El diario de Charles. Capítulo 13.

¡Vamos a por otro mini capítulo del relato!

¡Esto se pone interesante!


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El diario de Charles Capítulo 13

Le habían descubierto.

Estaba seguro de ello.

Lamentablemente, dudaba de que estuviera siendo paranoico.

Hacía días que le mandaban a hacer las tareas más absurdas, manteniéndole durante largos periodos de tiempo lejos de su habitación.

Estaba seguro de que usaban ese tiempo para registrarle a fondo pero no iban a encontrar nada. No era estúpido e iban a lamentar subestimarle de esa manera.

Pero en ese momento le preocupaba más el averiguar cómo salir de ahí sin que acabaran con él.

Había usado sabiamente el tiempo en sacar y poner a salvo una gran cantidad de información. Estaba toda bien oculta en varias taquillas y apartados de correos de una decena de ciudades diferentes. Aprovechó las misiones para conseguirlo.

La información se encontraba a salvo.

Él, no tanto.

  •  ¡Ey, Andrews!

Charles se volvió, preocupado al reconocer la voz. Era Rhodes acompañado por otro hombre, mucho más joven. No lo reconoció del centro. Seguramente era algún novato o alguien enviado para llevar algún recado.

  •  ¿Si?

  •  Necesito que me hagas un favor. – Oh… eso no sonaba bien. – Quisiera que acompañaras al joven Colby a la ciudad. Es la primera vez que viene y tiene que entregar un paquete a un aliado. Es algo muy importante y delicado. No quisiera que se perdiera…

El ex policía observó al chico detenidamente. No aparentaba más de veinticinco, con el cabello castaño largo hasta los hombros, los ojos marrones y barba oscura. Era casi tan alto como él, pero más delgado y de musculatura muy marcada. Estaba muy en forma.

Su físico y su expresión, prácticamente vacía, no le decían mucho. Sin embargo si notaba un aire animal y peligroso en él. Era demasiado silencioso, sus andares eran demasiado suaves y agiles.

Había algo no humano en ese muchacho.

Era obvio que se trataba de una trampa. Había llegado el momento de librarse de él. Pero no contaban con un pequeño detalle.

No pensaba ponérselo fácil.

  •  Por supuesto. Lo acompañare encantado.

¡Feliz San Valentín!

¡Hasta la semana que viene!

 

 

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El diario de Charles. Capítulo 12.

¡Vamos a por otro capítulo de El diario de Charles!

¡Espero que os guste!


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El diario de Charles

Las Reliquias…

Nunca antes de ese día había oído sobre ellas pero pasaba las horas buscando todo lo que pudiera encontrar sobre ellas.

En los últimos días había aprendido mucho sobre el tema.

Las reliquias estaban formadas por tres objetos sagrados de la religión cristiana.

La Lanza del destino, esa que los romanos usaron para matar a Jesús en la cruz y que acabó bañada con su sangre.

El cáliz usado en la última cena y que Jesús compartió con sus discípulos.

Y las 30 monedas de plata que Judas recibió por vender a Jesús.

A cada objeto se le otorgaba unos poderes mágicos especiales.

De la Lanza se creía que daba la victoria a quien la llevara en una batalla. Se decía que Hitler la robó de un museo en Austria, pero que después fue robada de nuevo por no se sabía quién.

Del cáliz, que otorgaba la vida eterna a quien bebía de él.

Y las monedas protegían de todo mal a su poseedor.

Pero como todo objeto mágico, tenían trampa. Ninguna de ellas dura para siempre en poder de nadie. Siempre acababan «perdiéndose» misteriosamente, atrayendo solo desgracia y mala suerte a sus antiguos dueños.

Sus investigaciones le habían llevado también a descubrir que la Lanza ya no se encontraba completa.

Alguien o algo la había dividido y una mitad se acabó usando para crear Excalibur (si tenía en cuenta su sueño, podía averiguar dónde estaba) y la otra fue entregada a un berserker y desapareció del mapa por siglos.

Charles ni siquiera sabía qué demonios era un berserker. Tenía que ponerse a investigar sobre eso también más tarde.

Otra cosa más, que parecía haber pasado desapercibida por todos era esa pequeña facción que operaba a escondidas de todos y para su propio beneficio.

Y esto resultó ser el descubrimiento más preocupante. Ese pequeño grupo se extendía como una enfermedad silenciosa entre los miembros y había llegado a un punto en que no estaba seguro de quien era o no parte de ellos.

Ese grupo era aun más peligroso que la misma Orden. No solo querían acabar con todo lo sobrenatural y mágico de la Tierra.

Querían conquistarla.

Casi creyó que era un chiste… sonaba demasiado a malo de película antigua. Pero resultó ser terriblemente real.

Ya tenían gente en según qué posiciones de poder… esperando…

Se dio cuenta, mientras escondía toda la información que llevaba semanas robando, que ya no se trataba de mantener solo a sus seres queridos a salvo.

Ya se trataba de mantener a salvo al mundo entero.

Necesitaba ayuda.


¡Recuerda que ya viene San Valentín!

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¡Ya estás tardando!

El diario de Charles. Capítulo 11.

¡Y vamos a por otro capítulo!


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El diario de Charles

Charles llegó por los pelos al baño de su habitación.

Dos minutos más y hubiera vomitado en los pies de Jason.

Si había tenido dudas alguna vez en esos meses sobre si debía o no estar ahí, ya estaban despejadas.

Ese día fue una pesadilla de principio a fin.

Jason le pidió esa mañana que lo acompañara a una cacería. Una cosita simple, le dijo. Solo un cambia formas que había atacado a unos humanos mientras estaba en su forma animal.

Una cosita simple…

El cambia formas resultó ser un chiquillo de dieciséis años. Cuando se enfadaba o se ponía nervioso se convertía sin querer en una copia del perro de su vecino, un pastor alemán enorme que tenia atemorizado a medio barrio.

Solo un crio que no sabía que ocurría con él y con su cuerpo.

Y Jason le pegó un tiro con balas de plata. Un tiro directo a su cabeza y el chiquillo cayó al suelo sin vida.

Luego, como si no hubiera quitado la vida a un niño, Jason cogió el cuerpo, lo metió en una fosa, le roció gasolina y le prendió fuego.

Charles prácticamente se arrancó la ropa y entró en la ducha. Olía a humo y carne quemada.

Iba a vomitar de nuevo.

El veterano fue recibido en la fábrica como un héroe, con palmaditas en la espalda y una cerveza fría.

Había matado a un niño.

Se frotó el cuerpo con fuerza, intentando borrar de su piel el olor y la memoria. No podía dejar de ver los ojos muertos del niño.

Ese niño que solo necesitaba quien le echara una mano con sus poderes y no un tiro en la cabeza.

Hasta ese momento no se le había ocurrido pensar en que pasaba con aquellos que nacían sin saber que eran, aquellos que estaban solos y asustados, ignorantes de que les hacia diferentes y como vivir con ello.

Ahora sabía que algunos acababan como aquel chico. Muertos solo por ser distinto.

¿Cómo podía seguir pensando en ser parte de una organización que mataba por ese motivo sin distinguir bien de mal?

Cuando salió de la ducha, una idea iba formándose en su cabeza. Aun necesitaba saber más. Necesitaba más información, más datos.

Pero una cosa era segura.

Él ya no trabajaba para La Orden.

Ahora lo hacía para él mismo.

 

El diario de Charles. Capítulo 9

¡Nuevo capítulo del relato!

A ver que le ocurre esta vez a Charles…


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  •  ¿Quién eres?

Charles sabía que estaba soñando. Lo sabía porque recordaba perfectamente haber ido a dormir a su pequeña habitación en el complejo de La Orden donde vivía en esos días.

Pero, en ese momento, se encontraba en un terreno baldío, solo tierra oscura y piedras. Un lugar con el cielo cubierto de nubes grises de tormenta donde no había nada a la vista.

Salvo un chico.

Un muchacho con cabello oscuro y ojos celestes que le observaba con inquietante calma mientras sujetaba una enorme espada en sus manos.

Parecía tan fuera de lugar, con su traje azul oscuro y sus zapatos brillantes en ese sitio tan polvoriento y sucio.

  •  ¿Que hago aquí? – volvió a preguntar.

El chico siguió sin contestar. Alzo la espada al cielo y un relámpago rompió el cielo.

El rubí de la empuñadura brilló con la luz del relámpago y los ojos del chico se volvieron negros.

No negros enteros, como los de un demonio. Simplemente pasaron de celestes a negros.

Su traje se transformó en una armadura, abollada y usada, su abrigo mutó a una capa azul y en su cabeza apareció una corona.

  •  Charles… necesitamos tu ayuda… – llamó con voz profunda.

Charles despertó bruscamente, jadeando y sudando frío.

Conocía esa sensación.

Demasiado.

No había tenido sueños premonitorios desde los asesinatos de Jack.

Este fue distinto, ya que no hubo muertes y no lo vio todo desde los ojos de otra persona.

Pero la sensación era la misma.

El chico le había atraído al sueño solo para hablarle.

¿Quién era? ¿Que quería?

Decía que necesitaba su ayuda… ¿para que?

¿Y como iba a averiguarlo?

Cansado y con dolor de cabeza por todas esas preguntas sin respuesta decidió bajar a desayunar.

En un par de horas debía entrar a su turno así que tenía tiempo de sobra para ducharse y tomar un par de cafés.

Bajo al comedor y se sentó junto a un par de compañeros que comentaban las noticias del periódico.

  •  ¡Vaya! Parece que el principito mimado de Nueva York ha vuelto. – exclamó uno con tono molesto.

Charles alzó la mirada y casi se atragantó con su café al ver la foto que señalaba el otro hombre.

¡Era el chico de su sueño!

Le arrebató el periódico ganándose unos cuantos insultos.

Pero no los escuchó. Lo único que podía era mirar la foto y leer el titular de la noticia.

«El heredero de empresas Kamelot, Arthur P. Drake, regresa a casa.»

  •  Kamelot…

 

 

El diario de Charles. Capítulo 8.

El diario de Charles

¡El primer capítulo del año!

¡Vamos allá!


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El diario de Charles
  •  ¿De dónde sacaste el exorcismo?

Charles rodó los ojos, hastiado. Esa era la cuarta vez esa semana que alguien le preguntaba “casualmente” sobre el exorcismo que usó contra Jack.

No tenía idea porque era tan especial pero no iba a decirles de donde había salido.

  •  Me lo dio un párroco. – contestó.

Como las otras tres veces consiguió el mismo gesto de incredulidad y fastidio por parte del otro.

Desde su entrevista con Rhodes no paraban de intentar sacarle detalles sobre Jack y todo lo ocurrido. No había mucho que ocultar pero tanta insistencia resultaba molesta y sospechosa.

Estaba más y más decidido a no revelar la verdad.

Y más decidido a averiguar que querían de Aidan.

En las últimas semanas, Charles había centrado sus esfuerzos en acumular informes y fichas antiguas y modernas sobre todo lo referente al chico, su familia y Jack.

Sabía que lo tenían fuertemente vigilado. Existían notas con sus horarios, rutinas y costumbres. Sus aliados, visitas, clientes…

Hasta sabían en que centro estaba ingresado su abuelo.

Resultaba aterrador.

Le debía la vida al muchacho y, cada día, lamentaba más no haberle escuchado cuando le pidió que se pensara buscar La Orden.

Pero quería venganza… aun la deseaba.

Igual que ansiaba ser capaz de proteger a sus seres queridos. Por Patrice… por Lauren…

Tenía que protegerlas. A cualquier precio.

Aunque para ello tuviera que trabajar con una gente que no le daba ninguna confianza. Incluso si no estaba seguro de que pudiera trabajar con ellos.

A veces sentía que La Orden eran los verdaderos demonios y no Jack.

 

 

El diario de Charles. Capítulo 7.

¡Nuevo capítulo!

Vamos a ver que más averigua Charles en sus primeros días en La Orden…


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El diario de Charles

Charles cerró molesto y frustrado la última carpeta, dejándola caer en el suelo junto con otras, formando un pequeño montón.

Eran informes sobre viejos casos de La Orden, todos situados a finales del siglo XIX y en Inglaterra. Más o menos por la misma década en que Jack empezó a asesinar.

Pero ninguno decía lo que le interesaba.

¿Qué relación tenia Campbless con él?

Registrando las dos bibliotecas y colándose en un par de despachos en los que no debería ni asomarse había encontrado cinco informes sobre casos similares al de Jack.

Pero solo eso. Similares.

El verdadero informe sobre Jack no estaba a mano de cualquiera. Le habían dicho, y bien claro, que no tenía ni autoridad ni rango para acceder a esa clase de archivos.

Eran clasificados y solo disponibles a altos mandos.

¡Él había luchado con ese maldito demonio! ¡Lo envió de vuelta al Infierno!

¡Tenía derecho a leer ese informe!

Gruñendo, recogió las carpetas y se dirigió hacia la biblioteca para devolverlas. No quería que le hicieran preguntas molestas antes de poder encontrar lo que quería.

  •  ¡Eh, novato!

Charles se giró y vio a Jim acercarse a paso ligero hacia él.

Jim le había pillado varias veces leyendo cosas que no debería, pero jamás le decía nada ni le acusaba. Parecía entender su necesidad de saber y a él le caía bien. Era un tipo normal, dentro de lo que se podía considerar normal en ese lugar.

  •  ¡Te estaba buscando! – el ex policía arqueó una ceja, extrañado.

  •  ¿A mí?

  •  Eres de Chicago, ¿verdad?

  •  Si… – respondió con cautela.

  •  ¿Conoces una librería llamada El pergamino? – ¿eso era una pregunta con trampa? Estaba seguro de que todos habrían leído sus informes policiales y como mencionaba la librería y el interrogatorio. Pero la mirada de Jim no le daba opción a no responder.

  •  La conozco.

  •  Entonces esto te interesa.

El cazador le entregó una carpeta, bastante usada y estropeada, quitándole las otras que traía, las cuales metió en un bolsillo interior de su chaqueta.

Charles la abrió y se quedó helado al ver lo que contenía.

Todo un informe completo con nombres, familia, direcciones, teléfonos… todo lo imaginable sobre Aidan y su librería.

Incluyendo su verdadero origen.

Después de enterarse de que Rolf era un vampiro, sospechaba que Aidan también pertenecía a la comunidad mágica. Ese informe lo confirmaba.

  •  Descendientes de las hadas… ¡quien me lo iba a decir! – murmuró revisando el informe mientras entraba en su habitación. – Ahora entiendo porque estaba siempre a la defensiva…

La Orden llevaba años siguiéndole la pista a la familia del chico, leyó sentándose en una silla. Generaciones completas desde que se mudaran de Gran Bretaña a Estados Unidos, siglos antes.

Una nota en un lateral de una de las hojas más antiguas del montón llamó su atención. Era una anotación apresurada escrita con tinta. Algo que el autor parecía pensar que debía recordar después.

  •  “Todas las personas con poderes de cualquier clase (visiones, premoniciones, telequinesia, etc.…) son descendientes de alguna criatura de la comunidad mágica.” – leyó. – ¿Qué demonios? ¿Todo el que tenga poderes?

Se levantó de la silla donde se había sentado solo para dejarse caer en su cama.

¿Qué quería decir eso? ¿Todo el que tenía poderes? ¿Eso incluía sus sueños? ¿Era él un descendiente de una criatura mágica? ¿Fue por eso por lo que no podía encontrar nada de Campbless?

  •  Necesito respuestas…

 

¿Te va gustando?

¡Espero que sí!

¡Recuerda que Charles pertenece a la novela Jack T.R. (y sigue saliendo en las demás… se ha colado…) que está a la venta en Amazon!

 

 

El diario de Charles. Capítulo 6.

¡Último capítulo del año, que no de la historia!

¡A disfrutarlo!


–  ¿Para qué quieres esta ficha? Es del siglo pasado… literalmente.

Charles sonrió, cogiendo la fina carpeta y guardándola en el interior de su chaqueta. Le había costado un par de favores pero ya tenía lo que quería.

La ficha de aquel que Jack dijo que era su antepasado, Zacharias Campbless.

–  En realidad, dos siglos. Es solo investigación. – el otro le miró, arqueando una ceja, incrédulo.

–  ¿Investigación? Este tipo hizo bien poco aquí, por lo que he podido ver. Estuvo poco tiempo también.

–  Es algo personal. Te lo devolveré mañana.

–  Más te vale. Si notan que falta algo, me caerá una buena. Así que no tardes.

–  Sin problemas.

¿Poco tiempo en la organización? Estaba realmente curioso por saber que tenían del tipo. Ciertamente no parecía demasiado, ya que la carpeta era fina.

Aguantó la curiosidad hasta llegar a su habitación. Cerró con llave la puerta y se sentó en su cama a revisar los papeles.

Zacharias Campbless, nacido el siete de febrero de mil ochocientos cincuenta y ocho. Muerto el catorce de octubre de mil ochocientos noventa y uno.

Su última misión fue en Nevada. Un perro negro que resultó ser algo más. Lo que fuera acabó con Zacharias.

No había datos personales. Nada que indicara si tenía o no familia.

Charles gruñó, frustrado. Era demasiado esperar que no hubiera mentido u omitido sus datos personales al entrar en la organización.

Como hacían casi todos.

Tenía que encontrar alguna manera de averiguar si era o no antepasado suyo.

Miró más a fondo la ficha. Encontró una vieja foto del hombre, que se guardó.

Tampoco encontró nada que hablara de Jack. Si mencionaba un trabajo en Londres en el mismo año en el que el asesino estuvo matando pero nada más.

Eso le extrañó bastante. Algo tan sonado como un demonio debería tener más registros. ¿Dónde estaba la ficha de ese caso?

–  Definitivamente tengo que colarme en los archivos…

 

El diario de Charles. Capítulo 5.

¡Y otro capítulo más!

El penúltimo antes de que se acabe el año.

¡Vamos a por él!


 

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Charles miró preocupado la puerta antes de dar un par de golpes suaves en la vieja superficie de madera.

Había sido convocado por el jefe del centro. Su supervisor le sacó en mitad de su turno en la fábrica para comunicarle que debía ir a la segunda planta.

Normalmente, los novatos no solían pisar la segunda planta. Ese era lugar reservado para los veteranos.

– ¡Adelante! – Charles abrió la puerta y se encontró con un hombre de unos cuarenta sentado tras un escritorio.

La habitación era más amplia de lo que imaginaba que sería. Casi tanto como las salas donde se reunían los veteranos a discutir sus “cazas”. El hombre le sonrió, indicándole con un gesto que se acercara y se sentara en la única silla que había.

No lo conocía personalmente pero había oído hablar de él. Era Alfred Rhodes, el miembro de La Orden que más experiencia tenía en demonios. O eso contaban los demás. Siempre hablaban sobre él como si fuera una leyenda.

–  Te estarás preguntando para que te he hecho venir. – Charles asintió, dejando al otro que hablara. La verdad es que tenía curiosidad. – Estamos muy impresionados contigo, Charles. Tu carta de presentación fue muy espectacular.

– ¿Carta de presentación?

–  Enviaste de vuelta al Infierno sin ayuda a uno de los demonios más poderosos que existen.

¿Sin ayuda? Eso no era exacto. Tuvo mucha ayuda. La de Aidan, la de Julian, la de Rolf… pero o no  lo sabían o no estaban seguros. Charles no pensaba sacarles de ese error

–  Fue pura suerte. No tenía ni idea de lo que estaba haciendo, la verdad. Pensaba que mi amigo se había vuelto loco. – mintió.

Pudo ver como el otro torcía el gesto, como decepcionado. Charles le debía mucho a Aidan y no se fiaba de estos hombres. No pensaba decirles nada sobre el chico.

–  ¿De dónde sacaste el exorcismo?

–  Cuando me convencí de que era realmente un demonio, pedí ayuda a un viejo párroco y él me escribió un exorcismo que pertenece a los usados por el Vaticano.

–  Un viejo párroco… – repitió Rhodes, obviamente no creyéndose su historia.

–  ¿Dónde más podría encontrar ayuda para luchar contra un demonio?

Rhodes se echó atrás en su silla, escrutándole con la mirada. No estaba tragándose sus mentiras. Pero tampoco podía decirle nada sin reconocer que sabía la verdad. Y, por alguna razón, no querían que supiera que le habían estado vigilando.

Eso era algo que Charles llevaba intuyendo desde hacia unas semanas. Tanto su supervisor como otros veteranos sabían demasiado del tema de Jack.

Demasiado.

No había manera de que supieran tanto si no hubieran estado vigilando todo desde el principio. Pero… ¿Por qué no intervinieron ellos? ¿Por qué dejarles hacer el trabajo sucio?

Eso era algo que le molestaba y mucho.

–  Tuviste mucha suerte. Y dime… ¿Cómo supiste de nosotros? Nos estabas buscando.

–  Jack os mencionó. Dijo que fue uno de vosotros el que le envió la primera vez al Infierno y que quería vengarse de La Orden cuando acabara en Chicago. – La sonrisa de Rhodes pareció congelarse durante un segundo. Charles se tensó. – Lo dicho, solo tuve mucha suerte.

–  Sin duda… mucha suerte.

Cuando, cinco minutos después, Charles caminaba de regreso a la fabrica iba casi temblando. Una sospecha horrible empezaba a tomar forma en su cabeza.

La Orden no solo sabía que Jack había escapado y no intervino. Charles empezaba a pensar que incluso lo habían ayudado a salir del Infierno y lo enviaron a Chicago.

Pero… ¿Con qué motivo?


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El diario de Charles. Capítulo 4.

¡Y continuamos! ¡A ver que le pasa ahora!


 

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Se estaba volviendo paranoico.

Empezaba a ver conspiraciones y secretos por todas partes.

Desde el mes pasado, cuando descubrió por accidente la existencia de los vampiros y su relación con Aidan y toda la investigación secreta que hacían los miembros más antiguos de la organización…

Desde ese día no podía dejar de sospechar de todo y de todos.

No podía negar la existencia de ciertas criaturas pero… ¿todas?

Ese mismo día había conseguido colarse en una sección restringida de la biblioteca, donde encontró infinidad de libros sobre magia, demonología y otros de los que no tenía idea de en qué idioma estaban escritos.

Curioseando vio uno más interesante aun. Uno de los miembros de La Orden había dejado un libro grande y negro abierto sobre una de las mesas de madera. Junto al libro, una libreta como la que él mismo usaba, con anotaciones.

Ojeó el libro sorprendiéndose al ver el titulo.

Tratado universal de dragones.

Charles parpadeo un par de veces, sin salir de su asombro.

No podía ser verdad… ¿o sí?

¿Los dragones existían?

Quien fuera el que consultaba el libro parecía creer que sí. Charles leyó las anotaciones de la libreta.

Alaska. Demolition Bay. Dragón. Barrera mística.

¿Qué significaba eso?

Decidió memorizar las anotaciones. Investigaría eso más tarde.

–  ¡Ey! ¿Qué haces aquí? – Charles maldijo internamente. Decidió no mentir del todo. Lo de que buscaba el baño no iba a colar.

–  Tenía curiosidad. – admitió, levantando las manos en señal de rendición.

El tipo, un hombre de unos cincuenta con el pelo y la barba ya casi cana y vestido como un camionero le miró de arriba abajo con el ceño fruncido. No parecía nada convencido.

–  No deberías dejar que te pillen curioseando, chico. A los que mandan aquí no les gustan los curiosos.

–  Creí que eso era requisito para entrar. – el hombre rió por lo bajo, recogiendo su libreta y cerrando el libro de los dragones para colocarlo en la estantería.

–  Antes si. Ya… no tanto. La próxima vez, ten más cuidado o no duraras mucho por aquí.

Charles vio salir al hombre y decidió seguir su consejo, algo más tranquilo.

Al parecer no era el único paranoico del lugar.

 

 

 

El diario de Charles. Capítulo 3.

¡Pues vamos con otro mini capítulo!

Recordad que este relato está basado en el universo y personajes de Jack T.R., Kamelot 2.0 y El juego de Schrödinger.


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–  ¿Cómo vamos con los vampiros?

Charles no pudo evitar parar cuando, al pasar delante de uno de los salones, escuchó al jefe de su sección hablando con otros dos hombres a los que no conocía de antes.

Se asomó discretamente, a través de la puerta entre abierta.

¿Los Vampiros? ¿Hablarían sobre el grupo de motoristas que dirigían las armas y drogas en Chicago?

Los tres hombres se encontraban frente a un corcho enorme clavado en una de las paredes. En el había puestos varias fotos de personas y sitios y muchos papeles. Se parecía mucho a lo que él mismo solía usar para organizar un caso.

–  Seguimos buscando un hueco por el que atacar su nido, pero está siendo muy difícil. Están blindados.

Su jefe gruñó una maldición, visiblemente molesto.

–  No es lo que quería oír.

–  Lo siento, señor. Estos son más listos que el grupo de Nueva Orleans. Tienen toda la ciudad controlada. Incluso cuentan con la colaboración de otros clanes.

–  ¿Sabemos ya donde se esconde su maestro?

–  Nunca pisa el nido. El único visible es su segundo, un tal Rolf. Se dice que fue el primer “hijo”.

El hombre señaló a una de las fotos que estaba clavada en un corcho en la pared. Charles se tapó la boca para ahogar una exclamación de asombro. Antes de que le descubrieran, se alejó del salón, andando a paso ligero hacia su habitación.

Cuando por fin estuvo a salvo, lejos de miradas indiscretas, se sentó en su cama. Se pasó una mano por el pelo, confundido.

Había reconocido al hombre de la foto.

Le conocía de sobra.

Era el mismo al que ayudara Aidan a salvarle en ese callejón. El motero de la librería.

Uno de los miembros de la banda Los Vampiros a los que el FBI intentaba encarcelar por contrabando de armas y drogas entre otros muchos delitos.

Y resultaba que era un vampiro de verdad.

Toda la banda.

Le debía la vida a un vampiro.

Y Aidan lo sabía todo y se lo había ocultado.

¿Qué hacía ahora con eso?