Cody frunció el ceño mientras observaba a Kenny y los otros reunirse en la escalinata de la biblioteca.
Los vio hablar, aunque estaba demasiado lejos para escuchar lo que decían. Los humanos entraron primero, seguidos de cerca por los dos leones. Vio como el león de cabello oscuro permanecía pegado a Kenny, como una sombra, apoyándose en él.
Hizo una mueca de disgusto.
No le gustaba eso. No le gustaba que Kenny tuviera a alguien. No se merecía tener a nadie. No se merecía ser amado.
Merecía estar solo, ser odiado.
Ser despreciado.
¿Por qué ese otro león le quería? No podía entenderlo.
Pero no iba a dejar que siguieran siendo felices. Para nada.
- ¡Vamos! – ordenó al grupo de hombres que tenía asignado para esa misión.
Sabía que Kenny avisaría a los hombres de Kamelot y que estos le cederían su ayuda para recuperar la reliquia.
Eran muy predecibles.
Estaba claro que debió matar al león cuando tuvo la oportunidad. Fue muy mala suerte que la pistola se encasquillara de esa manera, no dejándole cumplir con lo que deseaba. Pero ahora podía remediarlo.
Cuando Kenny encontrara la reliquia, Cody pensaba matarlo. Esta vez no iba a escaparse tan fácilmente.
Pero primero… primero mataría al otro león, para que lo viera morir frente a sus ojos sin poder hacer nada para salvarlo. Luego sería el turno de Kenny para morir.
Lenta y dolorosamente.
Entraron a la biblioteca y siguieron las voces y el ruido del otro grupo hasta una habitación enorme llena de libros. Cody había leído algo sobre ese lugar. Había infinidad de libros antiguos y valiosos en sus estanterías. Una pena, más de uno iba a acabar con un agujero de bala.
Pero debía esperar a que encontraran la reliquia antes de atacar. Había una razón por la que los de Kamelot habían pedido a los leones que los acompañaran.
Se asomó con cuidado para que no les descubrieran y vio a Kenny dar un beso al otro león. Apretó los dientes, molesto de repente.
Ese despojo no merecía que nadie le quisiera.
¡Nadie!
Cuando Kenny cogió un libro y lo abrió, sacando de su interior algo que Cody no fue capaz de distinguir, el chico decidió que ya era hora de atacar. Eso debía ser la reliquia, por como el león la trataba.
Era hora de robársela. Y matarlo, ya que estaba.
- Es el momento.
Sus hombres empezaron a disparar, a la vez que abrían las puertas de una patada. Él los siguió, andando tranquilo y con su pistola en la mano.
Los soldados de Kamelot les recibieron con su propio fuego y Cody vio a los dos leones esconderse tras un mostrador. Había una puerta detrás de ellos, pero Cody ya había puesto gente allí para impedirles huir.
Necesitaba que le entregaran la reliquia.
- ¡Kenny! – canturreo. – Sé que estas aquí con la reliquia. Entrégamela o no saldréis ninguno con vida de aquí.
Como esperaba, Kenny salió de su improvisado escondite, aunque el otro león que le acompañaba le tenía fuertemente cogido del brazo, listo para tirar de él si veía algo raro.
- ¡No vas a llevártela, Cody! Antes la destruiré. – eso le sorprendió. No esperaba esa respuesta por parte del león.
- Te pegaré un tiro primero. – le amenazó apuntándole con la pistola. El otro león tiró del brazo de Kenny para atraerlo hacia un lugar más seguro. Cody sonrió y cambio el blanco al que apuntar. – O le pegaré un tiro a él. ¿Qué prefieres? ¿Te quedaras sin hacer nada como cuando disparé a tu padre?
Kenny rugió, intentando zafarse del agarre de Max que lo sujetó aún más fuerte, usando ambos brazos. Pero se veía que le estaba costando mucho retenerlo. Lance se colocó delante de ellos, apuntando con su arma a Cody.
- Mira, escoria, será mejor que te largues porque no vas a salirte con la tuya. No vamos a entregarte la reliquia y no vas a conseguir que el chico caiga en tu trampa. Así que vete por donde has venido.
Cody sonrió. Veía que a Kenny le afectaba que se amenazara al otro león. Bien, podía usar eso para hacerle perder los nervios y cometer un error. En la situación en la que estaban en ese instante lo único que podía pasar era que acabaran acribillándose los unos a los otros y eso no le interesaba a ninguno.
Muerto no podía robar la reliquia y entregársela a su jefe. Y muerto no podía subir de rango como deseaba.
No, necesitaba conseguir que Kenny cometiera un error. Y sabía cómo.
- ¿Qué pasa, Kenny? ¿No eres capaz de defenderte solo? Como vas a defender a tu pareja si no eres capaz de cuidar de ti mismo. ¿Le has contado como no fuiste capaz de salvar a tu padre?
- ¡Bastardo! – gritó Kenny, cada vez más enfadado. A Max casi se le escapó su agarre del brazo y maldijo por lo bajo.
- No le escuches. – le dijo, tratando de calmarlo. – Solo intenta que hagas la estupidez de ponerte mejor a tiro. No le sigas el juego.
Cody gruñó una maldición. Iba a tener que centrar sus esfuerzos en el otro león, ya que era capaz de calmar a Kenny. Eso no le convenia.
- ¿Cómo te llamas, chico?
- ¡A él ni le hables! – rugió Kenny, visiblemente enfadado. Cody sonrió.
- ¿Quién va a impedírmelo? ¿Tu? ¡Venga ya! Solo quiero darle algunos consejos. Ya sabes, de ex pareja a pareja actual.
- ¡Cállate! – volvió a rugir el rubio. Max estaba observándole casi sin pestañear, como congelado.
- Puedo decirte que le gusta en la cama. – añadió con la voz llena de veneno. – Sé cómo le gusta que le follen.
Kenny soltó un rugido tan fuerte que los cristales de la habitación vibraron con el sonido. Max y Lance se vieron obligados a saltar sobre él para impedir que se lanzara a por el otro. Con gran esfuerzo, consiguieron arrastrarlo de vuelta al mostrador. Por el rabillo del ojo, Lance comprobó que sus hombres habían conseguido despejar la salida justo tras ellos. Eso era todo lo que necesitaba.
- Max, cuando yo os diga, salid por la puerta que hay tras nosotros. – le susurró al león moreno. – Yo os cubriré. Salid y no os paréis hasta que lleguéis hasta Gawain, que estará fuera esperando. – el chico asintió, girándose para encarar a Cody, que seguía observándoles con una sonrisa prepotente.
- ¡Ey, imbécil! No necesito que me des ninguna lección de como satisfacer a nadie en la cama. Mucho menos a él. Eso ya sé hacerlo muy bien, gilipollas. – Kenny le arqueó una ceja y Max añadió, susurrando. – Prepárate para salir corriendo.
- ¡Ahora! – gritó Lance, empezando a disparar y obligando a los otros a retroceder y ponerse a cubierto.
Max tiró de la mano de Kenny ambos salieron corriendo hacia la puerta tras el mostrador. Esta permanecía abierta y el pasillo al que daba parecía desierto. Los dos dejaron atrás la habitación y corrieron por varios pasillos, buscando alguno que los llevara al exterior.
El ruido de los disparos siguió retumbando por todo el edificio, el eco haciéndoles temer por encontrarse con alguno de los hombres de La Orden en cada esquina. Después de varios minutos corriendo, Kenny se detuvo, obligando a Max a detenerse también.
- ¿Qué haces? ¡Debemos salir de aquí! – le urgió.
- Max, estamos dando vueltas. Tenemos que averiguar por donde está la salida o acabaremos volviendo al jaleo. – el más joven suspiró, intentando calmarse.
- Vale… tienes razón. ¿Por dónde? Porque a mí todos estos pasillos me parecen iguales. – Kenny miró a su alrededor.
Max tenía razón. Todos los pasillos parecían exactamente iguales. Tenían el mismo suelo, las mismas paredes forradas con planchas de madera, las mismas lámparas. No había nada que los diferenciara ni ninguna indicación de hacia donde estaba la salida.
Los disparos parecían haberse detenido, lo cual no sabía si calificar de buena o mala señal. Supuso que dependía de quien fuera ganando, pero no pensaba quedarse a averiguarlo por si acaso. Olfateó el aire buscando algo hasta que lo encontró.
- Por ahí. – dijo, señalando hacia su derecha. – Huele a contaminación y tubos de escape. Esa peste es inconfundible.
- Menos mal que tienes el olfato fino. Porque yo estoy tan bloqueado que no consigo ni oler. – repuso Max, haciéndole reír.
Los dos volvieron a emprender su huida, esa vez por el pasillo elegido y con algo más de rumbo. Aun tardaron un buen rato en ver algo que se pareciera a una salida. Era una puerta pequeña, más parecida a una entrada para trabajadores que otra cosa.
Kenny estaba alargando la mano hacia el pomo para abrirla cuando el sonido de una pistola al cargarse le detuvo, quedándose con el brazo extendido en el aire. La mano de Max apretó su agarre.
- Dame la reliquia, Kenny. O te mataré y la cogeré yo mismo. – le amenazó Cody a su espalda.
Los dos leones se dieron la vuelta, despacio, para encarar al humano. Cody les apuntaba con su pistola, el traje ahora roto y arrugado, imaginó Kenny que por la trifulca anterior. ¿Estarían bien los hombres de Kamelot? ¿Les habría matado Cody?
Esperaba de corazón que no. Se sentiría muy culpable si les hubiera ocurrido algo solo porque él no fue capaz de detener a Cody en el pasado.
- Vas a tener que dispararme, Cody. No pienso darte la reliquia. No puedo dártela. Esta vez no voy a quedarme parado y mirando mientras intentas destruir lo que quiero.
El otro hizo una mueca, a medio camino entre el disgusto y la burla. ¿En serio pensaba que podía evitar que matara a su amigo? ¿O a él mismo? Que equivocado estaba.
- Te lo digo por última vez. Entrégame la reliquia. – Kenny empujó a Max tras él, cubriéndolo con su cuerpo. Puede que fueran más o menos de la misma altura, pero Kenny era más ancho. – No vas a poder protegerle cuando te mate.
- No vas a coger la reliquia.
- Está bien. – dijo Cody, levantando la pistola hacia el león.
Lo siguiente que pasó fue tan rápido que no supo que había ocurrido hasta que fue demasiado tarde.
Cody disparó y Kenny se preparó para recibir el impacto. No pensaba que el otro tiraría a matar. Le conocía lo suficiente como para saber que no le mataría tan rápido. Y, entonces, él aprovecharía para destrozarle.
Pero no contó con otra cosa.
El sonido del disparo se desvaneció despacio, el eco resonando a lo largo del pasillo. Pero el impacto nunca llegó.
Miró a Cody y le vio con una expresión de pura sorpresa en su rostro, el cañón de su pistola humeando. Y, entre los dos, interponiéndose, Max.
Max que se llevó una mano al pecho antes de caer de rodillas al suelo, su mano manchada de sangre.