Rugidos del corazón. Capítulo 2.

Un mes y medio más tarde, Kenny y Cody estaban juntos y todo el mundo en Winnipeg lo sabía. Incluso su familia.

Eran, extraoficialmente, una pareja.

Kenny estaba muy feliz. Su familia, no tanto.

Faltaban tres semanas para su cumpleaños y, por lo tanto, un mes escaso para su viaje. Su padre había guardado silencio sobre su relación hasta ese momento, pensando que era nada solo un capricho.

Su hijo no podía emparejarse con un humano. Era inconcebible. Pero conforme fueron pasando los días comenzó a preocuparse más y más.

Hasta que ocurrió lo que más se temía.

Kenny bajó al despacho en la biblioteca y tocó a la puerta, indeciso. Sabía que lo que quería decirle a su padre no iba a gustarle nada. Pero era su vida y su decisión y su familia debía aceptarla.

O eso esperaba.

Cuando le dio permiso para entrar, cogió aire y forzó una sonrisa.

– ¿Ocurre algo, hijo? – su padre, el alfa estaba sentado tras su escritorio. Estaba terminando de guardar unos papeles en un sobre grande y marrón. – Pareces preocupado.

– No… o sea, sí. – tartamudeó. – No estoy preocupado, papá. Pero si ocurre algo. – su padre arqueó una ceja y se levantó para guardar el sobre marrón en su caja fuerte.

Era una de esas cajas fuertes pequeñas, incrustada en la pared y escondida tras un cuadro de un paisaje africano. Todo muy tópico, pensó Kenny.

– Vas a tener que explicarte un poco más.

– Veras… – el chico tragó en seco. – No voy a andarme por las ramas. Sabes que estoy saliendo con Cody.

– El humano. – eso le irritó. ¿Por qué no podía ver más allá de la raza de su pareja? Nunca usaba su nombre.

– Si, papá, el humano. Tiene nombre, ¿sabes? – su padre hizo un gesto restándole importancia.

– ¿Y qué pasa con él? ¿Te has cansado ya de jugar con él?

– No juego con él, papá.

– Lo que sea.

– Y no, no me he cansado. Sigo con él y estoy muy feliz a su lado. Lo que me lleva a lo que me trae aquí… no voy a hacer la excursión.

Su padre se quedó clavado en el sitio, mirándole. Muy muy quieto. Extremadamente quieto y silencioso.

Y eso no era bueno.

Kenny tragó en seco cuando le vio sentarse, sin apartar la mirada de él con una mueca de disgusto enorme en su rostro.

– ¿Qué quieres decir con que no vas a hacer la excursión? – rugió bajo, haciendo que Kenny retrocediera un paso sin darse cuenta. – Tienes que hacerla. Es tu obligación como alfa y futuro Alfa de manada salir y encontrar a tu pareja para formar una familia.

– Ya he encontrado a mi pareja. – su padre soltó una carcajada sin humor.

– No te estarás refiriendo a ese humano, ¿verdad? No puedes tener a ese humano de pareja, Kenny.

– No hay ninguna norma que lo prohíba.

El joven león vio como su padre respiraba profundamente, en un intento por calmarse. Pero Kenny sabía que no serviría de mucho. Su padre no era el león más paciente del mundo y siempre perdía los nervios, especialmente con él.

– Kenny, te he dejado jugar con ese humano porque creía que era un capricho. Una última aventura antes de salir y seguir con la tradición. Está claro que cometí un grave error.

El chico sintió enrojecer sus mejillas de pura rabia. ¿De verdad pensaba su padre que hubiera dejado de ver a Cody solo porque él se lo pidiera?

Por lo visto, sí.

– Primero, no he estado jugando a nada. Cody es mi pareja y así va a seguir siendo. Me voy a emparejar con él.

– ¡De eso nada! – gritó el Alfa, haciendo temblar los cristales de las ventanas.

– Me temo, papá, que no tienes voz ni voto en esto. – replicó Kenny, intentando mostrar una calma que no sentía. No tenía miedo de su padre pero no le apetecía nada un enfrentamiento entre ambos.

– ¿Eso crees? – su padre parecía furioso. Sus ojos, normalmente del mismo tono celeste que los de Kenny, estaban brillando con esa luz verdosa antinatural que les delataba como cambia formas. – ¡Mientras vivas en mi casa y bajo mi techo, tú obedecerás lo que te diga! – le rugió.

Los cristales del despacho volvieron a temblar y un vaso que había sobre el escritorio cayó al suelo, haciéndose pedazos.

Kenny frunció el ceño, entre enfadado por la cabezonería de su padre e indignado por su idea de que Kenny debía obedecerle ciegamente solo por vivir en su casa.

Bien, eso tenía una solución muy sencilla.

– No te preocupes por eso. Cojo algo de ropa y me voy. Así no podrás mandarme en nada más. Y seguiré con Cody. – gruñó, dándose la vuelta para salir pisando fuerte del despacho.

– ¡Kenneth! ¡No te atrevas a desobedecerme!

– ¡Oh, claro que me atrevo!

Furioso, Kenny subió a su habitación y llenó una vieja mochila con algo de ropa antes de colgársela al hombro y marcharse.

¿Por qué tenía que ser su padre siempre tan difícil? ¿No podía simplemente alegrarse de que hubiera encontrado a su pareja tan rápido?

Otros padres seguro que estarían felices de que sus hijos no tuvieran que hacer ese estúpido viaje. El suyo, no, claro. El suyo le quería lejos para que no se mezclara con humanos y estropeara la reputación de la familia.

¿Cómo podía ser tan absolutamente racista?

Su padre necesitaba aprender que ya no vivían en el siglo pasado y que si él quería emparejarse con Cody, lo haría.

Cody había sido muy bueno y comprensivo con él cuando le explicó lo que era. Y se había mostrado bastante afectado cuando le contó sobre la excursión.

Kenny no quería separarse de él. Le quería y estaba bastante seguro de que era correspondido. ¿Por qué iba a dejar eso para salir en busca de algo que podía tener en casa?

¡Era ridículo! Pensó mientras salía de su casa y cogía su coche. Se dirigió a casa de Cody, confiando en que ya estaría de regreso del trabajo. Le explicaría que había ocurrido y le pediría que le dejara pasar la noche allí.

Lo cual sería la primera vez.

A pesar de llevar ya mes y medio saliendo, Kenny apenas había pisado la casa de su pareja. Un par de veces, para recoger algo y poco más pero nunca se había quedado allí a dormir. Cuando habían mantenido relaciones siempre lo hacían en el coche o en un motel.

Nunca en casa de Cody.

Bueno, en esa ocasión no iba a poder negarle el pasar la noche allí.

Kenny aparcó frente al edificio del otro y subió a su apartamento, en el tercer piso. El edificio era un bloque de apartamentos de uno o dos dormitorios, la mayoría en alquiler, con la fachada color crema y puertas negras. Resultaba muy anodino pero el interior, al menos en el caso del piso de su pareja, mejoraba.

Cody le abrió la puerta y le arqueó una ceja al verle allí con la mochila al hombro, pero le dejó pasar, cosa que Kenny agradeció.

– ¿Qué ha pasado? – le preguntó, simplemente haciéndole un gesto para que se sentara en el sofá con él.

– He hablado con mi padre.

– E intuyo que no ha ido muy bien. – comentó, señalando con un gesto la mochila.

– No demasiado. ¿Te importa si duermo esta noche aquí? – Cody le sonrió, rodeándole los hombros con un brazo.

– Claro que no. Pero ¿qué ha pasado exactamente?

– Mi padre no aprueba que esté contigo. – suspiró el león. – Eso pasa.

– Era algo que sabíamos que pasaría, Kenny.

– Si, lo sé, pero no esperaba que se negaría en redondo a todo.

Cody le atrajo en un medio abrazo, dándole un beso en el cabello. Kenny suspiró, relajándose por primera vez en todo el día gracias al aroma del otro.

– Me dijo que mientras viviera en su casa tenía que obedecerle y dejarte. Así que me he venido aquí. – el otro soltó una risita.

– Los padres suelen usar mucho ese discurso. Nunca funciona, pero no lo cambian. ¿Y qué vas a hacer ahora?

– No quiero dejarte.

– No tienes por qué. Pero no nos podemos quedar aquí.

– ¿Por qué no? – preguntó Kenny, sorprendido.

– Porque si nos quedamos, tu familia estará siempre intentando interferir entre nosotros. Y acabaran consiguiéndolo, Kenny.

Eso le pilló por sorpresa. En sus planes nunca entró la posibilidad de que su familia tratara de separarlos a toda costa, pero ahora que Cody lo había comentado, lo veía muy posible.

Su padre jamás se detendría y seguiría insistiendo y haciéndoles la vida imposible hasta que Kenny entrara en razón.

– ¿Entonces qué podemos hacer?

– Debemos marcharnos. Lejos. Al sur. Podemos ir al sur, donde haya mar y sol y no tanto frio.

Eso animó a Kenny. Eran los mismos planes que él tuviera antes de conocer a Cody. Viajar al sur y alejarse de la nieve y el frio. Si. Podían ir a California. O a Texas. Cualquier sitio caluroso sería mejor que Winnipeg, Manitoba.

– Si. El sur estaría bien. ¿California? Podríamos ir a San Diego. O Los Ángeles. – Cody le sonrió, indulgente.

– Si, claro que sí. Pero para eso necesitaremos dinero. Yo tengo algo ahorrado, pero no creo que sea suficiente. – Kenny frunció el ceño.

Por supuesto que necesitaban dinero para el viaje. Y para quedarse en algún lado mientras encontraban como mantenerse. Él no temía trabajar, pero no podían vivir en el coche eternamente.

Kenny también tenía algo de dinero ahorrado, para la excursión. Le daría para sobrevivir sin muchos lujos y durmiendo en el coche algunos meses, pero para dos personas y quedándose en un motel, ese tiempo se reducía considerablemente.

No era suficiente dinero.

– Yo tengo algo también. Pero no será bastante. Incluso si unimos lo de los dos. – confesó, desanimado. Cody se inclinó y le dio un beso.

– ¿Podríamos cogerle algo prestado a tu padre? – le sugirió, antes de volver a besarle.

– ¿Robarle? No creo que… – el humano le interrumpió, poniendo un dedo sobre sus labios.

– No, no. No robar. Coger prestado. Cuando nos establezcamos y tengamos un trabajo para mantenernos, le enviaremos el dinero de vuelta, por supuesto.

Kenny le miró, dudoso. Estaba muy enfadado con su padre y deseaba por encima de todo estar con Cody y marcharse de ese lugar. No había nada ahí que le retuviera. Pero… ¿robar a su padre? Incluso con la promesa de Cody de devolvérselo cuando pudieran no estaba muy convencido.

Su pareja notó sus dudas, porque le sujetó del rostro y le besó de nuevo, esta vez más profundamente para luego dedicarle una mirada triste.

– No pasa nada, cariño. No tenemos que hacerlo si no quieres. Podemos esperar y reunir algo más de dinero. En unos meses puede que tengamos lo suficiente.

Kenny le observó durante un minuto y suspiró. ¿Podían permitirse esperar tanto? ¿O su familia interferiría para separarlos antes?

¿Podía arriesgarse a eso solo por sus escrúpulos?

Volvió a mirar a Cody, el cual estaba buscando algo de beber en la nevera.

No estaba seguro de lo que iba a hacer y, seguramente, era un error enorme. Pero no podía esperar a estar con Cody bien lejos de allí, donde nadie de su familia pudiera incordiarles.

Lejos, lejos… bien lejos.

Se levantó del sofá y se acercó a su pareja, abrazándole por la espalda para darle un beso en la nuca.

– Mi padre tiene una caja fuerte en su despacho y sé la contraseña. Normalmente suele guardar documentos, pero también algo de dinero. No creo que tenga más de dos mil ahí. ¿Será suficiente? – Cody sonrió.

– Será perfecto.

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Rugidos del corazón. Capítulo 1.

(Ese es el título provisional porque, si, después de dos años y sumando aún no le he puesto título al borrador. Poner títulos se me da fatal y lo odio…)

Como tengo medio borrador corregido he decidido irlo subiendo aquí y a mi Tumblr. Hasta donde está corregido queda bien, así voy tanteando si gusta o no. Espero comentarios cuando la historia avance.


Capítulo 1.

«Una mala decisión puede arruinar tu vida.»

Kenny había escuchado decir esa frase muchas veces a su padre, pero nunca pensó que fuera cierta hasta que le ocurrió a él.

Pero siendo un joven león a punto de cumplir su mayoría de edad era normal que se creyera intocable.

Los leones como Kenny eran una variante más del cambia formas, como los lobos, los tigres o los zorros. Seres que nacían con la capacidad de pasar de una forma a la otra sin problemas, más animales que humanos en muchos sentidos. Desde hacía siglos, vivían sin ser notados en ciudades y pueblos.

Los lobos eran la versión más común, tanto que se habían colado en la mitología humana. Lobos rebeldes o enfermos que se volvían descuidados o indiscretos frente a los humanos creando las leyendas sobre hombres lobos.

Los leones, sin embargo, eran mucho menos sociables. Vivían entre los humanos, pero sin mezclarse y casi sin relacionarse con ellos, ya que, al principio, estaba terminantemente prohibido.

Así pues, existían manadas de leones por todo el mundo aunque en un numero bastante más pequeño que sus primos los lobos. Sus antiguas y estrictas costumbres empezaban a hacer mella en su número ya que les prohibían mezclarse con otras razas.

Por suerte, algunas manadas empezaban a ser más flexibles. En la zona de California y más al sur, las familias de leones habían empezado a emparejarse con humanos e, incluso, otras razas mágicas.

Pero en el norte aun no llegaba esa idea. Ahí, en Winnipeg, Manitoba, las cosas seguían exactamente igual que hacía siglos.

Y Kenny estaba muy aburrido de ello.

Siempre veía y hablaba con las mismas personas y de los mismos temas. Día tras día.

Para alguien con la mente inquieta del león eso era una tortura. Estaba deseando que llegara su cumpleaños para poder salir de allí y marcharse lo más lejos posible.

La única costumbre antigua de su raza que el joven encontraba interesante decía que cuando un león cumplía la mayoría de edad debía salir en un viaje buscando a su pareja definitiva y formar su propia familia, lejos de la de nacimiento. Una costumbre ancestral para evitar luchas territoriales y que se remontaba a los años cuando los leones eran mucho más numerosos.

Kenny no veía la hora de coger su coche y desaparecer de ese lugar. Iría al sur, bien lejos del frio de Canadá. Pasaría la frontera y conduciría hasta llegar a la playa. Nunca había visto el mar y deseaba poder bañarse en aguas cálidas y pasear sin camiseta.

Cuando ya tuviera su pareja, algo que no dudaba tardaría poco en suceder, se establecerían en una zona como Texas o Montana. Ambas opciones le apetecían mucho, ya que quería zonas abiertas y campo. No quería más ciudades grandes que le producían claustrofobia.

No. Cuando encontrara a su pareja se irían a un sitio con mucho espacio libre. Le daba igual si era bosque, desierto o playa. Él solo deseaba kilómetros y kilómetros de espacio para correr.

Un lugar donde hubiera espacio para convertirse y que nadie les descubriera.

Aunque a Kenny no le gustaba demasiado convertirse en león. Los leones no necesitaban convertirse cada cierto tiempo, como les ocurría a los lobos. Era algo que se hacía por comodidad, no por necesidad. 

Pero a Kenny no le hacía gracia recordarse que no era humano. Si, ser un león tenía muchas ventajas, como la visión, el olfato, la fuerza. Pero también muchas desventajas, como la limitación a relacionarse con los demás a causa de su condición.

Sus padres, ambos los alfas de la familia y, por tanto, quienes dirigían su pequeña manada de la ciudad de Winnipeg, eran bastante estrictos. Solo le habían tenido a él, algo muy poco común en su raza, ya que lo normal era que las leonas tuvieran trillizos o gemelos. Pero, por algún motivo, su madre solo le tuvo a él.

Ser hijo único le brindó una infancia muy solitaria y sus padres no pudieron impedir que hiciera amistad con los humanos con los que compartía estudios.

Pero, claro, no le permitían participar en las actividades deportivas ya que su agilidad y fuerza destacaría sobre la de los otros niños y le descubrirían.

A pesar de todo y de su disconformidad, Kenny pudo estudiar en un colegio e instituto humano. Ahora, sus amigos se preparaban para ir a la universidad mientras él pensaba en el viaje que debía emprender en unos meses.

Un par de meses antes de su cumpleaños, su amigo Adam le invitó a la fiesta que celebraba antes de empezar la universidad. Kenny no era muy aficionado a esa clase de fiestas porque sus amigos siempre intentaban que bebiera y él detestaba el alcohol.

Aún así asistió, ya que esa sería una de las últimas ocasiones en las que vería a sus amigos antes de partir él también.

Y fue allí donde le conoció.

Estaba en la mesa de las bebidas sirviéndose un refresco cuando vio por el rabillo del ojo a un tipo grande con traje ponerse a su lado. Sus amigos eran más de usar vaqueros y sudaderas, así que un traje en esa fiesta era algo que llamaba mucho la atención. 

Kenny le echó un discreto vistazo. El tipo parecía algo mayor que todos los que estaban ahí. Su traje era gris oscuro de tres piezas, con una camisa blanca y una corbata morada que llevaba con el nudo flojo, como si no se decidiera si quitársela del todo o no.

Kenny se giró para poder observarle mejor. Era más o menos de su estatura, con el cabello corto pintado de rubio y los ojos azul oscuro. Muy atractivo y con aire elegante que no provenía únicamente de la ropa.

Kenny no podía considerarse así mismo feo. Sabía que era bastante guapo. Casi metro noventa, con una larga melena rizada rubia y los ojos celestes. Muchas chicas le consideraban simpático y con una bonita sonrisa.

Pero al lado de ese tipo se sintió muy poquita cosa. Y cuando este le miró y le sonrió, sintió arder las mejillas de vergüenza al ser atrapado comiéndoselo con los ojos.

– ¡Hola! Soy Cody, amigo de Allen, que es amigo de Adam… y, bueno… ¿Qué tal? – Kenny se sintió un poco mejor al verlo tan incómodo. Y menos intimidado.

– Encantado, Cody. Soy Kenny, amigo de Adam y Allen. No pareces que hayas estudiado con ellos. – añadió, señalando su ropa. – ¿De qué los conoces, si se puede preguntar?

– Trabajo como becario en la firma de abogados del padre de Allen. Él se suele pasa por allí a saludar a su padre y este nos presentó. Hoy me comentó si me apetecía pasar un rato agradable en la fiesta de un amigo y acepté.

– Si, eso suena como Allen, siempre mirando por los demás. – contestó Kenny con una sonrisa boba. Le gustaban mucho los ojos de ese Cody. Eran celestes y muy bonitos.

– ¿Qué bebes? ¿Te apetece una cerveza? – Kenny negó.

– No, no bebo alcohol. Solo refresco.

– ¿Y eso? ¿Alguna razón en particular?

– No me gusta el sabor. – mintió, encogiéndose de hombros. No conocía a ese chico como para contarle la verdadera razón.

Cody rio por lo bajo y se acercó a él. Kenny se quedó congelado, como un ciervo que ve acercarse los focos de un coche hacia él y no puede moverse para esquivarlo. El otro alargó la mano y le apartó un mechón de la cara, la yema de sus dedos rozándole la mejilla.

– Oye, no conozco a casi nadie aquí y tú pareces simpático. ¿Te apetece salir de aquí e ir a comer una pizza ahí enfrente?

– Uh… claro… estaría bien.

Sin que nadie se diera cuenta se escabulleron de la fiesta. La verdad era que estaba tan llena de gente que su marcha pasó desapercibida.

Justo frente al edificio de Adam se encontraba la pizzería D-Jays, conocida en toda Winnipeg por sus enormes y sabrosas pizzas. Se sentaron en una mesa apartada en un rinconcito tranquilo y pidieron dos pizzas. Kenny se pidió una The Jericho, Cody una Nº1 y comieron y hablaron durante casi toda la noche.

Las horas volaron, mientras se contaban todo y nada y los camareros se vieron en la obligación de llamarles la atención porque el local iba a cerrar y ellos seguían en su mesa.

Al salir, Cody se ofreció a acompañarle al coche porque era tarde. Y, aunque Kenny lo veía ridículo, accedió porque le pareció un gesto muy dulce.

De camino al coche Cody le cogió de la mano y no le soltó hasta que tuvo que buscar las llaves. Cuando ya tenía la puerta abierta y se disponía a entrar, el otro le agarró de nuevo de la mano y tiró de él hasta tenerle casi en sus brazos. Kenny se quedó muy quieto, sin saber muy bien cómo responder a eso. Él era un alfa, solía ser el dominante siempre. No estaba acostumbrado a ser manejado por nadie.

– Me lo he pasado muy bien. ¿Puedo… puedo verte de nuevo? – le preguntó Cody con voz incierta. Y esa duda en su voz borró todas las que él mismo tenía.

– Claro. Eso me gustaría.

Con una sonrisa lobuna, Cody se acercó más y le besó en los labios. Solo un roce, pero le hizo sentir un cosquilleo desde los dedos de los pies hasta la cabeza.

No era su primer beso, pero jamás había sentido algo así al dar o recibir uno. ¿Por qué era eso?

Cuando se separaron, Kenny sentía arder sus mejillas y, al ver el brillo en los ojos de Cody, se le escapó un suspiro.

Mientras conducía hacia su casa, después de haberle dado su número al otro, se preguntó qué estaba haciendo.

Cody era humano y él se marcharía en un par de meses de viaje, cruzando la frontera y largándose bien lejos de allí.

¡No podía tener una relación ahora!

Y su familia nunca aceptaría que saliera con un humano.

¿Para qué molestarse?

Se rozó los labios, aun calientes por el beso y sonrió.

Si… ¿para qué molestarse?

Pero si le llamaba para tomar un café, ¿Qué mal había en eso?

¡Nueva colaboración!

¡Hola de nuevo!

¡Cuánto tiempo! ¿Verdad?

Lamentablemente he estado y seguiré estando desaparecida del blog por una temporada. Al fin he encontrado un nuevo trabajo y quiero asentarme un poco antes de poder regresar, ahora que tengo algo de motivación.

Estar tanto tiempo parada acabó afectándome anímicamente y espero que ahora regresen mis ganas de hacer cosas y escribir.

Pero mientras vuelven o no, tengo noticias chachis para vosotros.

Galiana, adorable compañera escritora, me ha concedido el honor de dejarme participar en su Galiana y Cia, con un pequeño relato de siete capítulos cortos.

El relato se empezará a publicar el día 11 de este mes (hoy) hasta el 17 y tratará sobre la relación entre Merlin y Lance, personajes de mi novela Kamelot 2.0. Vamos a ver un poquito como era su relación en su vida pasada y cuando se reunieron en este presente.

Ha quedado bonito, la verdad.

Así que espero que lo leáis y que os guste.

Podéis encontrar el relato aquí.

Descubriendo el pasado. Capítulo 8 y final

¿Te puedes creer que acabo de darme cuenta de que deje este relato sin terminar de subir?

¡A un capítulo, para más horror!

En fin, que como voy a ir intentando recuperar el blog y la costumbre de escribir y publicar, te dejo el último capítulo de este relato y el link de los otros por si quieres releerlo.

En anteriores capítulos…


Había pasado una semana desde su regreso a casa y todo parecía estar normal. O casi normal.

Arthur siguió con su trabajo en la empresa, siempre con Joss a su lado y Gawain protegiéndole fuera a donde fuera.

Para alguien que no los conociera o no perteneciera a la empresa, todo parecía completamente normal.

Para los que si trabajan allí, las cosas no estaban para nada normales.

Ni un poco.

Arthur, que se había ganado fama entre el personal de la oficina con su costumbre de intentar huir del trabajo o de bromear con Gawain, permanecía encerrado en su despacho durante todo el día, trabajando.

No era que normalmente no trabajara. Todo lo contrario. Pero siempre intentaba escapar de sus obligaciones, en broma para recordar cuando no deseaba estar ahí de verdad. Era una tradición ya entre ellos.

Y Gawain, que siempre iba tan alegre y bromista ahora le acompañaba a todos lados con expresión seria, casi sin sonreír.

Incluso parecía triste.

Ya no esperaba dentro del despacho, como hacia antes, si no fuera, sentado en una silla cerca de la puerta.

Y todo el mundo se había dado cuenta.

Las secretarias se habían dado cuenta. Toda la plantilla de seguridad se había dado cuenta. Toda la oficina se había dado cuenta.

Y, por supuesto, Joss, Lance y Lydia se habían dado cuenta.

  • ¿Qué demonios les pasa a esos dos? – preguntó Lydia, haciéndose eco de los pensamientos de los hombres que la acompañaban.

Estaban los tres en el laboratorio de Lydia, la cual había hackeado las cámaras para que enfocaran a Arthur y Gawain. Los dos parecían bastante infelices. Joss se encogió de hombros, tan perdido como los otros.

  • No tengo idea. Cuando se fueron estaban bien. Al regresar, no. Obviamente, algo ha pasado en ese lapso de tiempo. – contestó, completamente perdido.
  • Te digo que ha pasado. Esos dos se han acostado. – sentenció Lance, moviendo su café. Joss rodó los ojos.
  • No seas simple, anda. Contigo todo tiene que ver con el sexo.
  • Pues me da que el simple tiene razón. – replicó Lydia, con una risita. Lance protestó.
  • ¡Ey!
  • ¿De verdad crees que es eso lo que ha pasado? – preguntó Merlin, ignorando las quejas del otro.

Lydia hizo zoom con las cámaras, centrándolas más en los rostros alicaídos de los dos chicos.

  • Pues no sé decirte, pero muy felices no están. Así que si se han acostado, como piensa Lance… ¿Por qué están así de deprimidos? – Lance bufó, como si los otros fueran torpes por no ver lo obvio.
  • Mira, conozco a Alex desde que Uther lo reclutó. He trabajado días enteros con él. Y es un chico de lo más responsable que existe.
  • Eso lo sabemos, Lance. – Lance bufó de nuevo. De verdad, los seres mágicos a veces podían ser de lo más ciegos para lo obvio.  
  • Lo que quiero decir es que siendo como es, ha pasado algo y ha decidido cortar lo que fuera de raíz. – Lydia los observó, intrigada.
  • ¿No estaban esos dos liados en el pasado? – Lance y Joss rieron. Los recuerdos de las habladurías del castillo por ese escandalo aun les hacía bastante gracia.
  • ¡Oh, si! ¡Menudo escandalo dieron! Arthur no era muy discreto mostrando su cariño y predilección por Alex. No le importaba que pensara nadie, menos aun después de que se fuera Ginebra con aquel soldado. Nunca estuvo enamorado de ella. Si lo estuvo de Gawain.
  • Pero recuerda que, incluso entonces, Gawain trató de evitar todo eso. – puntualizó Lance, terminándose el café. – Arthur tuvo que casi perseguirlo para estar juntos porque Alex no lo veía bien. Decía que no podía protegerle bien si estaban juntos.

Joss recordaba esos tiempos. Era cierto que el pelirrojo trató de poner espacio, incluso llegó a pedir salir del castillo en alguna misión para evitar lo inevitable. Pero Arthur no desistió, no se detuvo hasta conseguir que el otro diera su brazo a torcer.

Si eso era lo que estaba ocurriendo en esa ocasión, ¿Cómo iban a arreglarlo?

  • La diferencia que estoy viendo entre aquella ocasión y esta es que Arthur no está haciendo nada.
  • Exacto. Se está escondiendo en el trabajo. Nuestro Arthur se ha criado de una manera muy diferente en esta ocasión, no es el rey arrogante que no aceptaba un no por respuesta. Es solo un chiquillo inseguro al que le acaban de decir que no puede estar con quien le gusta por su bien. – Lydia suspiró.
  • ¿No estamos dando por hecho demasiadas cosas sin saberlas realmente?
  • ¿Quieres apostar? – sugirió Merlin, riendo. Eso era una vieja historia de los dos. Un día tenía que contársela a Lance.
  • Mejor no. – gruñó. – Siempre pierdo. Está bien. ¿Qué podemos hacer para arreglar esto? ¿Será seguro para Arthur si Gawain sigue protegiéndole, estando juntos?
  • Lo que tú no puedes entender, milady, es que, aunque no estén juntos, Gawain no va a dejar de tener sentimientos por él. – explicó Merlin, encogiéndose de hombros. – Así que es lo mismo si están o no juntos.
  • Humanos… – murmuró, chasqueando los dedos.

Las luces del laboratorio parpadearon un par de veces, algunas bombillas incluso estallaron, las chispas saltando por todos lados. Los dos hombres intercambiaron una mirada antes de volverse a mirar a la chica.

  • ¿Qué has hecho? – preguntó Lance, con cautela.
  • Dar un empujoncito.

Arthur no estaba seguro cuando se había dormido, pero tampoco le extrañó demasiado. No había descansado demasiado desde que regresó. Le costaba conciliar el sueño, pensando en como superar lo de Gawain.

Y no encontraba una manera.

Miró a su alrededor y vio que estaba de nuevo en el castillo, en su habitación. Se preguntó que iba a ocurrir en su sueño esa vez. ¿Seria otro recuerdo?

¿Qué habría hecho su yo anterior ante esa situación?

La puerta de su habitación se abrió y apareció Gawain, luciendo un poco perdido. Eso sorprendió a Arthur. Normalmente, en sus sueños o recuerdos, Gawain siempre parecía seguro de si mismo.

  • ¿Arthur? – vale, eso ya si que era raro. Nunca le había llamado por su nombre en los sueños. – ¿Estoy soñando? Tiene que ser un sueño porque yo estaba en la oficina esperándote y ahora estoy aquí.

Arthur parpadeó, sorprendido. Su Gawain, el del presente, estaba ahí. En su sueño. ¿Cómo era posible?

  • Estamos soñando los dos. – respondió, llamando la atención del otro.
  • Vale, no tiene sentido, pero vale. Ya he soñado con esto antes. Y era muy divertido, pero… raro.
  • ¿Has soñado con este sitio antes? – preguntó, esperanzado. Pensaba que no recordaba nada de su pasado.
  • Si. Hace unos meses. Supongo que fue por ver Juego de Tronos, yo que sé. – Arthur rio ante la lógica del otro.
  • No creo que esto se parezca a Invernalia.
  • No, pero es la única explicación a tanto detalle. – respondió el otro, encogiéndose de hombros.

Arthur se sentó en su cama, observando como Gawain paseaba por la habitación admirando la decoración y los muebles.

  • Normalmente, no son así. – le escuchó comentar.
  • ¿El qué?
  • Mis sueños. – aclaró Gawain. – Normalmente estamos más… ocupados. – Arthur rio.
  • Imagino como. ¿Quieres que estemos ocupados? – le preguntó, usando sus propias palabras haciéndole reír.
  • Tampoco está mal hablar contigo. Echo de menos eso.
  • Y yo. ¿Por qué no me hablas? – se atrevió a preguntar el chico. El otro contraatacó con otra pregunta.
  • ¿Y tú?
  • Creí que no querrías. Dejaste claro que no quieres estar conmigo, ¿Por qué ibas a querer hablarme?

Gawain se acercó a él y se sentó a su lado en la cama. Le pasó un brazo por los hombros y le abrazó.

  • Eso no es así. No creo que pueda protegerte como es debido si dejo que mis sentimientos interfieran. Y no voy a poder estar contigo y que eso no pase.
  • ¡Pero a mi eso no me importa! – protestó el chico.
  • A mí sí. No sé que iba a hacer si te pasa algo porque no he sabido ser un buen profesional.
  • Yo no tengo dudas de que si lo vas a ser, como siempre lo has sido. Podemos hacer que funcione.
  • No lo sé… – Arthur le cogió del rostro y le besó, un beso tierno y desesperado.
  • Mírame a los ojos y dime que no quieres estar conmigo. – le susurró, con la voz rota.

Gawain le miró y supo que no podría decir eso. No podía mentirle de esa manera. En vez de eso, le atrajo y le besó, intentando demostrarle todo lo que sentía.

Todo el cariño que había ido creciendo desde el primer día que se vieron. La atracción que sintió por él cuando descubrió que no era un crío consentido si no alguien con quien se podía hablar y reír a gusto. La pasión que sintió cuando le besó por primera vez.

Cuando se separaron por fin, Gawain apoyó la frente en la del otro, cerrando los ojos.

  • Cuando despierte, lo primero que voy a hacer es decirte todo esto. – murmuró, dándole otro suave beso. Arthur sonrió.
  • Creo que ya lo voy a saber, pero te esperaré.

Gawain abrió los ojos y se vio en su sitio de costumbre en la ultima semana. Sentado en una silla junto a la puerta del despacho de Arthur. Miró a su alrededor, para comprobar si alguien había notado su cabezadita, pero nadie le prestaba atención. Eso solía ser lo normal, después de la sorpresa del primer día, claro.

Se frotó los ojos y se levantó, dispuesto a cumplir lo que había dicho. Se dirigió al despacho y entró sin llamar, cerrando la puerta tras de sí.

Arthur estaba de pie frente a su escritorio, como si estuviera a punto de salir y le sonrió al verle.

No podía saber a lo que había venido, ¿verdad?

Decidió no dedicarle más pensamientos a ese detalle en ese momento. Ya habría tiempo después. Se acercó a Arthur y le besó, sintiéndose feliz y completo por primera vez en una semana.

Había sido la semana más horrible de su vida.

Pero ya estaba todo bien. No sabía como iban a hacerlo ni si podría hacer su trabajo bien en esas circunstancias, pero no le importaba. Se esforzaría el doble… el triple, si era necesario. Pero no pensaba dejar pasar otra vez esa oportunidad.

Mientras, en el laboratorio de Lydia, Lance, Joss y ella estaban mirando a la pantalla, con unas enormes sonrisas en sus rostros.

  • ¡Eso ha sido tan bonito! – comentó Lydia, haciendo aparecer unas palomitas. Joss negó con la cabeza.
  • Muy bonito. Pero tendré que hablar con los dos. Hay que poner unos limites o vamos a tener a la oficina hablando en segundos.
  • Creo que ya es tarde para eso. – rio Lance. – Yo hablaré con Alex. No va a querer ceder su puesto, pero puedo ponerle una ayuda extra, si ve que eso interfiere con su trabajo.
  • Bien. No quiero que acaben como la ultima vez. – en la pantalla, los otros dos empezaban a ponerse excesivamente cariñosos. – Oye, Lydia, apaga eso.
  • ¿Por qué?
  • Porque están a punto de darnos un espectáculo porno y no me apetece.
  • Pues a mí, sí. Así que cerrad la puerta al salir. – Lance soltó una carcajada mientras seguía a Merlin fuera del laboratorio.

Mejor dejar a la Dama del Lago con su nuevo entretenimiento.

Los multiuniversos y cómo Marvel si les está sacando partido.

A estas alturas, ¿quien no ha visto Wandavision, The Falcon and the Winter Soldier o Loki?

Si eres fan de Marvel y los comics, habrás visto estas series que, sorprendentemente, son de una calidad y mantienen el hilo y el espíritu de las películas de manera espectacular.

No voy a mentirte, cuando acabó End Game y con ella finalizaban también las historias de algunos de mis vengadores favoritos, la idea de las series me parecía muy apetecible. Sobre todo cuando empezó el cierre y no se podía ir al cine.

Pero temía que crearan algo del tipo Shield que, a pesar de que me encante, ajusta por los pelos lo que ocurre en las películas, manteniéndolos al margen de todo. Como si fueran universos separados.

Aquí, sin embargo, todo está intimamente relacionado con las películas.

Wandavision y su recorrido por su personal manera de superar el duelo, la ansiedad y la depresión con el que me he sentido muy identificada en ocasiones.

The Falcon y the Winter Soldier y su repaso nada discreto sobre el racismo en Estados Unidos (y el mundo en general), el saber perdonarse y pasar página y aprender a dejar de compararse con otros para reconocer tu propio valor.

Y Loki, que como solo llevo tres capítulos no tengo muy claro aún de qué va XD, pero sí que me está gustando mucho conocer a ese Loki que solo podíamos entrever en algunas escenas, ese que no es tan cabrón como quería parecer. Egoista, malcriado, ambicioso, inseguro, con un complejo de inferioridad que no le deja ver quién le quiere y no le permite aceptar ayuda. Eso si, pero es bonito verlo más.

Me alegra comprobar que el paso de Marvel a Disney no ha convertido el producto en una noñería solo apta para niños y que las series sigan la estela de las películas en calidad y trama.

El trabajo que realizan para mantener ese universo coherente y ampliarlo hasta el infinito y más allá.

Adoro los universos y los multiuniversos, pero eso me encantan los comics. Son los expertos en eso.

¿Qué opinais sobre las nuevas series de Marvel?

Y no olvidemos que podremos ver más sobre Viuda Negra, mi favorita, en el cine. A ver cuando puedo ir a verla…

¿Volvemos al tajo?

Seis meses sin escribir por aquí, ni por ninguna parte, de hecho.

Demasiado tiempo.

Pero la vida siempre tiene una manera bastante fastidiosa de interferir en tus planes. Y cambiarlos radicalmente.

¿A qué mola?

Pues no, no mola, pero es lo que hay.

En diciembre te decía que tenía que tomarme un descanso porque no daba a basto entre esto y los estudios.

Las buenas noticias es que el primer curso está superado y con muy buena nota, así que…

¡Chachi!

La no tan buena (bueno, si que es buena, claro, muy buena) es que me ha salido un trabajillo temporal que me tendrá ocupada los siguientes dos meses, así que por ahí se van mis planes de recuperar el blog, seguir con la corrección del manuscrito que tengo a medias (mis leones…) y estudiar más para ir preparada a las practicas.

C’est la vie!

Pero haré un esfuercito y trataré de volver al blog, poco a poco y así cogerle carrerilla para cuando acabe con la segunda parte del curso y con las prácticas.

¡Estoy deseando hacerlas!

El curso ha sido todo un episodio. A veces no estaba segura de si estaba con adultos o con niños o si yo me había vuelto demasiado mayor e intransigente.

Todavía no lo tengo claro XD

Pero ha sido muy divertido volver a vivir esas experiencias, aprender (que siempre me ha gustado tanto aprender cosas nuevas) y comprobar que no está una tan torpe como creía.

Así que… vuelven los post de lunes, aunque no tengo ni idea de que van a ir. Series y pelis y libros y mis historias y poco más.

Menos relatos y cosas así porque no tengo tiempo para hacerlos pero recuperaré ese tiempo, recuperaré un poco más mi vida (que a veces me da la impresión de que no tengo o se me pierde) y, si hay suerte y puedo terminar de corregirlo, los leones saldrán para finales de este año o principios del siguiente.

Por ahora, nos vemos!

¡Felices fiestas!

Si, lo sé.

He estado desaparecida demasiado tiempo.

Y siento haber dejado tan descuidado el blog. Aunque tiene su explicación.

En un nuevo intento para encontrar trabajo he decidido reciclarme cual botellita de plástico y tratar de sacarme el título de auxiliar de enfermería, aprovechando que ahora hay algo de demanda en el sector. Así que estoy estudiando a tope para aprovechar al máximo el tiempo y poder conseguir el título en el mínimo tiempo posible.

Lamentablemente, eso hace que tenga menos tiempo para el blog, escribir y todo lo demás que me gusta. Pero me debo sacrificar para conseguir esta meta igual que me he sacrificado en ocasiones anteriores. No me queda otra.

Igualmente, quiero que sepas que aún sigo corrigiendo mi próxima novela, Lion’s Pride, La manada. Si quieres echarle un ojo antes de que esté lista del todo, la estoy colgando en Wattpad, para ver como funciona.

Espero poder terminar de una vez de corregirla y seguir con mi saga.

Así que vuelvo a desaparecer un poquito más y espero que el año que viene pueda regresar aunque sea a ratos. Y no me quiero ir sin desearos una feliz navidad y un próspero año nuevo.

¡Pasadlo bien y sed buenos!

Especial Halloween: Relatos cortos sobrenaturales

Especial Halloween: Relatos cortos sobrenaturales.

 

Pues para celebrar este año Halloween, durante el mes de octubre las entradas del blog del lunes seran relatos cortos cortísimos de temática sobrenatural. No van a ser de miedo, ni de cerca pero, al menos, los protagonistas serán criaturas sobrenaturales.

Algo es algo.

¡Disfrutadlos!


  • ¿Cual es tu nombre?

  • Faith… Faith Porter.

El bombero susurró algo al oído del policía y ambos la observaron con expresión de estupefacción.

  • Faith, ¿sabe cómo se ha producido el incendio? ¿Había alguien más dentro? ¿Cómo ha sobrevivido?

La ambulancia llegó al lugar y dos enfermeros bajaron a todo correr, cargados de todo el equipo. Su sorpresa fue visible al comprobar que la chica parecía no estar herida. Aun así, insistieron en llevarla al hospital. Debían comprobar que no tenía heridas internas.

Faith observó a su alrededor, contemplando los escombros humeantes de lo que antes fuera una nave industrial. No habían quedado ni los cimientos de lo salvaje que fue el incendio.

Sabía cómo había llegado allí. Unos hombres la llevaron a ese lugar para golpearla y averiguar que sabía sobre ellos, que era nada y luego prendieron fuego al edificio con ella dentro.

Recordaba el calor intenso, doloroso, el aire desapareciendo de sus pulmones sustituyéndose por humo y fuego que la abrasaron por dentro.

Y luego… luego nada.

Durante unos minutos eternos no hubo nada. Ni ruido, ni fuego, ni nada.

Pasados esos minutos todo volvió de golpe. Como si hubiera estado privada de consciencia, volvió a la vida, llenando sus pulmones de oxígeno y dando un grito de dolor y alivio al recibir aire y no fuego. Se arrastró por el suelo, quedando sentada entre los escombros mientras los bomberos no daban crédito a lo que veían.

Un milagro, decían. Había sido un milagro que sobreviviera. Un auténtico milagro que no tuviera heridas graves.

Algo inexplicable cuando, ya en el hospital, comprobaron que no tenía un rasguño, ni una sola quemadura, ni leve ni grave.

Faith les dejó creer que, de alguna manera, se había formado una bolsa de aire con los escombros, protegiéndola del mortal calor. Ella sabía que no había sido así.

Tampoco quiso contarles la verdad de por qué había acabado allí, para empezar.

Eso le recordaba que debía salir de la ciudad a toda velocidad. Esos tipos no tardarían en enterarse de que seguía viva y vendrían a por ella.

Todo lo que había hecho era estar en el sitio equivocado en el momento equivocado. Nada más.

Mientras recogía apresuradamente sus escasas pertenencias para huir de la ciudad vino a su mente lo último que recordaba del incidente antes de caer inconsciente.

Una explosión y un enorme pájaro hecho de fuego.

Y no era la primera vez que lo veía.


Recuerda que tienes todas mis novelas disponibles en Amazon Kindle para disfrutarlas durante este Halloween.

 

Relato: Descubriendo el pasado. Capítulo 7.

Capítulo 7.

descubriendo el pasado

Arthur no se había alegrado jamás tanto de ver el logo de su empresa como aquel día, cuando vio a lo lejos la torre Kamelot 2, de Filadelfia.

Esa era la segunda base de la empresa, situada allí porque era la ciudad natal de su madre y ahí era donde solían pasar las fiestas cuando ella aún vivía. Después de su muerte, su padre no volvió a pisarla y él tampoco.

El chico suspiró de alivio al aparcar frente a la entrada y ayudó a Gawain a salir del coche. Juntos atravesaron la puerta principal y se dirigieron a recepción. La chica que había en el mostrador se mostró alarmada por su apariencia. Sin embargo, no llamó directamente a seguridad, esperando a ver qué ocurría.

– Hola, soy Alexander Gawain – saludó Gawain, poniendo su identificación sobre el mostrador que la muchacha no tardó en coger y comprobar. – y este es Arthur P. Drake. Necesitamos ver al jefe de seguridad del edificio. Y un médico.

– Si, por supuesto. – asintió la chica, saliendo del mostrador para guiarles hasta una puerta semi oculta tras él. – Esperen aquí. El señor Torres estará aquí en un minuto.

La habitación era una muy similar a la que había junto a la recepción de su propia torre. Una especie de sala de espera con un par de sofás confortables y decoración sacada de una revista de moda. Arthur ayudó al pelirrojo a sentarse y ponerse cómodo porque ya estaba algo adolorido de su herida. Un poco más tarde, la puerta volvía a abrirse y apareció un tipo grande, con el pelo rizado y negro, los ojos castaños y un bigote fino muy bien cuidado. Vestía el uniforme del personal de seguridad de la empresa.

– Soy Pedro Torres, jefe de seguridad del edificio. – se presentó, acercándose para estrecharles la mano. – Es un placer tenerle aquí, señor P. Drake. Aunque intuyo que no ha sido en las mejores circunstancias.

– No, me temo que no. Mi guardaespaldas necesita atención médica, señor Torres. – el hombre observó a Gawain y su expresión de dolor contenido y asintió.

– Por supuesto. Síganme. Luego me contaran con detalle que ha pasado.

Unas horas más tarde, Arthur estaba instalado en una de las suites de su familia, duchado, comido y nuevamente vestido con un traje limpio y elegante. Y eso estaba muy bien, pero no había podido ver cómo estaba Gawain todavía.

Después de que le curaran, Torres se lo llevó para hacer un informe y escuchar todo sobre el ataque y lo que habían hecho hasta ese día para evadirlos, buscando posibles sospechosos.

La Orden era la primera de esa lista. Mordred y Morgan, los segundos.

Luego les perdió la pista.

En ese momento, no sabía que hacer. No sabía si debía quedarse donde estaba o buscarlo. No quería molestar si estaba ocupado, cosa que era posible. Pero, por otro lado quería asegurarse de que estaba bien.

Y que tras días de estar compartiendo habitación, le echaba de menos y se sentía abandonado por muy infantil que sonase.

Al final, decidió salir a buscar al otro. Al menos se quedaría tranquilo sabiendo que estaba bien.

Cogió el teléfono y llamó a recepción. No tardaron en darle la información que quería, el número de habitación de Gawain.

Tomó el ascensor y bajó los tres pisos que le separaban de la planta de seguridad, donde se solían alojar todo el personal y estaba el gimnasio. Esa torre era un calco de la de Nueva York, por lo que estaba comprobando.

Ya delante de la puerta se quedó congelado sin saber si llamar o no. Dudó un par de minutos y llamó, temiendo que el otro decidiera ignorarlo.

De repente, se sintió como un adolescente inseguro. Gawain era su amigo. ¿Por qué no iba a querer verle?

La puerta se abrió, después de lo que pareció una eternidad y un Gawain en camiseta, pijama y descalzo le saludó.

A través de la camiseta podía ver la venda que cubría su hombro y parte del brazo, donde estaba la herida de bala. Parecía cansado.

– Lo siento… no se me ocurrió pensar que estarías descansando. – dijo, dándose la vuelta para irse. Gawain le agarró de la muñeca para detenerle.

– ¡Espera! No estaba durmiendo. Bueno, no del todo. Creo que me he quedado un poco dormido viendo la película. Entra.

Arthur entró en la habitación. Era más pequeña que la suya pero no menos lujosa y cuidada. La televisión estaba encendida y había una manta en el sofá, indicando que le había dicho la verdad. Eso le hizo sentir un poco mejor.

– ¿Cómo te encuentras? – le preguntó. El pelirrojo se encogió de hombros.

– Me han dado unas pastillas para el dolor y ya no noto nada. – rio. – ¿Cómo estás tú?

– Solo quería saber si estabas bien. – Gawain sonrió con afecto al chico.

– Lo estoy. – le aseguró. – Lance me llamó hace un rato, para ver si habíamos llegado. Nos recogerá mañana por la mañana para ir a casa.

– Eso está bien. Bueno… será mejor que vuelva a mi habitación, entonces.

Arthur hizo el intento de girarse para irse pero Gawain volvió a cogerle de la mano para detenerle una vez más. Tiró de él hasta acercarlo, dejándole a un paso de distancia.

– ¿A qué has venido, Arthur? – le preguntó y el chico no supo bien que responder. ¿A qué había ido? ¿Solo para comprobar que se encontraba bien? ¿O había alguna razón más?

– Estaba preocupado.

– ¿Y?

– Te echaba de menos. – confesó. Gawain sonrió, dulce.

– Solo nos hemos separado unas horas. – Arthur se sonrojó.

– Si pero no sabía… no sabía si querías volver a hablar conmigo después de estos días. Si volviésemos a lo de antes cuando regresemos a casa.

Gawain suspiró, apenado. Llevaba pensando lo mismo desde que le dejaran en enfermería. No sabía que hacer con la situación cuando regresaran a casa. Tendrían que volver a su relación laboral de antes, ¿verdad? Eso sería lo lógico.

Días antes había pensado en dar un intento a eso, pero tras los ataques y el que casi les mataran a los dos le hizo dudar sobre esa idea. ¿Sería seguro para ambos tener una relación?

Arrastró a Arthur hasta el sofá y le obligó a sentarse con él. Para evitar que el otro se fuera al extremo opuesto, le echó un brazo por los hombros y le abrazó, atrayéndolo hacia su cuerpo.

– Si te soy sincero, no lo sé. – le confesó, ganándose una mirada sorprendida del otro. – No sé qué debemos hacer. Lo inteligente seria volver a lo de antes. Soy tu empleado, a fin de cuentas, Arthur. Trabajo para ti. ¿Cuánto tardaría eso en ser un problema? ¿Y cuánto afectaría en mi modo de trabajar? No podría ser tu guardaespaldas.

– ¿Por qué no? – el pelirrojo le acarició el cabello, mirándole triste.

– Pues porque mis sentimientos interferirían, me harían tomar decisiones apresuradas y estúpidas.

– ¿Entonces?

– No lo sé. Pero supongo que debemos dejarlo aquí antes de que vaya a más y sea más doloroso. – Arthur asintió, notando su pecho dolorido.

– Supongo que tienes razón. – cuando intentó levantarse, notó que el otro no le soltaba. – ¿Gawain?

– Si, pero eso puede ser mañana. – le susurró, inclinándose para besarle.

Fue como en su sueño, esa misma mezcla de pasión y dulzura que le dejó temblando de ganas cuando se separaron. Arthur vio algo que pensó no vería jamás en el rostro de Gawain.

Inseguridad.

Le cogió del rostro y volvió a besarlo, tratando de mostrarle que él también quería eso, aunque fuera solo por esa noche.

El beso se volvió apasionado en segundos, con las manos de Gawain por todas partes, desabrochando y quitando ropa a toda prisa. No tardó en tener a Arthur con solo el pantalón y la camisa desabrochada.

Gawain le tumbó en el sofá, desabrochándole y sacándole los pantalones del traje que acabaron en un rincón alejado de la habitación. Con una sonrisa malévola, empezó a besarle por el pecho, bajando despacio hasta llegar a su entrepierna.

Arthur casi se ahogó al ver como el otro le quitaba los calzoncillos y empezaba a devorarlo despacio, sacándole jadeos e improperios de todos los colores. Aprovechando que le tenía distraído, el pelirrojo empezó a prepararle con cuidado hasta tenerle completamente listo y tembloroso, lleno de ganas.

Gawain volvió a subir, besándole y dándole a probar un poco de su propio sabor antes de comenzar a introducirse, sin dejarle tiempo a pensarlo mucho. Pronto estaban moviéndose al unisonó, el cuerpo de uno acudiendo a las embestidas del otro, ambos disfrutando del momento y perdiéndose en él.

Arthur podía sentir el mismo cariño y cuidado que en su sueño, dejándose llevar por ese sentimiento hasta que ambos llegaron al orgasmo. Gawain se dejó caer, agotado sobre él y le sonrió con tristeza.

Un rato después le llevaba a su cama para descansar.

Al día siguiente, ambos iban a hacer como que no había sucedido nada, manteniendo su relación como hasta ese día. Amistad y negocios y punto.

Era lo más lógico.

Aunque eso no consoló nada a Gawain cuando, al llegar la mañana, se encontró en la cama, solo.

Especial Halloween: Relatos cortos sobrenaturales

Especial Halloween: Relatos cortos sobrenaturales.

 

Pues para celebrar este año Halloween, durante el mes de octubre las entradas del blog del lunes seran relatos cortos cortísimos de temática sobrenatural. No van a ser de miedo, ni de cerca pero, al menos, los protagonistas serán criaturas sobrenaturales.

Algo es algo.

¡Disfrutadlos!


Una de las cosas que primero aprendió de su abuela fue a pensar en si mismo primero.

«Recuerda, malysh, tú puedes marcar la diferencia y salir de este basurero. Pero solo lo conseguirás ocupándote de ti y solo de ti. No dejes que nadie te distraiga de tu objetivo.»

Sabias palabras, pensó Rasputín mientras se preparaba para realizar el hechizo.

Cuando se descuidó un poco acabó envenenado, disparado y apuñalado repetidamente. Y casi ahogado en un rio. Ese fue el precio de preocuparse por alguien más que de si mismo.

La segunda vez que cometió ese error le hizo terminar con sus huesos en esa prisión de La Orden y convertido en un triste esclavo, mago de segunda para ese horrible Pemberton.

No iba a equivocarse una tercera vez.

Preparó los ingredientes y recitó el ensalmo sacado del libro que habían requisado al guardián de Chicago. Con eso podría recuperar su libertad y acabar con Pemberton antes de huir de allí, lo más lejos posible.

No era ningún ingenuo. Sabía que si no eliminaba a Pemberton, este le perseguiría hasta el fin del mundo solo por principios. Así que debía matarlo para poder ser libre.

Sonrió mientras recitaba el hechizo.

Esa era una muerte que estaba deseando provocar.


Recuerda que tienes todas mis novelas disponibles en Amazon Kindle para disfrutarlas durante este Halloween.