- ¿Les hemos localizado ya?
Cody estaba impaciente por localizar a su antiguo amante y, por consiguiente, al librero. Lo único que había sabido en los dos últimos días era que habían salido a toda prisa de San Francisco, dejando el motel en donde habían estado alojándose durante una semana.
Así también se enteró de que Kenny no estaba solo. Le acompañaban dos chicos más jóvenes. Cody sabía lo que había ocurrido con Kenny después de dejarle atrás.
Sabía que había cargado con las culpas por el robo y el intento de asesinato de su padre. Él creía que lo sentenciarían a muerte, pero solo lo desterraron y marcaron como omega, lo cual fue muy decepcionante. Probablemente eso era más cruel que la muerte, pero… Cody seguía deseando que el león sufriera.
Y tenía sus razones para ello. La familia de Kenny era responsable de que Cody perdiera a su padre, cuando el alfa lo asesinó sin piedad por intentar entrar en su territorio.
¿La razón que dio?
Que su padre había intentado herir a Kenny.
En realidad, el padre de Cody intentaba secuestrarlo, para luego chantajear al alfa, pero la cosa no salió como estaba planeado y el león dominante lo asesinó, dejando huérfano y lleno de rencor a Cody.
Cuando este creció y vio la oportunidad de vengarse, saltó a ella entusiasmado. Una lástima que el alfa siguiera vivo, pero saber que había renegado de su heredero y que eso había desestabilizado a la manada durante años fue bastante satisfactorio.
Hasta unos días atrás, pensaba que Kenny había muerto al poco de salir de su manada. El león era tan blando e inútil que no creía que hubiera sobrevivido por su cuenta y con el corazón roto. Al parecer lo había subestimado.
Cody regresó su atención al subordinado que miraba atento su ordenador, en el que se podía ver un mapa que ocupaba toda la pantalla.
- No ha sido fácil, pero sí. Han cogido carreteras secundarias y poco transitadas para no ser seguidos.
- ¿Y dónde están ahora?
- Nueva York. – Cody frunció el ceño, extrañado.
- ¿Nueva York? ¿Para qué habrán ido allá? Pensaba que irían a Chicago. Hubiera sido lo más lógico. ¿A quién pueden conocer allí?
- Que sepamos, a nadie. Pero Nueva York es una ciudad importante para la Comunidad.
- ¿Por qué?
- Ahí está la sede de Kamelot, señor.
Cody jadeó, sorprendido. ¿Cómo había podido olvidar Kamelot y sus entrometidos moradores? Todos pertenecían a la Comunidad, aunque él no sabía en que grado.
Aidan debía saber de su existencia, como guardián que era. Tenía sentido que hubiera sugerido ir a verlos para pedir protección.
- Que vigilen el edificio. Nuestro objetivo debe estar ya allí o estar cerca de ahí. Un escuadrón que se prepare para ir a Nueva York conmigo. Vamos a traer de vuelta al guardián.
En la torre Kamelot, Aidan estaba siendo revisado por tres médicos a la vez. Cuando, horas después de marcharse, Max y Kenny llamaron a Nicky y le dijeron que se reunieran con ellos en la torre no sabía que iban a encontrarse.
Aidan no esperaba ese edificio tan lujoso, ni tanta gente pendiente de ellos hasta el cansancio. Los médicos habían sido muy amables con él, curando sus heridas y realizándole toda clase de pruebas para asegurarse de que estaba bien.
Aparte de unos pocos cortes y quemaduras que aún estaban por sanar, no tenía nada roto ni había ningún sangrado interno. Si habían detectado una leve conmoción, pero nada que fuera preocupante. Solo necesitaba descansar y dejar que su cuerpo que se recuperara para curarse. Incluso sus poderes estaban bajo mínimos. No había conseguido sentir nada de nadie desde que le atrapara Pemberton. Eso no sabía si calificarlo de algo bueno o malo, realmente.
La puerta de la habitación en la que le habían dejado se abrió y entró Merlin junto con otra persona. Un chico de su edad, más o menos, con traje muy elegante y expresión preocupada. Tenía el cabello oscuro y una cicatriz que le partía la ceja izquierda.
- ¿Cómo te sientes? – le preguntó Merlin, con una sonrisa.
- Mucho mejor ahora. Los médicos han dicho que no hay nada irreparable.
- Eso es estupendo. Aidan, este es Arthur P. Drake. El dueño de Kamelot. – Aidan le dirigió una mirada escrutadora al chico.
- Un renacido. – susurró sin darse cuenta. – Mis poderes andan un poco descolocados desde el secuestro, pero aun puedo sentir eso y la magia tan poderosa que protege este edificio. Tenéis una reliquia.
- Así es. Excalibur. Fue forjada con la mitad de una reliquia. La otra mitad sigue perdida. Tenemos gente buscándola.
- Eso está muy bien. Pero no es la que La Orden busca.
- ¿Sabes cual están buscando? ¿Tienen alguna pista?
- Nah… me robaron un libro que podría ayudarlos, pero no llegaron nunca a hacer que el hechizo funcionara.
- ¿Por qué? Si no he entendido mal, tienen a un buen hechicero entre ellos.
- Oh, si… Rasputín. No puede hacer que funcione el hechizo. Y no puede porque no es una criatura sobrenatural. Es magia que solo funciona con nuestra gente. Rasputín puede ser hechicero. El mejor del mundo. Pero no es mágico. Tú, yo, tu amigo… los leones de ahí afuera… nosotros si podríamos hacer funcionar eso. Ellos, no. Y les ha cabreado.
- Entonces seguimos sin saber dónde está la reliquia.
Aidan negó, sonriendo torcido.
- No, yo sí sé dónde está porque hice el hechizo antes de escapar. No ha sido casualidad que acabáramos aquí. – los otros dos intercambiaron una mirada de sorpresa.
- ¿Está en Nueva York?
- Si. En la biblioteca pública.
- Ese sitio es enorme… – gimió Arthur.
- Es todo lo que sé. Lo siento.
Merlin se quedó pensativo un rato antes de hablar.
- Le pediré ayuda a Lydia. Estoy seguro de que ella puede pensar algo para encontrar la reliquia en ese edificio. Y haré que Lance organice la búsqueda.
- Eso está muy bien. ¿Dónde están los leones? – preguntó Aidan, luciendo preocupado por sus nuevos amigos.
- Los hemos dejado con Gawain, uno de nuestros hombres para que los llevara a comer algo a la cafetería. Luego los acompañará a unas habitaciones que los hemos preparado. Espero que quieran descansar antes de irse.
- Eso estaría bien. Me gustaría despedirme de ellos antes de que se fueran. Una recomendación. Prepárales solo una habitación con cama grande. – añadió el librero, divertido.
- Tomo nota.
Gawain observó a los tres invitados comiendo y conversando juntos en la mesa de la cafetería mientras él se tomaba un café. Merlin le había ordenado cuidar de ellos y vigilarlos.
Cuando les había comunicado que Arthur les había pedido quedarse y descansar, ellos no parecieron muy convencidos con la idea. Hubo una leve discusión en voz baja que acabó con ellos accediendo.
No hubo discusión ni quejas a la invitación a comer en la cafetería. Los dos más jóvenes prácticamente arrasaron con casi todo. El mayor fue más comedido, pero aun así había cogido comida para tres personas. Gawain supuso que era algo que tendría que ver con el metabolismo de su raza.
Su teléfono vibró y vio un mensaje de Merlin indicándole un cambio de planes con las habitaciones a las que debía acompañar a sus invitados. Al parecer habían decidido alojarles en una sola, alegando algo de que estarían más cómodos juntos. Gawain arqueó una ceja.
- ¿Ocurre algo? – el chico se sonrojó al verse sorprendido.
- No. Mi jefe acaba de mandarme una actualización y me ha pillado algo de sorpresa.
- ¿En qué forma?
- Vale… es que me ha sorprendido, eso es todo. Tenía orden de llevaros a tres habitaciones diferentes y ahora me han dicho que os lleve a una más grande, pero individual.
- Eso estará mucho mejor, gracias. – asintió Max. – No hubiéramos aceptado estar separados.
- Lo siento. No estoy muy familiarizado con las costumbres de vuestra raza.
Los tres leones intercambiaron una mirada divertida pero no hicieron comentarios. Más tarde, ya en la habitación que les habían asignado, los tres dormían profundamente en la cama.
Bueno, los hermanos dormían, uno en cada extremo del colchón y Kenny permanecía despierto en el centro.
Había sido un día largo y estresante y estaba agotado. Pero el jaleo con La Orden había traído negros y feos recuerdos de vuelta a su mente y acabó teniendo una pesadilla.
Era La Pesadilla, como la llamaba Nicky, aunque no supiera exactamente que ocurría en ella ya que Kenny nunca hablaba de ello. Pero era la de siempre y le despertó temblando y llorando.
Un cálido aliento acarició su nuca y las manos que rodeaban su cintura apretaron el abrazo un segundo para aflojarse y que Kenny pudiera girarse. Max le sonrió adormilado cuando quedaron cara a cara.
- ¿Por qué no duermes? ¿Una pesadilla? – preguntó, colocando sus manos en las mejillas del otro. – ¿Por qué lloras? – Kenny se sorprendió al oír la pregunta. No se había dado cuenta de que estaba llorando.
- No pasa nada. Solo es la pesadilla.
- Oh… – el joven león se inclinó y le dio un leve beso. – No pasa nada. Solo era un mal sueño. Ya no puede hacerte daño. – le susurró, abrazándole y acariciándole el cabello.
- Todo este lio me ha traído malos recuerdos. – dijo al notar una de las manos del otro rozar la marca de su nuca. – No quería despertarte.
- Nah, descuida. Nicky ronca demasiado como para dormir algo.
El más joven gruñó por lo bajo haciendo reír a los otros dos. El rostro adormilado de Nicky asomó por encima del hombro de Kenny, mirando molesto a su hermano.
- Muy gracioso, sí. ¡Yo no ronco!
- No… para nada… solo haces un ruido constante y molesto mientras duermes que suena como un ronquido.
- Divertidísimo. – Nicky frotó su mejilla con la de Kenny. – Olvídate de todo eso. El pasado no puede hacerte daño si no le dejas. – le dijo antes de acomodarse para volver a dormir.
Max arqueó una ceja al escuchar a su hermano. Volvió a besar al rubio y se acurrucó en sus brazos, instándole a dormir. Sintió al otro besarle en el cabello.
- A nosotros no nos importa ese pasado, Kenny. Te queremos igual. – y añadió mucho más bajito. – Yo te quiero igual.
Kenny sonrió y abrazó más fuerte a Max, cerrando los ojos. A lo mejor si podía dormir algo esa noche.