, milagrosamente. Tiempo después, el demonio vino a cobrar su deuda y envió a un sabueso del infierno a por ella. Julian no supo del pacto hasta que, después de obsesionarse con el asunto e investigarlo, acabó encontrando a alguien que le explicó lo ocurrido. Su vida acabaría al recibir un tiro por la espalda, poco después de descubrirlo.

Su alma quedó ligada a un guardapelo que siempre llevaba consigo y que contenía un mechón de su cabello y del de su mujer junto con una foto de ambos. Ese guardapelo pasó de mano en mano sin que nadie supiera de la existencia del fantasma hasta que Aidan se lo encontró en un mercado callejero.

Lo compró con la intención de dar descanso a su alma pero Julian le convenció para que no lo hiciera y le dejara permanecer con él. El chico no tuvo corazón para negarse y Julian acabó viviendo en la librería en cuya caja fuerte se guardaba el guardapelo.

Aidan siempre teme que, un día, Julian se convierta en un poltergeist y pierda la cabeza. Eso es algo que les ocurre a los fantasmas que pasan demasiado tiempo en el mundo de los vivos. Y si eso pasara, él tendría que destruir el medallón antes de que el otro haga algo de lo que tuviera que lamentarse después.

El otro personaje secundario que vigilar es Rolf. Eric Rolf es un vampiro perteneciente al nido de Chicago y a las órdenes de Karl, su creador. Rolf nació en 1835 en San Petersburgo y fue allí donde conoció a Karl. Ambos dirigen su nido que actúa en la ciudad como una banda de moteros, Los vampiros, quienes distribuyen y venden armas y drogas por toda la zona.

Rolf también es el encargado de las relaciones públicas del nido con el exterior. Y el encargado de tratar con Aidan cuando su jefe le hace algún encargo. Ese trato ha hecho que le coja cariño al chico y eso, en un futuro, va a ser importante.

Con esto ya te he presentado a los protagonistas, a dos secundarios, sabes quién es el asesino (eso se descubre pronto, no te destripo nada, no te preocupes), sabes de que va la novela, más o menos… Espero que eso sea suficiente para que te animes a leerla y a descubrirla del todo, porque solo te he contado un mínimo porcentaje del total.

Además, descubrirás como está conectada a las demás.

Lo cierto es que cuando empecé a escribirla, no tenía intención de que fuera una saga. Iba a ser una historia única. Punto.

Durante la corrección, ya había empezado el borrador de la siguiente, Kamelot 2.0 y pensé que sería divertido poner un detallito sobre la nueva en la primera. Solo una cosita pequeña que pasara desapercibida hasta que leyeras la siguiente. Algo para los frikis de los detalles.

Que los hay. Yo soy uno de ellos.

Fue al acabar Kamelot 2.0 cuando decidí que podían estar en el mismo universo, que podían estar relacionadas y que ese mundo podía ser más amplio de lo que había imaginado.

Además, había encontrado a un malo perfecto y universal.

La Orden.

Ya te contaré más sobre Kamelot 2.0 y su relación con esta y las demás en otro episodio del podcast Mi aventura de escribir.

Mientras, espero que te animes a leer Jack T.R.

Puedes encontrarla en Amazon y en mi blog.

¡Nos vemos!

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Charles Andrews y sus poderes

Charles Andrews y sus poderes.

charles

Si eres de los nuevos que aún no se ha leído mis novelas no tendrás ni idea de quien carajo es Charles Andrews.

Estarás preguntándote… ¿Quién es ese fulano y por qué le haces una entrada a él y sus poderes? ¿Es un superhéroe?

Pues no. Charles era y es un tío de lo más normal.

Charles trabajaba de detective en la policía de Chicago, en Homicidios. Lo conocimos cuando llegó a su vida y a su mesa varios casos de asesinatos de mujeres a manos de un psicópata que resultó ser alguien más… complicado.

Pero Charles no solo es un detective. No solo investigaba los casos y no solo estaba ligado al asunto por su trabajo.

Charles soñaba con los asesinatos de esas mujeres.

Ese es su poder.

Durante siglos, los varones de su familia han sido poseedores del don de la premonición. En cada caso se manifestaba de una manera distinta, eso sí. Unos podían ver cosas con días o meses de antelación, otros con horas… Charles lo ve en el momento en que ocurre, no dejándole nada de tiempo para actuar.

En parte es esa la razón por la que se hizo policía. Y en una parte muy grande es la razón por la que su vida social es un puñetero desastre.

Sus premoniciones son, para más INRI, mediante sueños. Normalmente, se despierta gritando ya que ve y sufre el asesinato desde el punto de vista de la víctima.

Su última pareja seria se marchó a causa de esas pesadillas que ella pensaba eran a causa de su trabajo. Y él nunca la sacó de su error.

Lo que no sabe Charles es de donde salen sus poderes. Es algo que aprenderá en un futuro y no voy a destripártelo (creo que no lo he dicho antes… tampoco estoy segura XD) pero ya se comentará en algún momento y en alguna de las novelas.

Pero vamos a decir que tiene más que ver con la Comunidad de lo que él mismo piensa.

Sus poderes son lo que le hacen especial en más de un sentido. Esos poderes le hacen sentir empatía por las víctimas. Vive sus últimos momentos, su sufrimiento, su dolor, su desesperación. Ese poder le aterra y odia a partes iguales, ya que hace su vida más miserable.

Cuando acabé de escribir Jack T.R. mi primera idea era hacer la continuación. Había acabado tan encariñada con Charles y Aidan que quería seguir con ellos. Pero aparecieron Arthur y compañía y nunca terminé el borrador de esa continuación. Por ahí está guardado.

No tengo prisa. Reuniré a Charles y Aidan en un futuro porque ese es su destino. Pero no aun y no como lo tenía planeado pero volverán a verse las caras.

Y sé que mi librero se va a alegrar mucho.

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¡No te los pierdas!

 

 

Resumen semanal: última semana de enero

Resumen semanal: del 28 de enero al 1 de febrero.

resumen

Lunes.

En el post de esta semana te cuento mis planes de futuro y la de ideas que tengo para este año. Y esperando cumplirlas todas, claro.

 

Miércoles.

¡Último capítulo de Jack T.R.! 

Se acaba la historia. Averigua como acaba el asunto para nuestros protagonistas y que les deparara el futuro.

 

Jueves.

¡La nueva historia avanza!

Aunque sus personajes me tengan atascada porque no saben llevarse bien, su historia sigue avanzando. Aunque hay que trabajarla un poco más.

 

Viernes.

¡Se acabó la semana!

Pasa un buen fin de semana y nos vemos el lunes.

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Jack T.R. Capítulo 10 y final.

Capítulo 10

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Aidan estaba en su trastienda, frente a la estantería que se encontraba al fondo de la habitación. Movió tres grandes atlas (esos que su abuelo rescató del sótano de una iglesia y que mostraban la ubicación de varios lugares a los que el ser humano no debía ir jamás) para sacar una caja rectangular de madera oscura, cuya tapa tenía un manzano labrado en ella.

 

La abrió y colocó con cuidado el diario en su interior, envuelto en un trozo de tela blanco.

 

Mientras volvía a colocar la caja en su sitio y la ocultaba de nuevo tras los tres grandes atlas, deseó no tener que verlo nunca más.

 

Una hora antes tuvo la última visita de la policía. O, al menos, él esperaba que fuera la última.

 

Había vuelto a ser interrogado sobre Charles. Al parecer su nombre aparecía en los informes del antiguo detective y consideraron necesario ver si estaba relacionado con los recientes sucesos.

 

Si ellos supieran…

 

Los asesinatos de Jack y las muertes de la familia Henricksen en el incendio se habían convertido en un solo caso.

 

Por lo que había oído, los que fueran compañeros de Charles habían barajado primero la teoría de que Henricksen fue el asesino todo el tiempo, matando a su mujer y a su hija, además de al resto de las víctimas. Las heridas de Angela y el cuchillo encontrado entre los escombros y cenizas de lo que fuera el salón de su casa apoyaban esa teoría.

 

Pero el testimonio de un testigo que afirmaba haber visto el día del incendio a un hombre que coincidía con la descripción de Charles y la repentina desaparición del detective les hizo cambiar de idea.

 

Por lo que el ex detective entró en la lista de sospechosos y Aidan dudaba seriamente que saliera de ella algún día. No había manera de demostrar la verdad y Charles no iba a volver para defenderse.

 

La policía no tenía manera de saber lo ocurrido en realidad y que la niña estaba viva y a salvo, bien lejos de ahí. Aidan no quiso saber a donde la enviaba Charles y este no hizo ningún intento de informarle, pero si le aseguró que estaría con una buena familia y segura.

 

Habían transcurrido ya tres meses de todo aquello. El ex detective se marchó a la mañana siguiente del incendio, tras reunir unas pocas de sus pertenencias, su coche y la información que deseaba. Con la ayuda de Rolf y sus contactos pudo salir de la ciudad sin que las autoridades le descubrieran.

 

No era necesario ser un médium ni tener ningún don especial para notar la ira ciega y las ansias de venganza del hombre. El dolor que sentía por perder a sus amigos era inmenso, pero la frustración por no haber descubierto antes lo que aquel demonio hacía con su compañero le estaba matando.

 

No hubo modo de hacerle cambiar de idea cuando este le pidió ayuda para ponerse en contacto con La Orden para averiguar su relación con ella. Incluso Julian, que era bastante partidario de ellos, trató de disuadirle. Charles estaba convencido de que podría evitar otra desgracia así a personas inocentes si sabía cómo ver los indicios desde el primer momento. Que ese conocimiento unido a su adiestramiento como detective sería muy útil para salvar y proteger gente de una manera distinta a la que había usado hasta ese momento, ahora que no podía ser policía.

 

Y Aidan no pudo seguir negándose a darle lo que quería a pesar de que de esa manera Charles se convertía, sin saberlo, en un enemigo para él.

 

Le entristeció pensar que el expolicía pudiera mirarle de manera diferente si supiera su verdadero origen.

 

La Orden, como bien le dijo, no se detenía demasiado en pensar y juzgar antes de destruir cualquier cosa sobrenatural. Y, la mayoría de las veces, eliminaban inocentes sin una pizca de remordimientos.

 

Tenían información que muy pocas personas conocían sobre criaturas que nadie pensaba que existían siquiera y eso les hacía terriblemente peligrosos para gente como el librero.

 

Porque Aidan no era humano. Pretendía serlo, como muchos en esa ciudad. O en el mundo. Pero no lo era.

 

Él era un mestizo.

 

Siglos atrás, varias razas no humanas empezaron a vivir a escondidas en las ciudades, en los pueblos, sin que nadie lo notara. Al principio, solo se emparejaban con los de su misma especie, pero en algún punto eso cambió.

 

Hombres lobo, arpías, brujas, hadas… los mestizos fueron creciendo en número. Nacidos, la gran mayoría, con aspecto humano, pero con algún poder especial.

 

Gente como él llamaba especialmente la atención de La Orden. Más incluso que los mismos seres originales, ya que eran más vulnerables y se les consideraba una aberración. Unos traidores a su raza.

 

Pero, a pesar de esa amenaza, los mestizos no se rindieron. Crearon la contraparte de La Orden.

 

La Comunidad Mágica.

 

Una sociedad secreta y pacifica que se encargaba de mantener el anonimato de todos los seres sobrenaturales y mestizos en las ciudades a la vez que ocultaba sus secretos y su historia de quien pudiera usarlos en su contra.

 

Una sociedad que mantenía el equilibrio.

 

Era por ello por lo que existían lugares como la librería «El pergamino», por lo que había gente como Aidan y su familia. Ellos eran los encargados de evitar que ninguna raza, mágica o no, sobrenatural o no, tuviera más poder que las otras.

 

― Ey, ¿estás listo? — Rolf asomó la cabeza al interior de la trastienda y le miró, arqueando las cejas.

 

Aidan suspiró, regresando al presente y a la tarea que debía enfrentar ese día. Tenía una visita de cortesía que hacer al nido de vampiros, por poco que le gustara.

 

― Casi estoy. Dame un minuto y cojo mi chaqueta. — se alejó de la estantería donde había escondido el diario para dirigirse hacia otra, que estaba en la pared derecha de la habitación.

 

No estaba entusiasmado con hacer esa visita.

 

Los vampiros siempre habían sido cordiales con su gente. Sabían que La Comunidad guardaba el registro más completo sobre su historia, además de libros de hechizos ya olvidados que nadie usaba y a los que era muy aficionado su líder. Karl era muy consciente de ello y nunca disimuló su interés. El viejo vampiro estaba algo más que obsesionado con sus orígenes. Tal vez fuera porque su creador lo dejó a su suerte al poco de traerlo a ese lado. Tal vez no.

 

Pero a pesar de que su relación con el clan de vampiros local fuera bastante buena, seguía sin hacerle ilusión pasar no sabía cuántos días con ellos. También eran contrabandistas de armas y traficantes de drogas, lo que convertía su guarida en algo muy ruidoso e incómodo. No era el mejor lugar para ponerse a descifrar un manuscrito en russenorsk.

 

No era que le necesitaran para traducirlo, en realidad. Estaba seguro de que el mismo Karl podría leerlo mejor que él. El chico sabía que solo era una estratagema para no perderle de vista, después de lo ocurrido con el demonio. A su extraña manera, estaban preocupados por su seguridad.

 

― Está bien. — Rolf entró con cautela en la trastienda, como si esperara que algo le atacase. Aidan casi rio, sabiendo que aguardaba una emboscada del fantasma. ― Oye… ¿Y Julian? No ha aparecido para molestarme.

 

― Julian se ha ido. Hace una semana me pidió que quemara el relicario. — el vampiro le miró, parpadeando sorprendido al oírle.

 

― ¿En serio? ¿Y ese cambio de opinión? Pensaba que no quería irse.

 

― Llevaba una temporada comentándome que tenía problemas para materializarse y que cada vez le costaba más mantenerse corpóreo si hacia algún esfuerzo. — comentó, cogiendo una carpeta marrón de la estantería y guardándola en su mochila. ― Los últimos acontecimientos nos han afectado a todos un poco y creo que tenía miedo de desaparecer sin más o convertirse en un poltergeist.

 

― Lo imagino. Lo siento, era un tío majo… para ser un fantasma, claro.

 

― Lo voy a echar de menos, pero ya era su hora de pasar. Llevaba demasiado tiempo postergándolo.

 

― ¿Quieres hablar de ello? — ese ofrecimiento le hizo sonreír a su pesar. Rolf era de los pocos con los que trabajaba que podía casi considerar un amigo.

 

― Te lo agradezco, pero no. No es necesario.

 

Un suspiro triste se escapó del librero al pensar en el fantasma. Julian había sido su compañero durante años. Su marcha no iba a ser fácil de superar porque Aidan no se permitía a si mismo tener muchos amigos.

 

Cuando, una semana atrás, Julian le comunicó que quería irse no podía decir que le sorprendiera la petición. Había notado que cada vez discutía menos cuando sacaba el tema. Pero le dolió igual.

 

El fantasma había sido bastante claro al explicar sus razones, pero el chico sospechaba que existía algo más que le hizo cambiar de opinión.

 

Aidan salió de la trastienda, cerrando bien la puerta tras él y cogió su chaqueta y sus guantes de piel.

 

― ¿Y tu perro?

 

― Perra. La he dejado con los de la carnicería de la esquina. No podía dejarla sola sin saber cuántos días voy a estar fuera y ellos la cuidaran bien.

 

― Bien pensado. Con suerte esto lo traduces rápido. Ya sabes cómo es Karl para los negocios. Los quiere sin complicaciones y en el acto.

 

― Pues va a tener que ser algo más paciente con esto. No puedo traducirle ese manuscrito en un día, por muy corto que sea. Solo espero que sepa que no va a sacar nada en claro de eso.

 

Los dos salieron. El sol empezaba a ocultarse y la temperatura descendía rápidamente, haciendo que saliera vaho de sus bocas con cada respiración. La Ducati de Rolf les esperaba aparcada frente a la tienda, negra y reluciente. El vampiro hizo su acostumbrada revisión a los alrededores mientras Aidan se aseguraba que la alarma estaba conectada y todo quedaba bien cerrado con llave.

 

― Lo sabe. Solo es curiosidad. Sabemos que cualquier cosa «interesante» sobre nosotros no la va a encontrar en EBay, precisamente. — rio Rolf, encaminándose hacia su moto con el chico pisándole los talones. — Mientras se mantengan con vosotros y no con La Orden, estamos bien.

 

― ¿Por qué las prisas con este papel, entonces? — Aidan cogió el casco que le pasó el vampiro y se lo puso. Era negro y sin adornos. El de Rolf, por el contrario, llevaba el logo de la banda. La discreción nunca fue el fuerte de los vampiros, razón por la cual siempre había tantas leyendas sobre ellos. — Si sabe que no es nada transcendental ¿para qué quiere saber que hay escrito?

 

― Te comenté que Karl piensa que podría haber pertenecido a su creador, ¿verdad? Y ya sabes cómo somos con la «familia». — el chico asintió. Si, los vampiros eran muy posesivos con cualquier pertenencia familiar. Por muy ridícula que esta fuera. — Ahora, sube. Espero que esa chaqueta que llevas sea suficiente. Y agárrate bien.

 

Aidan no tuvo mucho tiempo para replicar antes de que el vampiro se lanzara a toda velocidad por su calle.

 

Odiaba ir con Rolf en moto. Siempre iba rompiendo el límite de velocidad y, podía ser que él fuera inmune a las caídas y se recuperara de cualquier herida en segundos, pero Aidan no lo era y no tenía ninguna intención de acabar estrellado en una cuneta porque Rolf disfrutara tanto de la velocidad.

 

Se agarró fuertemente a la cintura del otro para no caer y usó el más amplio cuerpo del vampiro para escudarse del viento y del frío. Su chaqueta era perfecta para esa época del año, pero no tanto como para ir en moto a toda velocidad. Oyó la risa de Rolf, amortiguada por el viento y el ruido del motor, cuando escondió las manos en los bolsillos de la cazadora de cuero del vampiro.

 

― Ni una palabra.

 

― No iba a decir nada.

 

Ninguno de los dos notó que estaban siendo vigilados.

 

Desde un anodino sedan negro, el doctor Morgan les observaba con unos prismáticos hasta que los vio desaparecer al doblar la esquina de la calle.

 

Se rascó la barba, preocupado. No contaba con el vampiro. Su idea principal había sido abordar al chico en cuanto saliera de la tienda, pero la visita del otro torció sus planes.

 

Cogió su teléfono móvil y usó la marcación rápida para hacer una llamada. Necesitaba nuevas órdenes.

 

― Si, soy yo. No he podido hacerme con el objetivo. Uno de los chupa sangres se lo ha llevado. ― rodó los ojos al oír lo que le preguntaban al otro lado de la línea. ― ¡Claro que estoy seguro! Es uno de los locales. No… No hay rastro del otro. ¿Qué queréis que haga?

 

Morgan frunció el ceño mientras escuchaba sus nuevas órdenes, frotándose la cara, repentinamente cansado. Le acababan de dar una larga guardia.

 

― Bien. Así será. Vigilare hasta que vuelva. Tal vez el otro aparezca antes. ¿Qué hago con el chico si no sabe nada o no habla?

 

Se estremeció mientras cortaba la llamada, las últimas palabras aun rondando por su mente.

 

La Orden había sido clara. Atrapar al chico, interrogarle y eliminarle.

 

Pero, sobre todo, atrapar y eliminar al traidor Charles Andrews.

 


 

¡Y se acabó! Espero que hayas disfrutado con la historia y que quieras seguir a Charles y más personajes en las demás novelas.

¡No te las pierdas!

 

 

Resumen semanal: última semana de enero.

Resumen semanal: del 21 al 25 de enero.

Lunes.

El post de esta semana va dedicado a los libros Elige tu propia aventura y a lo mucho que me gustaban.

¿Y a ti?

Miércoles.

¡Nuevo capítulo de Jack T.R.!

La historia está llegando a su fin. ¿Conseguirá Charles detener a Jack y salvar a sus amigos?

¡Averígualo!

Jueves.

Y seguimos con el nuevo proyecto.

Esta semana te enseño cómo creo mi universo y como encajo a mis personajes y sus historias en el.

¿Preparado?

Viernes.

¡Por fin es viernes!

Llega el finde y esta vez lo vamos a celebrar a lo grande.

¡El domingo es mi cumple!

Voy a celebrarlo a lo hobbit regalándote Jack T.R. y Kamelot 2.0 en Amazon.

Durante los días 27 y 28 los tendrás gratis en esa plataforma.

¡No te los pierdas!

Nuevo proyecto: Creando mundos.

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Nuevo proyecto: Creando mundos.

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El worldbuilding o la creación de mundos en literatura puede llegar a ser algo fascinante. Tanto que en ocasiones los escritores nos podemos perder en ellos.

Tanto en la literatura como en el cine, la televisión o los comics la creación de mundos es una parte importante, sobre todo en los casos de historias de temática fantástica o ciencia ficción.

Buenos ejemplos de eso son el universo Harry Potter, el de Star Wars o El señor de los anillos. Todos ellos con una creación de mundo de las de perderse en ellos durante siglos.

Y ese es el peligro, pasarte tanto tiempo planeando y creando tu mundo y tus personajes que nunca escribes la historia. Pasa y más a menudo de lo que creerías.

Lo divertido (y complicado) es crear un mundo de la nada. Eso es muy difícil ya que debes crear leyes para ese mundo, como si allí lo normal es que la gente tenga alas o vivan bajo tierra.

Lo normal es transformar un mundo ya creado y adaptarlo a tus ideas. Más rápido y sencillo. Igual que «cogemos prestadas» las normas y leyes de ese mundo también.

También se puede adaptar el mundo real a tu historia, encajando tus ideas y personajes a el mundo real y que no rechine.

Sobre este tema se pueden escribir cientos de post y nunca se acabaría de abarcar todo. Un día haré una serie de post sobre esto.

Hoy, vamos a lo que vamos.

Mi «mundo» es el mundo real adaptado. He cambiado las reglas del juego para que encajen en mi idea. Un mundo y un hilo temporal donde las criaturas mitológicas existen pero escondidas de la sociedad «normal».

En la nueva estoy creando comunidades dentro de las ciudades. Manadas de lobos escondidas en barrios residenciales donde solo pueden vivir ellos (solo les venden a ellos, de eso ya se encargarán los miembros que trabajen en ayuntamientos y sitios similares.)

Aquí unos pocos humanos privilegiados conocerán de su existencia, trabajando con la manada para mantenerles a salvo y ocultos a los demás.

Dentro de esos grupos existirán sus propias leyes. Si un lobo decide hacer algo que va contra la manada o provoca una situación que los ponga al descubierto, será únicamente juzgado por el Consejo de lobos. Dependiendo de la gravedad del asunto las penas pueden ir desde algún castigo tipo ayudas a la comunidad a el destierro o la muerte.

Como es lógico, mantener el secreto de su existencia a plena vista conlleva reglas muy estrictas que todos deben cumplir. Y una eficaz y rápida respuesta ante la desobediencia.

Fue ese el caso del lobo en el juego de Schrödinger, desterrado de su manada y su ciudad por poner en peligro la integridad de su grupo.

Siempre escucho eso de que para crear un mundo de fantasía, hacen falta una serie de normas o no resultara creíble. Lo tengo muy presente cada vez que escribo.

Así que… cuéntame… ¿Qué tienes en cuenta al crear tus mundos? ¿Qué reglas sigues y cuáles creas?

Por cierto, este domingo es mi cumple y lo quiero celebrar a lo hobbit, regalándote algo. El día 27 Jack T.R. y Kamelot 2.0 estarán gratis en Amazon. ¿A qué mola?

 

Jack T.R. Capítulo 9.

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Capítulo 9

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Charles llegó a su destino poco antes de que se le acabara el plazo que le había dado Jack. Aparcó su Chevrolet, apagando el motor con mano temblorosa, tomándose un minuto antes de salir. Necesitaba calmar sus nervios.

 

El asesino le había enviado a la avenida S. Ridgland. En específico a una de las múltiples y adorables casitas de dos pisos de ladrillo rojizo y tejado beige que formaban una larga fila por toda la calle.

 

La casa estaba rodeada por setos. Estos habían sido cortados en forma rectangular para ocultar la verja, aunque parecía que varias ramas habían empezado a crecer fuera del diseño principal.

 

Caminó sobre los cuatro ladrillos grises que componían el camino de la entrada y vio también signos de dejadez en el césped del pequeño jardín. Nadie había retirado la nieve de la entrada en días.

 

Observando con un poco más de atención notó también que las ventanas tenían las persianas echadas y el correo se amontonaba en el buzón.

 

Su preocupación y sus nervios aumentaron ante esos nuevos descubrimientos. Esa casa donde se encontraba era la de su compañero Henricksen.

 

Y por las señales que estaba viendo parecía que llevaran varios días fuera. En una casa donde vivían dos adultos y una niña pequeña debía haber más movimiento y ruido, no ese lúgubre silencio que parecía haber rodeado todo el lugar.

 

Daba la impresión de que la sombra del infortunio se hubiera posado sobre ella.

 

Eso le hizo sospechar. Creía que Henricksen había sido una elección de última hora del demonio para hacerle acudir a la cita, pero ¿y si le hubiera usado antes?

 

Ese pensamiento le puso los pelos de punta. ¿Significaba eso que Jack había seguido toda la investigación desde el principio? ¿Sabía, entonces, cada detalle, testimonio y pista que siguieron durante el proceso completo?

 

Si eso fue así no le extrañaba que jamás hubieran conseguido acercarse siquiera a él. Siempre estuvo ahí y no se habían dado cuenta.

 

Algo más que el frío le hizo estremecerse. La sola idea de que pudiera haber estado trabajando, codo con codo, con esa cosa…

 

Trató de sacudirse ese mal presentimiento. Al acercarse a la puerta de entrada comprobó que estaba entreabierta. Agudizó el oído y sacó su arma de la pistolera, asegurándose de que estuviera cargada primero. Oyó un leve rumor sordo, como de música, y unos gemidos demasiado bajos para ser notados desde la calle.

 

Empuñó su pistola y entró, lo más sigilosamente que pudo.

 

Había estado varias veces allí para cenar, cuando Angela le invitaba, siempre en navidades o Acción de Gracias. Decía que existían fechas en el año en las que una persona no debería pasar sola.

 

Era una mujer encantadora. Solo esperaba que estuviera a salvo, pensó mientras dejaba atrás el desastre que era el recibidor. El interior de la casa estaba revuelto, con signos de lucha.

 

La música que había creído oír se hizo más clara y pudo reconocer la canción. Era «The Ripper», de Judas Priest. Charles tuvo que reconocer que el cabrón tenía sentido del humor.

 

La música parecía proceder del salón, hacia donde se dirigió. No esperaba encontrarse con tan horrible espectáculo.

 

Jack estaba en el cuerpo de su compañero, de pie junto a la chimenea encendida. Esos odiosos ojos dorados le delataban. A su lado, amordazada y atada a una silla, se encontraba Angela, la mujer de Henricksen. Su habitualmente arreglado cabello rubio estaba revuelto y sucio, la ropa desgarrada y manchada de sangre. Por un segundo temió haber llegado demasiado tarde, ya que no se movía, pero el asesino la cogió bruscamente del pelo y le alzó la cabeza, sacándole un sollozo ahogado.

 

Todo a su alrededor parecía haber sido volcado o roto, llenando la alfombra burdeos de trozos de cristal y cerámica que brillaban a la luz de las llamas. Se encontraban de espaldas de la que debía ser la única ventana con las persianas levantadas de toda la casa, la cual daba al patio trasero.

 

No había rastro de la niña.

 

El bastardo le sonrió, usando el control remoto del equipo de música para apagarlo, cuando Charles sacó su arma y le apuntó con ella.

 

― Bienvenido, detective. Empezábamos a pensar que no vendría. Angie ya estaba impacientándose. — Charles jadeó al fijarse en la cara llena de cortes de la mujer.

 

Angela tenía numerosas heridas su torso y brazos que manchaban de sangre su camisa blanca y la falda gris que llevaba. Algunas solo eran meros arañazos, pero otras se veían terriblemente mal, más profundas y peligrosas. Estaba pálida y casi inconsciente.

 

Empezaba a dudar de que pudiera sacarla de ahí con vida.

 

― ¡Oh, lo siento! Estaba algo lejos de aquí. — ironizó sin dejar de apuntarle con su arma y acercándose un paso más. — Creí que yo era tu entretenimiento, Jack. ¿Por qué no les dejas ir a los dos?

 

― Tres. — le corrigió el asesino, jugando con su cuchillo. Era de hoja larga, ancha y empuñadura de madera, muy parecido al que encontraran anteriormente en la escena del crimen. ― Y no, detective. No sea tan arrogante.

 

― ¿Tres?

 

― ¿Te olvidas de la pequeña Lauren? — al ver la expresión de horror que compuso el policía cuando mencionó al bebe, Jack rio. — Tranquilo, ella será el postre. La tengo reservada para cuando acabe contigo. O tal vez te deje ver como la despedazo, mientras agonizas en el suelo.

 

― ¡Cabrón! ¿Dónde está?

 

Charles miró preocupado a su alrededor, buscando dónde podía haberla escondido. La casa tenía dos plantas y un desván.

 

Y la niña podía estar en cualquier sitio.

 

Mientras trataba calcular en cuál estaría y cuánto tardaría en encontrarla, miró a su compañero. Si Angela estaba mal, su marido no tenía mucho mejor aspecto. Podía ver las líneas de tensión en el rostro demacrado de Gordon. Su piel estaba cenicienta y cubierta de sudor, como si estuviera realizando un gran esfuerzo físico y su traje gris manchado con sangre.

 

Al notar el escrutinio, Jack sonrió torcido.

 

― Tu compañero está aquí. ― el asesino se golpeó la sien izquierda un par de veces con un dedo de su mano libre. Con la derecha seguía empuñando el cuchillo en la garganta de la víctima. ― Sigue tratando de escapar. No sabe que no le va a servir de nada. Solo va a empeorarlo.

 

― ¡Déjales ir! — chilló, preocupado por la seguridad de su compañero y su familia. ¡Maldita sea! La niña empezó a llorar en la habitación de al lado. Suspiró mentalmente de alivio. Ahora sabía que seguía viva y dónde. Solo necesitaba sacarla de ahí antes de que a ese animal se le ocurriera usarla. ― ¡Ya me tienes aquí! ¿Qué más quieres?

 

― ¿Qué quiero? — los ojos del demonio brillaron con una luz siniestra. ― Quiero que veas cómo tu compañero mata a su mujer mientras te cuento cómo le hice destripar a todas aquellas chicas. Eso para empezar.

 

― ¡Cállate!

 

― No sabes cuánto lo disfruté. — con una sonrisa diabólica hizo otro corte en el cuello a la mujer. ― Lo satisfactorio que fue volver a sentir la sangre en mis manos.

 

Esta gimió, la sangre brotando de la nueva herida con fuerza. Jack apretó el cuchillo en la tierna carne, haciéndola más profunda. Charles cargó su arma, horrorizado al pensar que podía haberle cortado la yugular, y disparó.

 

La bala alcanzó al demonio en el hombro derecho. Para sorpresa de Charles, Jack ni se inmutó. Se limitó a mirar la herida con expresión aburrida antes de alzar la vista hacia él.

 

― Disparar no le va a servir de nada, detective. No va a detenerme con eso. Y lo sabe.

 

El detective miró furtivamente hacia la ventana, recordando lo que Aidan y Julian le habían comentado sobre las posesiones. Jack tenía razón. Disparando solo había conseguido herir el cuerpo ocupado, pero no haría ningún daño al demonio.

 

Por suerte, tenían un plan… solo esperaba que funcionara antes de que alguien más muriera.

 

― Déjala ir. ¿Quieres contarme tus estúpidas historias? ¡Adelante! No la necesitas para eso.

 

― ¿En cuánto muera? No. ¿Ahora mismo? Te mantiene a raya un rato más. — Charles gruñó frustrado y volvió a desviar la mirada a la ventana, disimuladamente. ― ¿Está esperando a la caballería, detective?

 

― No hay ninguna caballería a la que esperar.

 

El demonio acarició el pelo de Angela con ternura una vez más, sus manos manchadas de sangre ensuciando las rubias hebras, antes de alejarse hacia la ventana. Charles no dejó de apuntarle con la pistola, siguiendo todos sus movimientos y vigilando de reojo la respiración casi inexistente de la víctima.

 

― Le voy a contar una historia, detective. — comenzó, apartando la cortina y mirando hacia el exterior. La nieve volvía a caer suavemente. ― Cómo conseguí escapar del Infierno donde estuve retenido durante doscientos años.

 

― No me interesa.

 

Jack soltó una carcajada, girándose hacia él.

 

― Oh, que descortés. ¿Por qué no? — cogió de nuevo el cabello de la mujer, tirando para hacerle levantar la cabeza. ― Tenemos tiempo hasta que Angela se desangre, ¿verdad, querida? Aún le quedan unos minutos.

 

― Sigue sin interesarme. — Charles trató de acercarse a la mujer, pero el asesino levantó la mano y le hizo retroceder con esa energía invisible. El policía jadeó, por el golpe y la sorpresa. Se alejó un par de pasos, aliviado al comprobar que en esa ocasión no le había dejado inmovilizado.

 

― No, no. Aún no le he contado como Gordon y yo matamos a esas mujeres.

 

― No te creo. Hubiera notado algo. Él hubiera dicho algo.

 

― Para nada. No podía. No iba a dejar que importunara mi juego con su estúpida conciencia. Le impedí acceder a esos recuerdos y lo mantuve en la ignorancia hasta que salía a jugar. Lo elegí a él desde el primer día.

 

― ¿Por qué? ¿Por qué a él?

 

― ¿Por qué no? Me pareció divertido usar a un policía para esto. Además, fue él quien rompió accidentalmente el sello que me mantenía preso. Se merecía el honor de ser mi recipiente.

 

El asesino le sonrió, siniestro, riendo por lo bajo mientras limpiaba el cuchillo con el bajo de su chaqueta, claramente divertido.

 

― Tú… tú, sin embargo, fuiste un plus en todo esto. — levantó de nuevo la vista hacia Charles, con los ojos dorados brillantes de la risa. ― ¿Quién iba a decirme que me encontraría con el único descendiente de quien me mandó a mi prisión? ¿Quien, además, era capaz de ver lo que hacía en sueños? Eso fue oro. Siempre he querido un testigo de mi arte.

 

― ¿Arte? — no quería ni tenía tiempo de analizar lo que el demonio había insinuado sobre su familia. ¿Descendiente de quién?

 

La expresión de asco del policía hizo sonreír aún más al otro. Era una sonrisa de orgullo.

 

― Si, arte. Entre los míos estoy considerado como un gran artista, detective. Cuando vuelva, seré aclamado, como lo fui hace doscientos años. Pero no tengo intención de regresar todavía. Hay tanto que hacer todavía…

 

Charles volvió a desviar la mirada a la ventana. Algo le había llamado la atención. Algo que llevaba esperando desde que entró a la casa. Se acercó otro paso al asesino, empuñando con más firmeza su pistola.

 

― No pienso permitirlo.

 

― ¿Y cómo vas a evitarlo? Cuando quiera puedo abandonar este cuerpo e irme de esta casa. Y jamás podrás encontrarme, no hasta que sea demasiado tarde.

 

― No, no puedes.

 

Fue ligeramente cómico ver al demonio parpadear sorprendido. Le vio cerrar los ojos y fruncir el ceño cuando no ocurrió nada.

 

― ¿Qué has hecho? — rugió. Charles sacó una bolsita de cuero del bolsillo de sus pantalones y la abrió, mostrándole al demonio lo que contenía, para luego desviar los ojos al suelo donde había dibujado una línea entre el monstruo y él. Era polvo de plata. Según Aidan, eso debería impedir que se acercara más a Charles y le dejaría un poco de margen para lo que tenía que hacer.

 

― ¿Yo? Nada. — el policía se encogió de hombros, intentando aparentar indiferencia mientras tiraba la bolsita de cuero al suelo. ― ¿Recuerdas que dije que no esperaba a la caballería? Eso era porque ya estaba aquí. Ha cerrado todas las salidas posibles para que tú no puedas ir a ninguna parte, bastardo. Y, ahora, estás atrapado.

 

Mientras él estuvo hablando con el asesino, distrayéndolo, Aidan había sellado con polvo de plata todas las ventanas y puertas de la casa.

 

Esa era la primera parte del plan.

 

Ahora debía funcionar la segunda.

 

Guardó su pistola y buscó en el interior de abrigo el papel que el librero le había dado antes de entrar.

 

Le dirigió una mirada desafiante al demonio antes de abrirlo, mientras rezaba para que eso funcionara. Si no lo hacía…

 

― Espero que tengas un bonito viaje hacia abajo. ― Charles empezó a recitar a toda prisa el exorcismo en latín que Aidan había encontrado entre sus libros.

 

― No voy a irme solo. — gruñó el demonio antes de clavar el cuchillo en su propio pecho.

 

― ¡Hijo de puta! — con horror vio como Jack sacaba el cuchillo de su cuerpo y se lo enseñaba, sin dejar de sonreír perverso para luego clavárselo a Angela. Ambas heridas sangraban sin parar.

 

― Ahora, detective si salgo de este cuerpo, tu amigo muere. De hecho, creo que ya está muerto. No noto su estúpido corazón latiendo.

 

Charles se obligó a dejar de mirar al que fuera su compañero durante años. Su amigo. La pena le inundó al recordar todas las veces que había estado en esa casa. La última fue para celebrar el nacimiento de la niña.

 

Dirigió una mirada triste a la pareja y siguió leyendo a pesar de que tenía la vista nublada por las lágrimas.

 

Jack, mientras, seguía buscando una manera de salir de allí, pero al tocar la ventana, se alejó siseando de ella como si le hubiera quemado.

 

Furioso, tiró todos los papeles y libros que había sobre una mesa, que cayeron entre la alfombra y la chimenea. Ninguno de los dos notó cuando empezaron a arder.

 

― Te lo advierto, pienso volver. ¡Y seguiré donde lo he dejado!

 

― Y te estaré esperando, cabrón. ― gruñó el policía antes de finalizar el exorcismo.

 

Aidan estaba fuera de la casa, esperando.

 

Tal como habían planeado, se dedicó a sellar las salidas de la casa con plata, como Julian y él habían leído en uno de los libros copiados a La Orden, mientras Charles entraba. Eso no solo encerraría al demonio en la casa, sino que también debilitaría notablemente su poder.

 

Ahora esperaba a que el policía saliera de allí vivo.

 

No quería ni pensar en lo que ocurriría si fallaba. Tenían un plan de reserva, pero no estaba demasiado seguro de que pudiera convencer a alguien de La Orden para que se ocupase de eso.

 

Tampoco quería pensar en lo que estaría sufriendo Charles al ver a su compañero poseído por ese monstruo.

 

Se estremeció al oír gritos, las voces de dos hombres hablando. El llanto de un bebe. Cosas cayendo al suelo y rompiéndose.

 

El cielo se nubló de repente.

 

El brillante cielo azul celeste con unas pocas nubes que hubiera unos segundos antes, se encontraba ahora cubierto de nubarrones negros de tormenta. Comenzó a nevar con fuerza. Aidan no tardó en empaparse, su ropa mojada pegándose a su cuerpo y haciéndole tiritar por el frío y el miedo al saber que ese fenómeno no era normal.

 

De entre esas nubes negras cayó un rayo, justo sobre el tejado y atravesó la casa, lanzando madera y tejas hacia la calle. El chico se vio obligado a alejarse con rapidez cuando los escombros amenazaron con caerle encima.

 

Y tal como comenzó, se detuvo todo. Las nubes se disolvieron lentamente, dejando de nuevo paso a un cielo despejado y azul. La tormenta paró, la temperatura subió varios grados…

 

Los minutos pasaban y Aidan se impacientaba cada vez más cuando vio humo salir por las ventanas de la planta baja de la casa. Oyó más ruido y más golpes procedentes del interior, preocupándole.

 

¿Qué acababa de ocurrir? ¿Qué era ese rayo? ¿Había acabado Charles con Jack? ¿O, por el contrario, el demonio había salido victorioso?

 

Una de las ventanas estalló, a causa del calor del fuego, llenando el porche de cristales y devolviéndole al presente. Los vecinos de las casas colindantes empezaron a gritar pidiendo ayuda y usando sus móviles para llamar a los bomberos.

 

Charles debía salir rápido de ahí o les iban a pillar.

 

Estaba a punto de entrar a la casa cuando la puerta se abrió y salió por fin el detective, con un bebe en brazos que lloraba sin parar.

 

Fue una imagen que impactó a Aidan. El aspecto sombrío del policía, vestido con su abrigo negro y llevando en un brazo al bebe envuelto en una mantita rosa.

 

Y a sus espaldas, las llamas devorando la casa.

 

Le vinieron a la mente las palabras de Julian sobre por qué alguien perseguía a lo sobrenatural, del por qué alguien se enfrentaba a algo tan terrorífico como demonios, fantasmas y monstruos sedientos de sangre. Y estaba seguro de que el detective acababa de cruzar esa línea.

 

Horas más tarde y ya a salvo en su piso sobre la librería, miraba las noticias mientras terminaba de ponerse ropa limpia que no oliera a humo. Charles estaba en la ducha. La bebe dormía plácidamente en su sofá, con Luna acostada en el suelo a su lado, como si su perra hubiera decidido convertirse en guardián de la pequeña.

 

En su televisor, una guapa presentadora del canal CBS narraba el suceso de una familia entera devorada por las llamas del incendio que había asolado su casa.

 

No decían nada de que el incendio había sido provocado y que las víctimas no habían muerto realmente por el fuego. Eso, imaginó el chico, solo lo sabía la policía y los bomberos, quienes trataban de evitar que el público supiera que sospechaban del compañero de la víctima.

 

Aidan se entristeció pensando en Charles, el cual no podría volver a trabajar como policía. Su vida ahí, tal y como la había vivido, estaba acabada. Ahora tendría que empezar una nueva, bien lejos de Chicago.

 

El hombre permitió ser acusado del asesinato de sus amigos por proteger esa ciudad de un demonio. Perdió su vida entera por mandar a ese monstruo de vuelta al Infierno.

 

Y había descubierto la pasada relación de su familia con La Orden.

 

Demasiado que asumir para una persona normal.

 

Pero, como dijo Julian cuando le conoció, Charles no era una persona normal.

 

 

 

 

 

Resumen semanal: tercera semana de enero.

Resumen semanal: del 14 al 18 de enero.

Lunes.

Empezamos la semana con un post sobre mezcla realidad histórica y ficción y la mejor manera de hacerlo. ¡No te lo pierdas!

Miércoles.

¡Nuevo capítulo de Jack T.R.!

Esta semana seguiremos a Charles quien regresa con Aidan y hace nuevos y nada divertidos descubrimientos sobre el caso.

Jueves.

¡El nuevo proyecto avanza!

Y mientras te cuento como hago para desarrollar las tramas y trabajarlas, parte muy importante del proceso.

Viernes.

¡Y por fin llega el viernes!

¡Feliz finde a todos!

Jack T.R. Capítulo 8.

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Capítulo 8

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― ¡Detective!

 

Aidan se quedó asombrado al ver como el policía entraba corriendo a su tienda y cerraba la puerta con fuerza, apoyándose en ella, jadeando. Estaba sudando, despeinado y mirando nervioso a su alrededor como si esperara un ataque en cualquier momento.

 

Era una suerte que no tuviera clientes en ese momento.

 

― ¿Qué ha ocurrido?

 

Charles no respondió. Había llegado allí corriendo. A mitad de camino pensó que ese monstruo le podía seguir y dio un rodeo a toda velocidad por los callejones. Se dirigió directamente al mostrador, buscando la botella de whisky que Aidan escondía debajo y se sirvió un vaso hasta arriba, que bebió de un solo trago. No fue suficiente para calmar sus nervios.

 

Al verle servirse otro vaso más, el librero se acercó y se lo quitó de las manos antes de que pudiera bebérselo, haciendo caso omiso a la mirada hosca del otro hombre.

 

― ¿Qué ha pasado?

 

― Lo he visto.

 

― ¿A Jack? ¿Te ha atacado? ¿Te ha herido? — le preguntó, alarmado, mirándole detenidamente, buscando cualquier indicio de heridas en el policía.

 

― Lo intentó. Me abordó en mitad de la calle… hablamos… desapareció en la nada…

 

El chico suspiró aliviado al oírle. Al menos no le había hecho daño.

 

― No me entiendas mal, me alegro de que estés bien y a salvo, pero… ¿para qué has venido?

 

― Después de que se fuera, encontré la petaca. Pensé que nadie más podría creer esto salvo vosotros. ― Aidan rio, vaciando el contenido del vaso en la maceta que tenía junto al mostrador y guardando la botella en su lugar. — No puedo resolver este caso y deshacerme de ese demonio sin ayuda.

 

― Me alegro de que la guardaras aunque me sorprende. — repuso el chico, poniendo el cartel de cerrado en la puerta y echando la llave. ― Creo que sería buena idea pedir algo para comer. No sé tú, pero yo a estas horas estoy hambriento.

 

El detective le observó descolgar el teléfono y pulsar la marcación rápida, revolviendo entre los papeles sobre el mostrador hasta encontrar el que buscaba. Un menú del restaurante China Express.

 

― ¿Comer? ¿En serio? ¡Son las nueve de la mañana!

 

― Si, comer. Tengo unos horarios muy raros para la comida. ¿Chino está bien para ti? Este sitio me sirve a cualquier hora. Ya les tengo acostumbrados a pedidos raros.

 

Veinte minutos más tarde estaban los dos comiendo, sentados en el mostrador. Casi no habían vuelto a hablar desde que llegara el repartidor con el pedido y, aunque no era un silencio incómodo, Charles seguía necesitando respuestas. Había regresado a la librería porque era el único sitio donde podría encontrar una manera de detener a ese monstruo.

 

― Por cierto… ― Aidan parecía levemente molesto, sin querer mirarle a los ojos y moviendo la comida, sin probarla. — Sé lo de tus sueños.

 

― ¿Perdón?

 

― Tienes sueños premonitorios, ¿verdad? Has estado viendo lo que hacía ese asesino todo el tiempo.

 

Charles tragó con dificultad el trozo de cerdo agridulce que se había pedido y lo miró con los ojos como platos.

 

¿Cómo podía saber eso?

 

― No te asustes. Ya te lo dije. Soy médium y empático. Cuando te fuiste… estuviste bebiendo, tocaste el vaso… al recogerlo me vino una visión. Lo siento. ― se apresuró a disculparse al ver la expresión de horror del policía. ― No lo hago a propósito. Vienen cuando menos me lo espero y no puedo controlarlas.

 

― Yo no… Nunca he hablado de eso con nadie.

 

― No debe ser fácil, lo sé. ¿Cómo lo explicas? — Aidan le miró, comprensivo. ― Yo solo tengo esas visiones a veces y son un dolor de cabeza. ¿Soñar con eso? ¡Buff! ¡Debe ser horrible!

 

El detective carraspeó.

 

Horrible era una palabra que se quedaba corta para definir lo que sufría con sus sueños, pero se acercaba bastante.

 

Decidió cambiar la conversación. No se sentía cómodo hablando de su don. Era algo demasiado íntimo.

 

― ¿Cómo sabes tanto de estas cosas siendo solo un librero? Y no me digas que leyendo.

 

El chico no pudo evitar reírse, a pesar de todo. Masticó el trozo de pato a la pekinesa que estaba comiendo, aprovechando para pensar qué podía decir o no al policía.

 

No era nada sencillo. Él guardaba muchos secretos que no le pertenecían.

 

― Pues aunque no te lo creas, si, la mayoría lo aprendí leyendo. Pero también de mis… «clientes», por así decirlo. Tengo una clientela algo especial.

 

― ¿Cómo el tipo de la sección de poesía? ¿El que te acompañó la última vez que nos vimos?

 

― Por ejemplo. Hace unos años, poco después de hacerme cargo de la librería y todo lo que conlleva, conocí a un miembro de La Orden.

 

― La has mencionado antes.

 

― Fue antes de que me pusieran en su lista negra, claro. Se dedican a tratar con cosas sobrenaturales. — Aidan hizo una pausa, mirando su plato y moviendo con los palillos la comida. — Son un poco radicales con sus métodos, eso sí.

 

― Vamos, que si algo como nuestro amigo Jack se sale del tiesto, ellos lo… ¿matan?

 

― En el caso de nuestro amigo Jack, no se podría. No creo que haya manera de matar a un demonio, pero sí de devolverlo a donde pertenece.

 

― El Infierno. — Charles puso los ojos en blanco al ver al chico asentir.

 

― Exactamente. Esta persona que conocí me encargó varios libros especiales y… yo soy muy curioso.

 

― Los leíste todos.

 

― ¡Por supuesto! ― exclamó Aidan. ― No todos los días se tiene la oportunidad de tener semejantes ejemplares al alcance de la mano. Y tomé notas. Nunca se sabe. Ya tenía a un fantasma en casa, ¿quién me aseguraba que no podía colárseme un demonio o algo peor? Necesitaba proteger la tienda.

 

― De repente, no me siento muy querido.

 

Julian apareció frente a ellos, haciendo un mohín y cruzado de brazos. Charles sonrió a su pesar al ver como Aidan se atragantaba con su comida mientras el otro golpeaba el suelo con el zapato.

 

― Sabes que no me refería a eso.

 

― Claro, claro… Bien, ¿qué me he perdido?

 

El fantasma estaba más corpóreo que cuando se fue. O eso le pareció al policía. Podía ver con más nitidez sus rasgos, que mostraban una vida al aire libre y bajo el sol, dado lo tostado de su piel y las arrugas de expresión. Le hacían parecer más mayor de lo que debió ser.

 

― Bueno, ¿y cómo mandamos a Jack al infierno?

 

― Eso no es tan simple, detective. Si la suposición de Aidan es verdadera y ese diario habla de nuestro amigo, no va a ser nada fácil. — el policía dejó los tallarines en el aire, mirándolos confundido.

 

― ¿Diario?

 

― El que mencioné el otro día. — explicó Aidan, dando un bocado a su pato a la pekinesa, gimiendo ligeramente al saborearlo. En ningún sitio lo hacían tan bien como en el China Express de su calle. — Perteneció a un miembro de La Orden. Al parecer lo localizó en Londres y le envió al Infierno.

 

― ¿Y cómo lo hizo?

 

― Usó un exorcismo especial, aunque no dejó constancia de cual.

 

― Y no tenemos a quien consultar cuál pudo ser, porque La Orden es muy quisquillosa con lo de compartir sus secretos. — gruñó Julian, mirándolos comer con envidia. Eso olía tan bien… y él sin poder comer. ¡Cómo echaba de menos la comida! ― Tendrás que revisar la reserva secreta. — añadió mirando hacia el librero. Este asintió, dando otro bocado.

 

― ¿Reserva secreta?

 

― A pesar de que La Orden no se fie un pelo de mí, siempre tengo material por si lo necesitan. Pero siguen sin querer venir a mi tienda.

 

― Sigues haciendo tratos con todo lo que matan y estoy seguro de que saben que te copiaste esos libros — rio el fantasma. — No te puede extrañar que no se fíen demasiado de ti.

 

― No con todo. — se defendió débilmente el chico, comiéndose el ultimo trozo de pato.

 

― Vampiros, lobos, el ogro de la semana pasada… ― enumeró con sorna. ― ¿Qué más quieres?

 

― Que piensen un poco antes de disparar, eso es lo que quiero. — suspiró el chico, levantándose y soltando el plato ya vacío en el mostrador. — No todo lo sobrenatural es malo, ¿sabes? Hay muchas criaturas conviviendo en paz y discretamente con los humanos.

 

Aidan se dirigió a la parte de atrás, seguido de cerca por los otros dos, hasta pararse frente a una estantería repleta de libros que estaba colocada al final de uno de los pasillos. Al tirar de «Guerra y paz», la estantería se movió, dejando la entrada clara a otra habitación, casi tan grande como la misma tienda.

 

― ¿Guerra y Paz? ¿En serio?

 

― ¿Qué? Es el único libro que sé que nunca me van a pedir. Los niños de ahora no leen algo tan largo.

 

Charles contempló asombrado la cantidad de objetos extraños y libros antiguos que atestaban la habitación. Había estanterías repletas, cajas, baúles, un par de espejos, vitrinas llenas de pequeños objetos como collares y relojes…

 

― ¡Espera, espera! ― los tres se pararon en seco bajo el umbral de la puerta. ― ¿Hay vampiros en la ciudad? — tanto Aidan como Julian rieron.

 

― ¡Pobre iluso! Estás hablando con un fantasma sobre como atrapar a un demonio y aun preguntas si hay vampiros.

 

― Deja de molestar al detective, Julian. ― regañó distraído el librero, buscando en una estantería particularmente llena. Casi daba la impresión de que iba a caerse del peso de los libros que tenía encima y todos parecían ser muy antiguos. ― No ayudas.

 

― Soy un fantasma. Mi trabajo es encantar cosas, no ayudar.

 

― Aún puedo quemar el guardapelo, tú sabes…

 

― Capullo.

 

― Ayuda y calla, anda. — el policía les observó, ligeramente divertido. Esos dos parecían un matrimonio discutiendo. Le recordaba a Henricksen y él cuando no tenían que trabajar en casos muy graves.

 

― ¿Siempre estáis así?

 

Aidan rio por lo bajo y siguió revisando libros sin responder mientras el detective se entretenía con el viejo diario que el chico había rescatado semanas antes y que acababa de entregarle.

 

― ¿Por qué hay gente que se dedica a esto? — preguntó Charles, buscando la página del diario que hablaba de Jack.

 

― ¿El qué? ¿Cazar estas cosas? — preguntó a su vez Julian, adivinando a que se refería. — No lo sé. Todos entran por una razón. Y no tiene nada que ver con el dinero, la fama ni nada de eso. — terminó, con tono amargo.

 

― Se refiere a que todos los que entran en la caza han tenido un encuentro nada agradable con algo sobrenatural. — el fantasma resopló.

 

― Me refiero a que todos los que hemos perdido a alguien por culpa de esas cosas tenemos una buena razón por la que entrar en esto. Y es por la única por la que se sigue. Tienen suerte de que muriera antes de poder cazarles.

 

― ¿A quién perdiste? — la mirada de Julian cambió de dura a triste en un segundo.

 

― Mi mujer. Hizo un pacto y vinieron a cobrárselo.

 

― Eso es… wow… lo siento. — murmuró sin saber que más decir. Sinceramente, no había entendido del todo lo que implicaban las palabras del fantasma, pero pensó que no sería buena idea preguntar más. Aidan pareció leerle el pensamiento porque dejó de buscar un segundo para aclararle la duda.

 

― Con lo de pacto se refiere a que negoció con un demonio. Su alma por lo que quisiera. Dependiendo del contrato que se firma, tienes un número determinado de años antes de que vengan a llevarte con ellos al Infierno.

 

El detective parpadeó un par de veces, sin palabras. Si lo que acababa de oír era cierto…

 

– ¡Un momento! Si existe el Infierno, ¿también el Cielo?

 

― No tengo ni idea. Nunca me he cruzado con alguien que lo haya visto. — ironizó el fantasma, cruzándose de brazos mientras observaba como Aidan pasaba a otra repisa para seguir buscando. — De ahí, si es que existe realmente, no se sale.

 

― ¿Y por qué quieres quedarte aquí? Si te vas, irías al Cielo, ¿no?

 

― Lo dudo.

 

― Si que iría.

 

Julian y Aidan intercambiaron una mirada y algo muy parecido a una discusión silenciosa que acabó con el librero resoplando y volviendo a su tarea de buscar. Ya había apartado tres viejos y enormes libros.

 

― Eso no lo sabes. También hice suficientes cosas malas como para no entrar.

 

― Eso sí que lo dudo mucho. — por el tono hastiado del librero, Charles supuso que esa discusión se había repetido varias veces.

 

― ¡Nah! De todas maneras, no quiero ir. Allí no hay nada que me interese ver.

 

― Y tu mujer…

 

― Mi mujer está quemándose en el Infierno. — contestó cortante el fantasma. ― Ella hizo un pacto. No hay salvación para quien vende voluntariamente su alma a un demonio. Y esos cabrones saben cómo cobrarse los intereses después.

 

― Lo siento.

 

― No lo hagas. Fue su decisión. — la voz del fantasma era tan amarga como la hiel y le hizo desviar la mirada hacia el diario. — Una decisión estúpida.

 

― ¿Por qué vendió su alma?

 

― Tuve una mala caída cuando llevaba el rebaño del prado a casa. Me rompí la espalda y el médico dijo que no sobreviviría. Al día siguiente de su visita, me recuperé. Inexplicablemente. — Julian se encogió de hombros, mirando hacia el detective. ― La gente pensaba que era un milagro. No lo fue.

 

― ¿Qué pasó?

 

― Lo que tenía que pasar. Con un pacto tienes un tiempo límite hasta que recojan el pago. Unos años después, Sarah salió de la casa y no volvió. La encontré cerca del rio, despedazada como si la hubiera atacado un animal grande. Pero las heridas no concordaban con nada que yo hubiera visto antes. Eran demasiado grandes para un lobo o un oso y no había huellas por ninguna parte.

 

Julian suspiró, visiblemente incomodo con la conversación. Compuso una sonrisa cansada antes de volver a hablar.

 

― Mirándolo por el lado positivo…

 

― ¿Tiene lado positivo? — Julian soltó una carcajada, que no sonó del todo forzada.

 

― Siendo un fantasma durante tantos años pude descubrir el misterio de la muerte de mi esposa. — se encogió de hombros de nuevo y volvió la mirada hacia Aidan, que le observaba con una sonrisa triste. — He podido ver como cambiaba el mundo, a veces para bien y, bueno… puedo molestar a este cuando me aburro, asustar clientes, poseer gente… aunque eso último te deja siempre para el arrastre. No compensa demasiado.

 

― Gracias. Me encanta ser una parte tan importante de tu no vida, Julian. — ironizó el librero, aguantando la risa.

 

― Suficiente charla por ahora. Tenemos que centrarnos en acabar con este demonio. Necesitamos localizarlo y retenerle el tiempo suficiente para exorcizarle y mandarle de vuelta al hoyo.

 

― ¿Y cómo vamos a hacer eso?

 

― Eso, detective, es una buena pregunta. Está claro que la tiene tomada contigo. Estoy bastante seguro de que volverá a intentar atacarte.

 

― Genial. — ironizó el policía.

 

― Hay que usar eso a nuestro favor.

 

― No me gusta la idea de que le usemos de cebo.

 

― A mí tampoco. — Charles se unió a la protesta de Aidan.

 

― Es lo que hay. A menos que tengáis una sugerencia mejor, claro.

 

Gordon Henricksen miraba preocupado su móvil sin decidirse a realizar la llamada.

 

No había visto a su compañero desde el día anterior y, cuando llegó a la cafetería, este no estaba por ninguna parte. Según la camarera ni siquiera había aparecido. Eso no encajaba con él. No solía desaparecer sin dejar ni rastro.

 

No sin avisar o dar un motivo. Y ya era la segunda vez esa semana que le hacía lo mismo.

 

Su compañero era muy predecible. Después de un caso donde estuvieron ambos amenazados de muerte por un asesino al que encarcelaron y que consiguió escapar, dándoles un susto considerable, acordaron que siempre estarían localizables.

 

Esa era una de las razones por la que le gustaba trabajar con él. Con Charles no había sorpresas ni avisos de última hora diciendo que estaba enfermo o excusas similares. Si no recordaba mal, no había faltado a trabajar ni un día desde que eran compañeros.

 

Así que, cuando se esfumó sin decir absolutamente nada, Gordon empezó a preocuparse. Y la cosa empeoró cuando regresó a comisaría desde la escena. Nadie lo había visto en todo el día.

 

A esas alturas ya empezaba a asustarse de veras.

 

Pero aún no veía una razón válida para llamarle. ¿Qué iba a decirle?

 

¿Perdona, pero como desapareciste sin decir nada me asusté?

 

Iba a parecer su madre o algo por el estilo. Otra vez. Y Charles se estaría burlando de él durante meses.

 

Gruñó una maldición y se guardó el móvil en el bolsillo interior de la chaqueta. Más le valía estar bien y tener una muy buena excusa para preocuparle de esa manera o le patearía el culo en cuanto le encontrara.

 

Bostezó y entró al baño. Al verse en el reflejo del espejo casi se asustó por lo que vio. Llevaba noches sin dormir bien a causa de la niña, pero también había tenido un par de veces que no recordaba cuando se levantó a mirar a la niña ni cuando regresó a la cama. En esas ocasiones se despertaba desorientado y más agotado que cuando se fue a dormir.

 

Estaba claro que necesitaba unas vacaciones. El cansancio le afectaba más de lo que deseaba reconocer.

 

Tan distraído estaba que no vio el pequeño chispazo negro que salió de su móvil en el bolsillo.

 

La habitación empezó a oler raro, como a huevos podridos y se giró buscando el origen de la peste, pensando que alguien debía haber tirado algo de comer allí y se había podrido.

 

La pequeña chispa que había salido de su móvil se arremolinó frente a él, convirtiéndose en un haz de luz negra que impactó contra sus ojos. Era como una especie de energía extraña que entró en su cuerpo y se adueñó de él.

 

Sin poder hacer nada para evitarlo, una presencia hostil le empujó y arrinconó en su propia mente dejándole solo como un mero espectador.

 

Estaba recluido en su propio cerebro.

 

Con horror sintió sus manos moverse sin su permiso, cogiendo de nuevo el teléfono y abriéndolo para llamar. Se oyó a si mismo hablar, vio su propio reflejo en el espejo del baño, la sonrisa aterradora que sus labios dibujaron, sus ojos tornándose dorados.

 

Sorprendido e impotente, oyó su propia voz tendiendo una trampa a su compañero.

 

La presencia fue muy clara con sus intenciones y disfrutó de su terror cuando le informó.

 

Charles estaba tratando de terminar de leer el diario cuando su móvil sonó, interrumpiéndole a él y a los otros dos que seguían discutiendo sobre cosas que prefería no saber que eran. Llevaban por lo menos una hora echándose puyas el uno al otro sobre anécdotas del pasado que implicaban, en su mayoría, al fantasma metiendo en líos al otro por asustar a los clientes más jóvenes.

 

Contestó distraído, sin mirar el número del identificador de llamadas.

 

― Detective Andrews.

 

― Charles. ― reconoció la voz de su compañero enseguida, sintiéndose culpable por no haberle avisado de donde estaba. Era la primera vez en años que faltaba al trabajo.

 

Sin embargo había algo que no estaba bien y que le puso alerta. Su compañero normalmente solía llamarle Charlie o Andrews.

 

Nunca Charles.

 

― ¿Henricksen? ¿Ocurre algo?

 

― Nada importante, detective. Solo estoy aquí pasando el rato con su amigo. — el terror le congeló, sintiéndose temblar un poco. Ese tono… era el del asesino.

 

― ¡Déjale en paz! — tanto Aidan como Julian se acercaron raudos a él, con sendas miradas preocupadas.

 

― ¡Ah, ah, detective! — el muy bastardo rio. Una risa de loco que no casaba para nada con la voz del Henricksen que él conocía. ― Sea bueno o se lo devolveré en pedacitos, como hice con aquella chica. Un día el hígado, otro podría ser un brazo… incluso podría mandarle por piezas y mantenerle con vida. Sería como un rompecabezas.

 

― ¿Qué es lo que quieres?

 

― Eso me gusta más. Veo que su amigo tiene una familia adorable. Lamentaría mucho que sufrieran por su culpa, así que haga lo que le digo y todo irá bien.

 

Charles ahogó un gemido al pensar en ese monstruo cerca de la pequeña hija o de la esposa de su compañero.

 

― Está bien.

 

― Voy a darle una dirección y le quiero allí en menos de una hora o haré que su amigo destroce a mi siguiente víctima, la cual, por cierto, usted conoce muy bien. Y después le destriparé a él. Me gusta hacer honor a mi nombre.

 


 

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Resumen semanal: segunda semana de enero.

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Resumen semanal: del 7 al 11 de enero.

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Lunes.

En el post de esta semana te hablo sobre los personajes de El Guardián. Ven a conocer a Paul y Alger, protagonistas de la novela y dos bichos de lo más encantador XD

Los personajes de El Guardián.

 

Miércoles.

¡Y nuevo capítulo de Jack T.R.!

Esta semana Charles cada vez está más liado y confundido y más asustado también. Y no es para menos, ya que debe volver a vivir uno de los asesinatos de Jack.

¿Qué hará?

Jack T.R. Capítulo 7

 

Jueves.

Esta semana te cuento más sobre mi nuevo proyecto y los personajes que van a participar en él. Cómo y de dónde han salido y el desarrollo de sus personalidades.

Creando personajes para el nuevo proyecto

 

Viernes.

¡Por fin es viernes!

¡A disfrutar del finde todos!