Kenny recogió su moto del aparcamiento del bar y revisó que sus cosas siguieran en su sitio. Al comprobar que todo estaba bien, arrancó y salió de la ciudad rumbo a Las Vegas, su siguiente destino.
Un par de horas más tarde se encontraba dando vueltas por la ciudad, buscando un lugar donde desayunar para luego dedicarse a buscar pistas sobre La Orden y Cody.
Desde aquella vez en Texas no había conseguido ninguna pista solida que le llevara a encontrar al otro hombre. Tuvo sus encontronazos con la organización y algunos de sus hombres, pero ni rastro de Cody.
Parecía que se lo hubiera tragado la tierra. Resultaba de lo más irritante.
Entró en una pequeña cafetería que anunciaba tortitas recién hechas en el cartel de la entrada. El lugar estaba desierto ya que todavía era muy temprano, lo cual era ideal para él. Así no tendría que vigilar a nadie.
La camarera, una mujer mayor de aspecto maternal, le sirvió una taza de café, tomó su pedido y le dejó solo con sus pensamientos.
No pudo evitar que su mente regresara a esa habitación de motel y a los dos hermanos a los que acababa de abandonar en la otra ciudad.
Se sentía mal por haberse ido de esa manera, sin despedirse ni dar las gracias por permitirle quedarse en su habitación. Pero no podía, no debía quedarse más tiempo.
La forma tan cariñosa en que le habían tratado trajo tantos recuerdos de tiempos mejores, cuando aún tenía familia y nombre, gente que le quería y se preocupaba por él.
Y dolía, dolía mucho recordar que ya no tenía nada de eso.
Tampoco quería sentir ese afecto para luego perderlo. Porque acabarían dándole la espalda y marchándose cuando descubrieran su marca y su pasado. Entonces toda esa amabilidad se convertiría en hostilidad y Kenny no estaba seguro de poder soportarlo.
Esos cachorros le habían caído bien. Le gustaba su olor, a mar y brisa fresca. Y se había sentido bien y cómodo en aquella cama, abrazado a ellos. No quería que descubrir la verdad cambiara ese sentimiento.
Suspiró, algo triste mientras atacaba su plato de tortitas. Incluso una sola noche era suficiente para echar de menos algo que no le pertenecía.
Tan enfrascado estaba en sus pensamientos que no escuchó la puerta principal de la cafetería abrirse, ni vio a las dos figuras que entraron y se acercaron hasta su mesa.
Casi saltó de su asiento cuando alguien se sentó frente a él, en su propia mesa, asustándole.
Los dos hermanos le miraron con una sonrisa prepotente en sus rostros mientras Kenny trataba de no quedarse con la boca abierta de par en par por la sorpresa.
El día anterior y con la escasa luz del bar y de la habitación, los hermanos le parecieron casi gemelos. Kenny llegó a pensar que eran mellizos.
Pero a la luz del día sus diferencias se hicieron más obvias. Max tenía el cabello más oscuro y espeso que su hermano y se veía algo más mayor que el otro. Mientras Nicky era más rubio, con el cabello más fino y varios centímetros más alto que su hermano.
Pero cuando sonreían con esa misma picardía parecían gemelos.
- ¿Qué demonios hacéis aquí? – fue lo único que se le ocurrió preguntar cuando recuperó el habla. Los otros dos rieron, divertidos.
- Pasábamos por aquí. – respondió Nicky, encogiéndose de hombros.
- ¿Pasabais por aquí? ¿Casualmente habéis cruzado un estado y entrado en la misma cafetería que yo?
- No, pero ¿a qué sería genial? – contestó Nicky, robándole un trozo de tortita. – ¡Uhm! ¡Esto está genial! Voy a pedirme unas. ¿Tú quieres? – le preguntó a su hermano. Max asintió. – Vale, no os mováis de aquí.
Nicky se dirigió a la barra y les dejó a solas, cosa que aprovechó Max para hablar.
- ¿Por qué te has marchado así? ¿Hemos hecho algo que te molestara? – preguntó, con expresión preocupada. – Quizás nos tomamos demasiadas confianzas. No sé si en Canadá hacéis las cosas de otra manera. – Kenny hizo una mueca. No había sido su intención herir los sentimientos de los hermanos.
- No, no ha sido eso.
- ¿Entonces? ¿Por qué te fuiste sin siquiera decir adiós?
- ¿Por qué me habéis seguido? – Max le dedicó una sonrisa infantil, amplia y deslumbrante.
- Porque nos has gustado. – su sinceridad descolocó a Kenny, que lo miró de hito en hito. – Y creemos que haríamos buen equipo, los tres juntos. Las excursiones son peligrosas, por eso mi padre permitió que esperara a Nicky. – Kenny negó con la cabeza.
- No estoy de excursión. – esa declaración consiguió que Max arqueara una ceja, pero nada más, lo que extrañó a Kenny.
- No buscas a tu pareja, pero buscas algo, eso puedo verlo. Puedes hacerlo con nosotros.
- Podría ser peligroso.
- Has picado mi curiosidad. – rio, pero al ver la expresión de Kenny, suspiró y volvió a ponerse serio. – Nosotros podemos cuidarnos. Ayer Nicky estaba enfermo y le pillaron por sorpresa. Incluso sin ti, podríamos haber solucionado el asunto sin problemas.
El tono del león moreno era claro y Kenny asintió.
- Por supuesto, pero es algo personal.
- Entiendo. Simplemente, pensé que sería mejor hacer el viaje juntos. – Kenny se sintió mal de nuevo por estar empujando a los dos jóvenes leones lejos de él, pero no podía permitirse que se acercaran. No podía permitirse pensar en viajar juntos.
Era una idea demasiado tentadora. Pero esos cachorros le abandonarían en cuanto vieran la marca. Le insultarían y odiarían, como todos.
Como su propia familia hizo en su momento.
- Estoy buscando a alguien para matarlo.
No estaba seguro de que le hizo decir eso, pero para su sorpresa, su interlocutor ni se estremeció. Ni sorpresa ni miedo ni asco. Ni siquiera una chispa escandalizado.
¿Le habría oído bien?
- ¿Qué hizo? – preguntó Max.
- Me usó para atacar a mi familia. – mejor dejarlo simple. Con esos datos no podrían relacionarlo, si habían escuchado alguna vez la noticia. No tenía idea de si aquello llegó tan lejos.
- Entonces se lo merece. No soy muy partidario de las venganzas, pero si alguien toca a Nicky, lo despedazo. Punto. – fue la respuesta simple del otro y Kenny podía ver en su expresión y en sus ojos castaños que no mentía. –Mira, es tú decisión y no vamos a imponernos, pero no tenemos una ruta establecida. Solo vamos dando vueltas sin rumbo. Creo que deberíamos acompañarnos en el camino y ayudarnos. Cuando llegue el momento, nos separaremos.
Kenny lo consideró y se descubrió viendo más pros que contras. También se descubrió deseando decir que sí.
¿Podía compartir espacio y camino con esos dos sin llegar a involucrarse? ¿Sin dejar que se acercaran tanto que descubrieran su secreto?
¿Podría sobrevivir a otro rechazo si lo peor ocurría?
No estaba seguro de ello.
Nicky aprovechó ese momento para aparecer con dos platos de tortitas que colocó en su lado de la mesa, ofreciendo uno a su hermano y sonriendo a Kenny.
- Bueno, ¿qué? ¿Vas a viajar con nosotros? – Max le dio un codazo en las costillas sacándole un quejido.
- Uno, has tardado demasiado. Ya tenía hambre. Dos, se lo está pensando. Tiene otros planes para el viaje.
- ¡Oh! ¿Se pueden saber?
- Quiere matar a alguien. – respondió Max antes de que Kenny pudiera abrir la boca haciendo que el pequeño se atragantara. – En serio. Fue alguien que hizo daño a su familia.
- Eso tiene sentido.
Kenny parpadeo, sorprendido. Incluso tenían la misma reacción a lo que había dicho. Era preocupante.
- Por esa misma razón deberías viajar con nosotros. Te cuidaríamos las espaldas y no tendrías que estar solo si necesitas que alguien te cuide si resultas herido. – añadió Nicky, dando un bocado enorme a sus tortitas. – Creo que sería un buen negocio para todos. – Max rodó los ojos y rio al escucharlo, pero no dijo nada.
Kenny los miró sin saber que decir. La soledad que llevaba sintiendo desde que se vio forzado a dejar su hogar se hacía más patente conforme más hablaba con ellos. Moría por más interacción, más conversación. No sabía qué hacer.
- Veo que vas en moto. – la voz de Nicky le sacó de sus pensamientos. – Nosotros tenemos una camioneta con espacio detrás para subirla cuando no tengas ganas de conducir o si hace mal tiempo. Normalmente solemos dormir en moteles baratos, porque estamos intentando no hacer gastos inútiles, pero si hace buen tiempo y andamos cortos de dinero acampamos.
- Eso está muy bien. – fue lo único que se le ocurrió decir.
- Y nos defendemos haciendo de comer, aunque nada especial. Salvo Nicky, que sabe hacer una jambalaya deliciosa, pero nunca la hace, el bastardo. Y ronca.
- ¡Ey! Es especial. No se puede hacer todos los días. Y no ronco.
- No, solo duerme muy fuerte. – se burló, revolviéndole el cabello a su hermano. – Y también olvida hacer la colada.
- Nunca me lo recuerdas.
- Siempre te lo recuerdo. Tú pasas de mí, que no es lo mismo. – respondió Max, sin perder la sonrisa. ¿Así que eso era tener hermanos? Pensó Kenny sonriendo por el intercambio, sin darse cuenta. – Prometemos respetar tus cosas y tu intimidad y no insistir si no quieres compartir algo. Nosotros preferimos dormir juntos, por economía y porque es más cómodo. Pero si quieres tu propia cama, no hay ningún problema.
- Además, si dices que no te seguiremos hasta la siguiente ciudad. Y la siguiente. Y la siguiente. Hasta que digas que sí. – bromeó Nicky, ganándose un coscorrón por parte de su hermano.
- Acabo de decirle que vamos a respetar su decisión y vas tú y sueltas eso. ¿En serio, Nicky?
- ¿Qué?
Kenny suspiró. Estaba claro que no había manera de escapar de esos dos. Y tampoco podía dejarles ir por ahí, siguiéndole y poniéndose en peligro. Al menos, pensó, si estaban con él sabría cuando estaban en peligro y podría ayudarles.
Y si no compartían cama, evitaría que le vieran la marca. A lo mejor era un buen momento para empezar a usar un pañuelo en el cuello o algo así para taparla.
- Está bien. – aceptó, ganándose una mirada de satisfacción de los otros dos. – Viajaremos juntos. Tenía pensado pasar aquí un par de días, para buscar algún rastro y luego dirigirme hacia Arizona, al sur. Si encuentro algo puede que cambie la dirección.
- Eso es perfecto para nosotros. – Nicky cogió el móvil de Kenny de encima de la mesa y empezó a teclear cosas en él. ¿Cómo había desbloqueado su móvil? – Te acabo de guardar nuestros números en tu agenda y me he dado un toque para quedarme con el tuyo. Mientras tú buscas pistas, nosotros vamos a buscar un motel habitable. Te enviaremos la dirección cuando lo encontremos.
- ¿Cómo…? – Max se rio a carcajadas, divertidísimo con la expresión de pura sorpresa de Kenny por la hazaña de su hermano.
- Mejor que no preguntes. Pero este es capaz de hackearlo todo así que ándate con ojo con tu móvil.
- Menudo peligro tenéis…
La sonrisa que le dedicó Max le erizó los vellos de la nuca. Era a la vez traviesa y seductora y a Kenny le gustó demasiado la manera en que se le iluminaba el rostro cuando sonreía.
- No tienes ni idea.