Rugidos del corazón: Capítulo 25.

¡Penúltimo capítulo! La semana que viene será el último y luego pasaremos a una especie de spin-off cortito.


Lance había hecho muchos viajes desagradables e incomodos. Fue soldado mucho antes de trabajar para Uther. Sabía lo que era tener que compartir espacio de viaje con un cadáver (o varios) y compañeros en duelo.

Pero incluso con esa experiencia a sus espaldas ese viaje le resultó de lo más doloroso. Podía oír perfectamente al león en la parte de atrás, susurrando su pena mientras abrazaba el cadáver de su amigo.

Había avisado por radio de que regresaban. No deseaba que el otro león se encontrara por sorpresa con la noticia. Joss iba a encargarse de informarle. No le envidiaba en absoluto.

También había estado en esa posición más veces de las que quiso.

Llegaron al aparcamiento subterráneo de la torre y dejó la furgoneta aparcada lo más cerca del ascensor. No quería que nadie fuera testigo del dolor de los leones.

Joss había dicho que les esperarían en la enfermería del personal, que era la más cercana. Luego discutirían en que podían ayudar a los leones con los arreglos del funeral de su hermano.

Al abrirse la puerta del ascensor, lo primero que vio fue el rostro roto de dolor de Nicky. Escuchó un jadeo tras él, de Kenny, quien le adelantó llevando el cuerpo de su amigo en brazos para acercárselo a su hermano.

Fue algo muy triste de ver.

Nicky estaba llorando desconsolado, abrazando a los dos. Cuando se separó por fin, el más joven le guio hasta una de las camas, donde Kenny colocó con sumo cuidado el cuerpo de Max.

Lance se alejó, dirigiéndose hacia Joss quien observaba todo desde la puerta. Arthur acababa de salir, demasiado afectado para quedarse. El chico tenía el corazón muy tierno para soportar ver el dolor ajeno.

  • Odio esto, Joss. – susurró, apoyando la frente en el hombro del otro. – Esto no tenía que haber pasado. Tenía que haberlo protegido mejor.
  • No ha sido tu culpa, Lance.
  • Pues no lo parece. Si yo hubiera hecho bien mi trabajo, ese chico estaría vivo.

Joss le abrazó, acariciándole el cabello con ternura. Por encima del hombro de Lance, observó a los leones, ambos de pie a cada lado de la cama, hablando tan bajito que no podía distinguir ni una palabra. Aunque podía imaginar que discutían.

Les ofrecería el jet y lo que necesitaran para trasladar el cuerpo hasta su hogar. Imaginó que su familia querría darle entierro cerca de casa. Era lo menos que podían hacer.

Gawain había llamado también mientras Lance estaba de camino. Había hecho una descripción demasiado grafica de cómo había quedado la biblioteca y los hombres de La Orden. Al parecer, Kenny no había dejado mucho para identificarlos.

El lugar había quedado cubierto de sangre y vísceras por todas partes y la limpieza llevaría días, si no semanas.

En sus filas también había habido un par de bajas. Dos de sus hombres cayeron luchando y otros cinco estaban heridos de diferente consideración. Tendría que hacer arreglos para las familias de los dos soldados muertos y ocuparse de que los heridos recibieran toda la atención medica que necesitaran.

Una de las cosas que Uther hizo muy bien fue encargarse de que sus hombres tuvieran todo lo que necesitaran para ser felices en su trabajo. Siempre decía que un trabajador infeliz o necesitado, era un trabajador fácil de comprar por la competencia. Y eso en su mundo era un enorme peligro que era preferible evitar.

Los trabajadores de Kamelot eran de los mejores pagados y con los mejores servicios sanitarios del país.

Suspiró pensando en la cantidad de cosas y llamadas que no deseaba realizar y sentía el corazón pesado como plomo. Dio un beso en el cabello a Lance y se separó de él.

Lydia entró apresuradamente a la enfermería, mirando alrededor con expresión de angustia. Joss le hizo un gesto para que se acercara a ellos.

  • ¡Ey! ¿Cómo están? – preguntó, moviendo su mirada desde sus compañeros a los leones. – ¡Pobres chicos!
  • Pues, ¿cómo crees? Destrozados. – Lydia puso una mano en su brazo, apretándole suavemente.
  • ¿Y tú cómo estás?
  • Como una mierda. Esto no debía haber ocurrido, Lydia. ¿Cómo no lo has visto?
  • Lance, no soy adivina. Solo bruja. No puedo ver el futuro.
  • Lo sé, lo sé.
  • Siento ser una perra por preguntar, pero… ¿habéis conseguido la reliquia?
  • Si, la tiene el león en su chaqueta. Aunque no creo que sea momento de pedírsela. – Lydia le miró, arqueando una ceja.
  • Estas muy equivocado. Es el momento adecuado.

Antes de que ninguno de los dos pudiera detenerla, Lydia se acercó a la cama donde los leones estaban velando a su hermano muerto. Ellos no parecieron notar su presencia, al principio. Ella les observó unos minutos, en silencio, antes de decidirse a interrumpirles.

  • Lo siento mucho. Y siento mucho tener que ser una insensible y molestaros con esto, pero… – Kenny levantó la mano, silenciándola mientras sacaba de su chaqueta el paquetito de la reliquia.
  • No pasa nada. Aquí la tienes. – la miró antes de entregársela. – No vale la vida de nadie. – repuso con tristeza. Lydia asintió, cogiendo con cuidado el paquete.
  • Tienes razón. No vale la vida de nadie. Es solo un aparato mágico por el que no merece la pena morir. Pero que si podemos usar para devolver una vida.

Kenny y Nicky levantaron tan rápido la cabeza que estuvo a punto de darles un tirón en el cuello. Kenny la cogió del brazo, tan fuerte que le hizo daño, pero Lydia ni pestañeó.

  • Espero que no estes de broma, bruja.
  • Nunca bromeo con algo tan serio. Esto es el santo grial. – dijo, enseñando el paquete. – Bueno, medio grial. El grial tiene el poder de dar o quitar la vida, dependiendo de cómo y quien lo use. – Nicky la miró, esperanzado.
  • ¿Podríamos usarlo para resucitar a Max?
  • No puedo aseguraros de que funcione, ya que la reliquia está rota, pero creo que debemos intentarlo.

Los dos leones intercambiaron una mirada, preocupados. Nicky parecía esperanzado, pero, a la vez, preocupado por su amigo. Kenny parecía más decidido.

  • Hagámoslo.
  • ¡Espera, espera! – le frenó Nicky. – ¿Qué riesgos hay?
  • ¿Además de que no funcione? Como he dicho, el grial es capaz de dar vida, pero también de quitarla. Puede pasar que, al intentar revivir a Max, Kenny acabe perdiendo su vida. – Nicky abrió los ojos como platos, espantado con la idea.
  • ¡No, no vas a hacerlo!
  • Nicky…
  • No. Ya he perdido a mi hermano. No voy a arriesgarme de perderte a ti también.

Kenny le cogió del rostro y le besó en la frente.

  • No puedo estar sin él. – Nicky soltó una carcajada amarga.
  • ¡A buenas horas te das cuenta! ¡Más te vale no morirte o la vamos a tener tú y yo! ¿Entendido? – Kenny asintió.
  • No voy a morir. Ahora, traigamos de vuelta a tu hermano.

Lydia sonrió y abrió el paquete, sacando la media copa de entre los trapos. La colocó con cuidado sobre una mesita auxiliar e hizo un gesto a Kenny para que se acercara. Cuando lo tuvo cerca, le ofreció un cuchillo.

  • La sangre es lo que dio poderes a esta reliquia. Y la sangre es lo que la hará funcionar. Hazte un corte. Necesitamos llenar esta media copa y darle de beber a Max.

Kenny asintió y cogió el cuchillo, para acto seguido hacerse un largo corte en la palma de su mano. El corte empezó a sangrar y el león vertió su sangre en la media copa. Lydia la había puesto en horizontal para que pudiera guardar la sangre. Cuando ya estaba casi completo, Lydia le dio un pañuelo para que se tapara la herida y cogió la copa, dirigiéndose hacia la cama, seguida de cerca del león.

  • Incorpóralo un poco y ábrele la boca. – Kenny obedeció y Lydia derramó el contenido de la copa en su boca. – Esta es mi sangre, esta es la vida. – murmuró la chica, cogiendo la mano de Kenny y colocándola sobre el pecho de Max, justo encima de la herida de bala.

Al principio parecía que no ocurría nada. Kenny estuvo tentado de apartar la mano, porque sentir la frialdad de la muerte en el cuerpo de esa persona tan amada por él era muy desagradable. Pero Lydia no se lo permitió. Siguió sujetando su mano sobre el pecho del otro hasta que empezó a sentir algo.

Una leve calidez empezó a brotar del cuerpo. Para su asombro y el de Nicky, la herida se cerró despacio hasta no quedar ni rastro de ella. El cuerpo se fue calentando, poco a poco y Kenny empezó a sentir una vibración bajo su mano que acabó por transformarse en un latido firme.

¡El corazón estaba latiendo!

Kenny miró a Nicky, sonriendo. El pequeño acarició el rostro de su hermano, notando la piel cada vez más cálida. Le apartó un mechón de la frente y Max abrió los ojos, como si despertara de un sueño.

  • ¿Max? – le llamó Nicky. – Max, ¿estás bien? – Max parpadeó un par de veces, mirando a su hermano y a Kenny antes de hacer una mueca de extrañeza.
  • ¡Ey! ¿Qué hacéis los tres mirándome dormir? ¿Ha pasado algo?

Como toda respuesta los otros dos se lanzaron sobre él para abrazarlo, llorando de felicidad. Lydia les observó, sonriendo y se alejó, con la reliquia en la mano.

Lance y Merlin la recibieron con ambas cejas levantadas.

  • ¿Sabías que podían revivirlo con la reliquia?
  • Era una posibilidad. Pero no podía asegurar que funcionara. Había una razón por la que pedí que ese león fuera el encargado de buscarla.
  • ¿Quieres decir que si hubieras usado la sangre de otro no habría funcionado?
  • Probablemente no. Pero su sangre es muy poderosa. Pocos alfas he visto de tanta pureza. Y no me refiero solo a sus genes.
  • Yo solo me alegro de que funcionara. ¿Estará bien? A ver si hemos traído a la vida un zombie.
  • En serio, Lance…
  • ¿Qué? ¡Es una posibilidad! – Lydia se volvió para mirar a Merlin, quien estaba intentando aguantar una carcajada sin conseguirlo.
  • Joss, prohíbele ver más The walking dead, ¿vale? Ve demasiada televisión basura.
  • Es que es así de inocente. – rio el otro.

Lance hizo un mohín, molesto por ser el centro de la broma. Pero dirigió su mirada hacia los tres leones y lo felices que parecían y se le pasó el enfado. Al menos, no iba a tener esa muerte en su conciencia.

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