¿Te puedes creer que acabo de darme cuenta de que deje este relato sin terminar de subir?
¡A un capítulo, para más horror!
En fin, que como voy a ir intentando recuperar el blog y la costumbre de escribir y publicar, te dejo el último capítulo de este relato y el link de los otros por si quieres releerlo.
Había pasado una semana desde su regreso a casa y todo parecía estar normal. O casi normal.
Arthur siguió con su trabajo en la empresa, siempre con Joss a su lado y Gawain protegiéndole fuera a donde fuera.
Para alguien que no los conociera o no perteneciera a la empresa, todo parecía completamente normal.
Para los que si trabajan allí, las cosas no estaban para nada normales.
Ni un poco.
Arthur, que se había ganado fama entre el personal de la oficina con su costumbre de intentar huir del trabajo o de bromear con Gawain, permanecía encerrado en su despacho durante todo el día, trabajando.
No era que normalmente no trabajara. Todo lo contrario. Pero siempre intentaba escapar de sus obligaciones, en broma para recordar cuando no deseaba estar ahí de verdad. Era una tradición ya entre ellos.
Y Gawain, que siempre iba tan alegre y bromista ahora le acompañaba a todos lados con expresión seria, casi sin sonreír.
Incluso parecía triste.
Ya no esperaba dentro del despacho, como hacia antes, si no fuera, sentado en una silla cerca de la puerta.
Y todo el mundo se había dado cuenta.
Las secretarias se habían dado cuenta. Toda la plantilla de seguridad se había dado cuenta. Toda la oficina se había dado cuenta.
Y, por supuesto, Joss, Lance y Lydia se habían dado cuenta.
- ¿Qué demonios les pasa a esos dos? – preguntó Lydia, haciéndose eco de los pensamientos de los hombres que la acompañaban.
Estaban los tres en el laboratorio de Lydia, la cual había hackeado las cámaras para que enfocaran a Arthur y Gawain. Los dos parecían bastante infelices. Joss se encogió de hombros, tan perdido como los otros.
- No tengo idea. Cuando se fueron estaban bien. Al regresar, no. Obviamente, algo ha pasado en ese lapso de tiempo. – contestó, completamente perdido.
- Te digo que ha pasado. Esos dos se han acostado. – sentenció Lance, moviendo su café. Joss rodó los ojos.
- No seas simple, anda. Contigo todo tiene que ver con el sexo.
- Pues me da que el simple tiene razón. – replicó Lydia, con una risita. Lance protestó.
- ¡Ey!
- ¿De verdad crees que es eso lo que ha pasado? – preguntó Merlin, ignorando las quejas del otro.
Lydia hizo zoom con las cámaras, centrándolas más en los rostros alicaídos de los dos chicos.
- Pues no sé decirte, pero muy felices no están. Así que si se han acostado, como piensa Lance… ¿Por qué están así de deprimidos? – Lance bufó, como si los otros fueran torpes por no ver lo obvio.
- Mira, conozco a Alex desde que Uther lo reclutó. He trabajado días enteros con él. Y es un chico de lo más responsable que existe.
- Eso lo sabemos, Lance. – Lance bufó de nuevo. De verdad, los seres mágicos a veces podían ser de lo más ciegos para lo obvio.
- Lo que quiero decir es que siendo como es, ha pasado algo y ha decidido cortar lo que fuera de raíz. – Lydia los observó, intrigada.
- ¿No estaban esos dos liados en el pasado? – Lance y Joss rieron. Los recuerdos de las habladurías del castillo por ese escandalo aun les hacía bastante gracia.
- ¡Oh, si! ¡Menudo escandalo dieron! Arthur no era muy discreto mostrando su cariño y predilección por Alex. No le importaba que pensara nadie, menos aun después de que se fuera Ginebra con aquel soldado. Nunca estuvo enamorado de ella. Si lo estuvo de Gawain.
- Pero recuerda que, incluso entonces, Gawain trató de evitar todo eso. – puntualizó Lance, terminándose el café. – Arthur tuvo que casi perseguirlo para estar juntos porque Alex no lo veía bien. Decía que no podía protegerle bien si estaban juntos.
Joss recordaba esos tiempos. Era cierto que el pelirrojo trató de poner espacio, incluso llegó a pedir salir del castillo en alguna misión para evitar lo inevitable. Pero Arthur no desistió, no se detuvo hasta conseguir que el otro diera su brazo a torcer.
Si eso era lo que estaba ocurriendo en esa ocasión, ¿Cómo iban a arreglarlo?
- La diferencia que estoy viendo entre aquella ocasión y esta es que Arthur no está haciendo nada.
- Exacto. Se está escondiendo en el trabajo. Nuestro Arthur se ha criado de una manera muy diferente en esta ocasión, no es el rey arrogante que no aceptaba un no por respuesta. Es solo un chiquillo inseguro al que le acaban de decir que no puede estar con quien le gusta por su bien. – Lydia suspiró.
- ¿No estamos dando por hecho demasiadas cosas sin saberlas realmente?
- ¿Quieres apostar? – sugirió Merlin, riendo. Eso era una vieja historia de los dos. Un día tenía que contársela a Lance.
- Mejor no. – gruñó. – Siempre pierdo. Está bien. ¿Qué podemos hacer para arreglar esto? ¿Será seguro para Arthur si Gawain sigue protegiéndole, estando juntos?
- Lo que tú no puedes entender, milady, es que, aunque no estén juntos, Gawain no va a dejar de tener sentimientos por él. – explicó Merlin, encogiéndose de hombros. – Así que es lo mismo si están o no juntos.
- Humanos… – murmuró, chasqueando los dedos.
Las luces del laboratorio parpadearon un par de veces, algunas bombillas incluso estallaron, las chispas saltando por todos lados. Los dos hombres intercambiaron una mirada antes de volverse a mirar a la chica.
- ¿Qué has hecho? – preguntó Lance, con cautela.
- Dar un empujoncito.
Arthur no estaba seguro cuando se había dormido, pero tampoco le extrañó demasiado. No había descansado demasiado desde que regresó. Le costaba conciliar el sueño, pensando en como superar lo de Gawain.
Y no encontraba una manera.
Miró a su alrededor y vio que estaba de nuevo en el castillo, en su habitación. Se preguntó que iba a ocurrir en su sueño esa vez. ¿Seria otro recuerdo?
¿Qué habría hecho su yo anterior ante esa situación?
La puerta de su habitación se abrió y apareció Gawain, luciendo un poco perdido. Eso sorprendió a Arthur. Normalmente, en sus sueños o recuerdos, Gawain siempre parecía seguro de si mismo.
- ¿Arthur? – vale, eso ya si que era raro. Nunca le había llamado por su nombre en los sueños. – ¿Estoy soñando? Tiene que ser un sueño porque yo estaba en la oficina esperándote y ahora estoy aquí.
Arthur parpadeó, sorprendido. Su Gawain, el del presente, estaba ahí. En su sueño. ¿Cómo era posible?
- Estamos soñando los dos. – respondió, llamando la atención del otro.
- Vale, no tiene sentido, pero vale. Ya he soñado con esto antes. Y era muy divertido, pero… raro.
- ¿Has soñado con este sitio antes? – preguntó, esperanzado. Pensaba que no recordaba nada de su pasado.
- Si. Hace unos meses. Supongo que fue por ver Juego de Tronos, yo que sé. – Arthur rio ante la lógica del otro.
- No creo que esto se parezca a Invernalia.
- No, pero es la única explicación a tanto detalle. – respondió el otro, encogiéndose de hombros.
Arthur se sentó en su cama, observando como Gawain paseaba por la habitación admirando la decoración y los muebles.
- Normalmente, no son así. – le escuchó comentar.
- ¿El qué?
- Mis sueños. – aclaró Gawain. – Normalmente estamos más… ocupados. – Arthur rio.
- Imagino como. ¿Quieres que estemos ocupados? – le preguntó, usando sus propias palabras haciéndole reír.
- Tampoco está mal hablar contigo. Echo de menos eso.
- Y yo. ¿Por qué no me hablas? – se atrevió a preguntar el chico. El otro contraatacó con otra pregunta.
- ¿Y tú?
- Creí que no querrías. Dejaste claro que no quieres estar conmigo, ¿Por qué ibas a querer hablarme?
Gawain se acercó a él y se sentó a su lado en la cama. Le pasó un brazo por los hombros y le abrazó.
- Eso no es así. No creo que pueda protegerte como es debido si dejo que mis sentimientos interfieran. Y no voy a poder estar contigo y que eso no pase.
- ¡Pero a mi eso no me importa! – protestó el chico.
- A mí sí. No sé que iba a hacer si te pasa algo porque no he sabido ser un buen profesional.
- Yo no tengo dudas de que si lo vas a ser, como siempre lo has sido. Podemos hacer que funcione.
- No lo sé… – Arthur le cogió del rostro y le besó, un beso tierno y desesperado.
- Mírame a los ojos y dime que no quieres estar conmigo. – le susurró, con la voz rota.
Gawain le miró y supo que no podría decir eso. No podía mentirle de esa manera. En vez de eso, le atrajo y le besó, intentando demostrarle todo lo que sentía.
Todo el cariño que había ido creciendo desde el primer día que se vieron. La atracción que sintió por él cuando descubrió que no era un crío consentido si no alguien con quien se podía hablar y reír a gusto. La pasión que sintió cuando le besó por primera vez.
Cuando se separaron por fin, Gawain apoyó la frente en la del otro, cerrando los ojos.
- Cuando despierte, lo primero que voy a hacer es decirte todo esto. – murmuró, dándole otro suave beso. Arthur sonrió.
- Creo que ya lo voy a saber, pero te esperaré.
Gawain abrió los ojos y se vio en su sitio de costumbre en la ultima semana. Sentado en una silla junto a la puerta del despacho de Arthur. Miró a su alrededor, para comprobar si alguien había notado su cabezadita, pero nadie le prestaba atención. Eso solía ser lo normal, después de la sorpresa del primer día, claro.
Se frotó los ojos y se levantó, dispuesto a cumplir lo que había dicho. Se dirigió al despacho y entró sin llamar, cerrando la puerta tras de sí.
Arthur estaba de pie frente a su escritorio, como si estuviera a punto de salir y le sonrió al verle.
No podía saber a lo que había venido, ¿verdad?
Decidió no dedicarle más pensamientos a ese detalle en ese momento. Ya habría tiempo después. Se acercó a Arthur y le besó, sintiéndose feliz y completo por primera vez en una semana.
Había sido la semana más horrible de su vida.
Pero ya estaba todo bien. No sabía como iban a hacerlo ni si podría hacer su trabajo bien en esas circunstancias, pero no le importaba. Se esforzaría el doble… el triple, si era necesario. Pero no pensaba dejar pasar otra vez esa oportunidad.
Mientras, en el laboratorio de Lydia, Lance, Joss y ella estaban mirando a la pantalla, con unas enormes sonrisas en sus rostros.
- ¡Eso ha sido tan bonito! – comentó Lydia, haciendo aparecer unas palomitas. Joss negó con la cabeza.
- Muy bonito. Pero tendré que hablar con los dos. Hay que poner unos limites o vamos a tener a la oficina hablando en segundos.
- Creo que ya es tarde para eso. – rio Lance. – Yo hablaré con Alex. No va a querer ceder su puesto, pero puedo ponerle una ayuda extra, si ve que eso interfiere con su trabajo.
- Bien. No quiero que acaben como la ultima vez. – en la pantalla, los otros dos empezaban a ponerse excesivamente cariñosos. – Oye, Lydia, apaga eso.
- ¿Por qué?
- Porque están a punto de darnos un espectáculo porno y no me apetece.
- Pues a mí, sí. Así que cerrad la puerta al salir. – Lance soltó una carcajada mientras seguía a Merlin fuera del laboratorio.
Mejor dejar a la Dama del Lago con su nuevo entretenimiento.