Max observó preocupado a Kenny cuando este detuvo el coche en el aparcamiento de una gasolinera, a medio camino entre Pasadena y Nueva York.
Les quedaba todavía más de la mitad del camino e iban a tener que detenerse pronto para dormir, porque Aidan no estaba en condiciones de hacer todo el viaje sin descansar.
Al joven león le resultó extraño que se detuvieran en la gasolinera ya que el coche aún tenía combustible de sobra. Más extraño fue ver como Kenny salía sin decir palabra y se alejaba a la parte de atrás del local, que daba a una especie de pequeño y descuidado parque infantil.
Estaba claro que algo le ocurría.
Miró a su hermano a través del reflejo del espejo retrovisor y este se encogió de hombros. Nicky tenia a Aidan recostado en su regazo para mantenerlo cómodo.
- Ve. – le instó, acomodándose en el asiento con el otro hombre. – Deja las llaves puestas.
- No tardaré mucho. Espero.
Max salió del coche y siguió el mismo camino que el otro león, andando hacia el parque infantil. Lo encontró sentado en un banco, con la mirada perdida en los desiertos columpios. Max se sentó a su lado, en silencio esperando que el otro decidiera hablar sobre lo que le ocurría.
No tuvo que esperar demasiado.
- Deberíamos dejarle aquí y largarnos. – el moreno le miró incrédulo de sus palabras. ¿Hablaba en serio? ¿Su dulce y protector Kenny pidiendo que abandonaran a un hombre herido y necesitado de ayuda?
- Dime mejor que es lo que ocurre contigo. Estas aterrorizado de esa gente.
- Lo estoy, sí. Tengo pánico de que nos encuentren y os hagan daño.
Max se recostó en el banco, estirando su brazo izquierdo para colocarlo sobre los hombros del otro, que se acercó más a él buscando el contacto. El moreno le acarició el cabello con ternura.
- Mi padre me comentó ayer que lo mejor era lo que estamos haciendo. Dirigirnos hacia Nueva York y pedir allí la ayuda del dueño de Kamelot. Es parte importante de la Comunidad y está bastante involucrado con los últimos líos de La Orden.
- ¿Son de fiar?
- Toda la Comunidad parece pensar que sí. – respondió, bajando la mano para acariciarle la nuca. – Si no podemos ayudarle de otra manera, lo menos es dejarle en manos amigas. Pero dime… ¿Qué te han hecho La Orden? Nunca te hemos pedido que nos cuentes nada de tu pasado, Kenny. Y si no quieres hacerlo, lo respetaré, como siempre hemos hecho. Pero ayúdame a entenderlo.
Kenny le dirigió una mirada tan cargada de dolor que le retorció el corazón. Ni Nicky ni él tenían idea de que había ocurrido para que Kenny acabara desterrado de su manada.
Nunca habían querido preguntar qué había pasado ni por qué ya que respetaban su deseo de mantener esa parte de su vida en secreto, pero si Kenny quería que no ayudaran a ese chico tenía que dar buenas razones para ello.
Volvió a centrar su atención en el rubio, quien parecía estar a punto de echarse a llorar, consiguiendo que Max casi se arrepintiera de haberle preguntado.
Pero Kenny no derramó ninguna lagrima al final. Dio unas profundas respiraciones, cerró los ojos durante unos segundos y suspiró, soltando despacio el aire.
Parecía dispuesto a hablar.
- Como os dije aquella noche, mi familia me desterró. – Max asintió. – Me marcaron como omega y me echaron de mi casa y mi ciudad. Agradezco que jamás me tratarais distinto por ello.
- ¿Por qué íbamos a tratarte distinto? Sin contar que pienso que es una costumbre anticuada y bárbara, tú nos has cuidado y ayudado desde el primer día que nos conocimos. Nos has tratado con cariño y confianza. ¿Cómo íbamos a tratarte si no era con lo mismo que nos has dado?
Kenny le cogió de la mano y tiró de él para darle un beso antes de abrazarle y esconder el rostro en su cuello. Estuvieron así un rato antes de volver a hablar.
- Mi familia me repudió, después de ser marcado. Me sacaron de la ciudad no sin antes darme una paliza. Y la razón de todo eso fue La Orden.
- ¿Cómo?
- Ellos enviaron a alguien para ganar mi confianza y usarme. Me utilizó para colarse en el despacho de mi padre y robar unos documentos de la manada. – Max frunció el ceño. – Después, disparó a mi padre, el alfa dejándole mal herido. Él huyó y yo pagué las consecuencias de mi mal juicio.
Max le miró escandalizado.
- ¡Pero eso no es justo! ¿Cómo ibas a sospechar de tu amigo? – Kenny le dirigió una mirada dolida.
- No era mi amigo. Quería que fuera mi pareja. Fue unos meses antes de mi dieciocho cumpleaños. La semana anterior discutí con mi padre porque le dije que no pensaba irme y que iba a emparejarme con él. Por supuesto, él se negó rotundamente, llamándome chiquillo e irresponsable.
Max le observó luchar contra los dolorosos recuerdos.
- Obviamente, eso funcionó fatal, claro, consiguiendo el efecto contrario. Me largué de casa, dando un portazo y fui a buscarlo a él. – El moreno notó entonces que en ningún momento Kenny daba un nombre al responsable de su pena. Supuso que era demasiado doloroso nombrarlo, aunque empezaba a sospechar quién era esa persona. – Me convenció de que podíamos huir. Pero que necesitaríamos algo más de dinero del poco que teníamos ahorrado. Yo sabía que mi padre siempre guardaba unos cientos en la caja fuerte del despacho. Solo teníamos que colarnos y cogerlos. Sabía la contraseña.
- Oh, Kenny…
- Lo llevé a casa y abrí la caja fuerte. Cuando le vi coger los documentos en vez del dinero me pensé que se había equivocado. Todavía seguía sin creer lo que estaba haciendo cuando le vi sacar la pistola y apuntar a mi padre… Ni siquiera hice el intento de impedírselo.
Max le volvió a abrazar, fuerte y estrecho y le escuchó soltar un par de sollozos ahogados antes de volver a separarse. Esa vez sí que vio lágrimas en sus ojos cuando le pudo ver el rostro. El moreno se las secó con los dedos, dándole un nuevo y leve beso en los labios.
- Kenny… no creo que nadie hubiera podido reaccionar en ese momento. Sé que es muy fácil decirlo, sobre todo viéndolo todo desde fuera. Pero la persona que más querías te traicionó vilmente. Nadie hubiera podido reaccionar. Y sigo sin entender cómo pudieron culparte a ti de sus acciones.
- Yo lo dejé entrar. Ningún humano debería haber podido entrar en la casa de un alfa. – Max hizo una mueca al oírlo. Así que el tipo era humano. Ciertamente, incluso en su familia que eran bastante abiertos a casi todo, no habrían invitado nunca a un humano a la casa de un alfa.
Los alfas eran lo más importante en las familias o manadas. Sin ellos, el grupo se desestabilizaba y quedaba a la deriva. Si el alfa de Kenny había sido disparado y herido gravemente empezaba a entender la reacción de su familia. Pero hacer que Kenny pagara por todo en vez de perseguir a ese humano… eso le seguía pareciendo injusto.
Era obvio que su amigo ni habría intentado defenderse. Se veía perfectamente que se sentía terriblemente culpable por lo ocurrido y se avergonzaba de haber sido tan crédulo. La prueba estaba en que no era capaz de mirarle a los ojos mientras le contaba toda la historia.
Max se quedó allí, escuchando a su amigo confesarse. Fue algo muy doloroso, pero Kenny se veía hasta aliviado de haber podido sacarse todo eso por fin. Cuando estuvieran solos, Max iba a tener que hacerle un resumen de todo eso a Nicky.
Cuando su amigo acabó de hablar, el moreno se fijó que le miraba expectante, como si esperara que le rechazara o mostrara disgusto, como, supuso Max, haría su familia.
¿Cómo existía alguien capaz de hacerle daño a Kenny?
Era algo que el moreno no entendía. No podría hacerlo, aunque no supiera toda la historia, pero mucho menos después de escucharla.
Max se acercó para volver a besarle.
- Eso está en el pasado y jamás podríamos juzgarte por algo que no fue tu culpa.
- ¿Por qué no? Mi familia lo hizo.
- Bueno, pues nosotros no vamos a hacerlo. Tú eres mi familia, igual que Nicky. No voy a juzgarte por lo ocurrido. Sé que no harías daño a nadie, menos a nosotros. Me parece tan horriblemente injusto que te hayan hecho sufrir todo este tiempo de esa manera… ojalá pudiera borrarlo. – Le dio un fuerte abrazo y le acarició el cabello. – Pero no puedo, así que vas a tener que dejarlo ir.
- No sé si puedo.
- Yo sé que sí. Y entiendo tu temor a La Orden. Iremos a Nueva York y dejaremos a Aidan a su cuidado. Y, luego, si quieres nos vamos lejos.
- Vale. Podemos hacer eso.
- Bien. Entonces vamos al coche. Vamos a preguntarle a Nicky si necesitan algo y buscaremos un motel donde pasar la noche tranquilamente. ¿De acuerdo?
- De acuerdo.
- Compraremos algo rico para cenar. Pizza. ¿O prefieres otra cosa?
Max se levantó y tiró del otro para que le imitara. No se esperaba el nuevo abrazo ni el «Te quiero» murmurado en su oído.
Antes de que tuviera oportunidad de reaccionar, Kenny salió a toda prisa hacia el coche. Cuando llegó, el rubio estaba preguntándole a su hermano si necesitaban alguna cosa de la tiendecita.
Nicky le dirigió una mirada interrogante y él solo pudo negar con la cabeza en silencio y hacerle un leve gesto de que hablarían más tarde.