Relato: Descubriendo el pasado. Capítulo 6.

Capítulo 6.

descubriendo el pasado

Arthur se despertó al sentir un roce suave en la mejilla. Abrió los ojos y se encontró con la mirada azul de Gawain, que le sonreía divertido.

El chico bufó, haciendo el intento de taparse la cara con las manos pero el otro se lo impidió, sujetándoselas.

– ¿Cómo estás? – Arthur suspiró. Aun se sentía algo triste pero no como la noche anterior.

– Mejor, gracias. No sé qué me pasó. La pesadilla era tan real…

– Debía serlo. ¿Quieres contarme que pasaba? – Arthur negó con la cabeza. No, no deseaba hablar de ello. Nunca. – Vale. No pasa nada. Pero ya sabes que si necesitas hablar, estoy aquí. – eso le hizo sentir un poco mejor. Sonrió a Gawain.

– Lo sé, gracias.

– No las des. Ahora, arriba. Vamos a desayunar y a salir de aquí antes de que sea tarde. Quiero llegar a Filadelfia mañana.

– Estoy deseando llegar a casa. – Gawain arqueó una ceja.

– Yo también.

Arthur hizo el intento de levantarse pero el pelirrojo seguía encima suya, sujetándole de las manos, impidiéndoselo. Le regaló una sonrisa socarrona al ver que no podía moverlo.

– ¿Te importa? – le preguntó el chico. El otro simuló pensárselo.

– No lo sé. Aquí se está cómodo.

– Tú eras el que tenía prisa.

– Ya… pero nos podemos perder unos minutos. – susurró, acercándose a su rostro como si fuera a besarle. Arthur se estremeció y cerró los ojos así que Gawain se desvió y le dio un pequeño beso en la punta de la nariz. Luego se levantó de la cama, riendo. – ¡Vamos, Arthur! ¡Quiero desayunar!

El chico aún se quedó un minuto sentado, respirando agitado antes de poder levantarse y comenzar a vestirse, maldiciendo a su compañero.

Después del desayuno ambos se dirigieron al coche, para salir hacia su siguiente parada. Pero antes de que pudieran llegar, un grupo de hombres armados les asaltaron.

Gawain sacó su pistola y empujó a Arthur hacia el coche, obligándole a subir al asiento trasero.

– ¡Agáchate y no te muevas! – le gritó, arrancando el coche.

Un disparó atravesó el cristal del asiento del copiloto, rompiéndolo en mil pedazos y el coche salió del aparcamiento quemando neumáticos.

Por lo que se sintieron como horas, el coche no dejó de correr, dando tumbos y cogiendo curvas a toda velocidad, haciendo que Arthur acabara alguna que otra vez en el suelo del vehículo, llevándose más de un golpe.

De repente, la velocidad fue disminuyendo hasta detenerse. Arthur alzó la cabeza, viendo que habían parado el coche en el arcén de una carretera de tierra, sin nada de civilización a la vista.

¿Dónde estaban? Empezaba a cansarse de tanto ataque y tanto acabar en ninguna parte.

– ¿Arthur? ¿Estás bien? – el chico se levantó, quedando sentado en el asiento y crujiéndose el cuello.

– Si, sí. ¿Cómo nos han encontrado? – preguntó, extrañado. Creía que no le habían seguido en todo ese tiempo.

– No tengo ni idea. – Gawain soltó un gruñido de dolor. – Voy a necesitar que lleves el coche un rato.

Al chico le saltaron las alarmas al escuchar las palabras y el tono del otro. Algo malo pasaba o no le dejaría conducir. Gawain odiaba como conducía.

Salió del coche, apresuradamente y se acercó a la puerta del piloto.

– ¿Qué pasa? – vio una mancha de sangre en la manga derecha de la camisa del otro y se echó a temblar. Aun tenía muy reciente el sueño. – ¡Estás herido!

– No es nada. Solo un rasguño. Pero duele un poco y me va a molestar para conducir. – Arthur asintió, ayudándole a salir del coche. A él la herida no le parecía un rasguño. Sangraba bastante. – Intentaré curármela por el camino.

Arthur llevó el coche, siguiendo las indicaciones del otro hombre, hasta la siguiente ciudad, en la que habían pensado quedarse. Gawain ya no se fiaba de quedarse en el motel que tenían reservado, así que le obligó a conducir un rato más, buscando un nuevo motel en el que hospedarse.

El chico consiguió una habitación en un motel por horas y sentó a Gawain en la única cama para mirarle la herida del brazo.

El otro había improvisado un vendaje con un trozo de camiseta pero ya estaba empapada en sangre. Por suerte, parecía que el sangrado se había detenido ahí. Arthur asaltó el botiquín del baño y vino cargado con gasas y desinfectante. Con cuidado quitó la tela de la herida y siseó al verla.

No, no era ningún rasguño.

– Me has mentido. – le regañó, dándole un golpe en el brazo bueno. – Esto de rasguño no tiene nada. Es un agujero en toda regla. – Gawain soltó una risita.

– Bueno, no es para tanto. Al menos la bala ha salido, es una herida limpia. Vamos a vendarla y mañana, cuando lleguemos a Filadelfia y a la central, me curaran como debe ser. ¿Podrás hacerlo? – preguntó, al ver como el chico se ponía un poco blanco. Arthur asintió.

– Si, sí. Espero que no te duela demasiado.

– Sobreviviré. Tú cúrame.

Con excesivo cuidado y más miedo que otra cosa, Arthur limpió la herida y luego la vendó como le iba indicando Gawain, que hacía gestos de dolor a cada movimiento. Cuando acabó, ambos estaban agotados y temblorosos por razones distintas.

– Sería mejor que te echaras un rato. Puedo ir a por la comida. – sugirió Arthur, pero Gawain se incorporó, negando rotundamente con la cabeza.

– ¡No! Nada de salir solo de aquí. Pide para que la traigan. No puedo permitirte salir de aquí sin vigilancia.

– No creo que nos hayan seguido.

– ¡Da igual! No me fio. – gruñó. – Es más, no me fio de quitarte el ojo de encima. Ven aquí. – le llamó, palmeando el lado izquierdo de la cama.

– ¿Qué?

– ¡Que vengas! Vas a echarte aquí conmigo y me vas a cuidar un rato y luego pediremos pizza o algo. – Arthur se tumbó a su lado, rodando los ojos ante la actitud autoritaria del otro.

Gawain no tardó en rodearle la cintura con el brazo bueno y atraerle hasta su cuerpo, pegándole a él. Arthur suspiró, relajándose por primera vez en todo el día. No había notado lo tenso que estaba hasta ese segundo.

– Cuando te vi sangrando me asusté muchísimo. – confesó con un hilo de voz. Gawain apretó su agarre de la cintura y le dio un beso en el pelo.

– Yo también. Me asusté cuando nos atacaron, cuando casi te dan, cuando me hirieron porque pensaba que no podría llevarte a salvo a casa. Me asusté mucho.

Arthur alzó el rostro para mirarle y Gawain aprovechó para robarle un corto beso. El pelirrojo le acarició el pelo, antes de volver a tumbarse en la cama.

– Vamos a descansar un poco. Luego comemos tranquilos.

Arthur se despertó un buen rato después, por el sonido del móvil de Gawain. El otro estaba completamente dormido y Arthur no tuvo corazón de despertarlo. Parecía agotado.

Con cuidado se desenredo de sus brazos y cogió el teléfono, contestando en un susurro.

– ¿Sí?

– ¿Arthur? – era Lance y sonaba sorprendido y preocupado. – ¿Dónde está Gawain?

– Gawain está dormido. Nos atacaron al salir de la otra ciudad y le han herido. – le informó. Lance hizo un sonido de sorpresa.

– ¿Está bien?

– Si, tiene un disparo en el brazo pero parece estar bien. O eso dice él.

– ¿Y tú? ¿Estás bien?

– Cagado de miedo, pero sí. – con Lance no merecía la pena fingir que no estaba asustado. El otro hizo un ruidito.

– Bien, eso es bueno. El miedo es bueno para estar alerta. – le dijo, con tono tranquilo. – ¿Cuándo salís para Filadelfia?

– Mañana por la mañana.

– Allí cuidaran bien de Gawain. Saldré para allá en un rato para recogeros en la central. Mientras, tendrás que vigilar que Gawain esté bien. – le ordenó. Sabía que si le daba algo que hacer al chico, este se asustaría menos. – Vigila que no esté somnoliento o mareado. La pérdida de sangre puede provocar eso. Si ves que se comporta raro, le pides que pare y conduces tú.

– Puedo conducir yo desde el principio. – se ofreció. Lance sonrió.

– Mucho mejor. Os dejo descansar entonces, nos vemos mañana, ¿de acuerdo?

– No te preocupes. – Lance soltó una risita.

– ¡Claro que me preocupo! ¡Es mi trabajo!

Arthur cerró el teléfono y cogió el suyo para buscar algún sitio que sirviera a domicilio al que poder pedir. Encontró una pizzería y encargó un par para los dos.

Mientras esperaba a que llegara el repartidor, se volvió a tumbar junto a Gawain, apoyando su cabeza en el hombro del pelirrojo, acurrucándose a su lado.

No iba a permitir que esa pesadilla se volviera a hacer realidad. Iba a cuidar a Gawain.

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