Capítulo 5.
La mañana siguiente no fue tan incomoda como podía pensarse que debía ser.
Gawain hizo como que no había pasado absolutamente nada, Arthur también y ahí se acabó el problema.
Amanecieron hechos un lio en la cama, enredados el uno en el otro, con Arthur dormido con la cabeza apoyada en el pecho del otro y todavía desnudo porque no se puso ninguna ropa limpia después de lo ocurrido.
El chico salió corriendo al baño a vestirse, avergonzado pero tras el desayuno todo volvió más o menos a la normalidad.
Más o menos, claro. Tampoco se podía pedir peras a un olmo.
Arthur estaba un poco demasiado en su mundo, distraído y metido en sus pensamientos. Algo lógico, vista la situación. Gawain se sintió un poco culpable, al ser el causante de todo eso.
No se arrepentía para nada, pero sabía que debió haber esperado a estar en casa o, al menos, a haber hablado algo con el chico. Le estaba confundiendo y lo sabía.
Cuando vio que a Arthur se le caía por cuarta vez la cuchara al suelo de lo despistado que andaba, decidió tomar cartas en el asunto.
– ¿Arthur? – el chico parpadeó, como si acabara de despertar. Al ver que era Gawain quien le llamaba la atención, se sonrojó.
– ¿Sí?
– Quería disculparme por lo de anoche. – Arthur se atragantó con el café que estaba bebiendo.
– No hace falta…
– No, debo disculparme. – insistió. – No fue profesional por mi parte dejarme llevar de esa manera. Estoy aquí para protegerte y estamos bajo ataque. No debo olvidar mi sitio.
– ¿Tu sitio? – repitió el chico, con voz extraña. Parecía sorprendido por sus palabras. Gawain no entendió el porqué.
– Soy tu guardaespaldas y tu empleado.
– ¿Solo eso? – el pelirrojo ablandó la expresión, sonriéndole.
– No. Pero es lo que debo ser ahora mismo si quiero llevarte a casa sano y salvo.
Arthur frunció el ceño pero asintió. Tal vez pudiera encontrar el valor para hablar del asunto cuando llegaran a casa. O, al menos, pensó, intentarlo. Primero debía decidir que sentía porque no estaba seguro de ello.
La noche anterior todo lo ocurrido se sintió correcto, bien, perfecto de hecho. Casi como en sus sueños. Pero esa mañana no estaba tan seguro. Se había sentido tan avergonzado que no sabía si aquello fue buena idea o no. Ni si lo repetiría.
Pero cuando Gawain insinuó que solo era su empleado le había dolido. Mucho. Siempre le había considerado un amigo, después de todo el tiempo que llevaban juntos. Al menos le confirmó que no solo era un empleado. Pero entendía perfectamente que quisiera comportarse más profesional en esos momentos.
Gawain puso la mano sobre la de Arthur, llamándole la atención.
– Cuando lleguemos a casa, hablaremos. Ahora, vamos a intentar llegar, que es lo importante.
– De acuerdo.
Terminaron el desayuno y se dirigieron con el coche hasta la siguiente ciudad en la que Lance les había reservado otra habitación para que pudieran descansar y esconderse.
Durante el camino, Arthur siguió pensando en que debía hacer sobre Gawain y su relación. No podía negar que se sentía atraído por él y que le encontraba atractivo. Pero su duda era si todo eso había empezado al mismo momento que los sueños o si ya se sentía así antes y no se había dado cuenta.
Recordaba el primer día que Gawain apareció en su vida, irritantemente alegre y molesto. Recordaba la primera vez que le acompañó a un evento social y lo que se burló de él por el traje de pingüino que tuvo que ponerse. También recordaba la primera vez que lo llevó a tomar algo después de una de esas fiestas de accionistas y como eso se convirtió en una tradición entre ellos.
Durante todo eso se habían convertido en amigos. Pero nada más. Ni Gawain había mostrado ningún interés en él de ese estilo ni Arthur tampoco.
No, hasta el sueño.
Entonces, ¿había sido por los sueños por lo que se sentía así? ¿Era influencia de lo ocurrido en su pasado?
Era todo muy confuso, pensó frunciendo el ceño.
Pero debía reconocer que la noche anterior se había sentido muy bien. Demasiado bien. Cuando Gawain empezó a besarle en el cuello y a susurrarle con voz ronca lo que quería hacerle…
Casi combustionó ahí.
Si no llega a tocarle, lo hubiera tenido que hacer él mismo.
No se sintió nada avergonzado de cogerle la mano y guiársela hasta donde la quería y necesitaba.
Pero amanecer abrazado al otro ya era mucho más íntimo y se asustó. No sabía cómo tratarlo después de eso.
¿Eran algo ahora? ¿O solo había sido una cosa de un rato y ya?
Por lo que había dicho Gawain en el desayuno, iba a tener que esperar a llegar a casa para averiguarlo y no estaba seguro de si sería capaz de esperar tanto.
Llegaron por fin al motel que Lance les tenía reservado y, en esa ocasión, no hubo problemas para conseguir dos camas, así que Arthur respiró aliviado.
El día pasó sin pena ni gloria. Compraron comida para llevar y comer en su habitación. Pasaron el resto del día viendo la televisión y luego salieron a cenar tranquilos en una pizzería cercana.
Nada anormal.
El problema empezó al irse a dormir. Otra vez.
Arthur se vio de nuevo en un lugar desconocido. Un bosque. Parecía distinto al del otro sueño.
Hacia frio, llovía y el suelo estaba embarrado. Tanto que sus botas se resbalaban al andar por el terreno. Arthur notó algo raro. Le costaba respirar y se sentía débil.
El aire olía a sangre. Mucha sangre.
Al mirar a su alrededor notó que el bosque era un campo de batalla. Había unos pocos soldados luchando. Unos con su emblema, un león dorado. Otros, con un águila blanca en sus capas o armaduras.
No estaba seguro de que estuviera ganando. Solo de que, por alguna razón, ya no le importaba.
Se sentía terriblemente triste y no estaba seguro del por qué.
Siguió caminando, trabajosamente hasta llegar a un claro. Allí vio un cuerpo en el suelo y el alma se le cayó a los pies.
Pelo rojo manchado de barro y sangre.
– ¡Gawain! – se oyó gritar, arrodillándose ante el cuerpo.
Lo giró y comprobó que, efectivamente, era su amigo. Tenía una herida de espada que le había atravesado el pecho.
Le cerró los ojos y murmuró una plegaria.
Al menos esperaba que no hubiera sufrido demasiado, pensó mientras las lágrimas caían por su rostro.
Sintió su corazón hacerse pedazos y abrazó fuerte a su amante.
Cuando le dejó por fin en el suelo, se levantó con las pocas fuerzas que le quedaban. Unos metros más allá, estaba su asesino.
Mordred.
Y él iba a encargarse de vengar a su Gawain.
– ¿Arthur? ¡Arthur, despierta!
La voz de Gawain y el roce de su mano en su mejilla consiguieron sacarlo de su pesadilla. Abrió los ojos y se encontró con la imagen borrosa del pelirrojo, vivo y luciendo muy preocupado.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que estaba llorando.
Gawain estaba sentado en el borde de su cama, mirándole sin entender que pasaba, con una mano en el rostro de Arthur.
El chico se lanzó a sus brazos y escondió el rostro en su cuello, mientras el pelirrojo le abrazaba extrañado y desconcertado.
Pero aunque le preguntó varias veces, no consiguió voz para explicarle porque estaba llorando. El sueño le había dejado con una tristeza tal que no podía dejar de sentirla a pesar de estar viendo a Gawain vivo y sano frente a él.
Seguía notando esa pena que debió sentir en el pasado.
Gawain le abrazó estrechamente y esperó a que se calmara para alzarle el rostro y, tras limpiarle las lágrimas que aun caían, mirarle preocupado.
– ¿Qué ha pasado? – le preguntó. Al chico le salió la voz ronca al contestar.
– Nada.
– Eso no ha parecido nada. ¿Ha sido una pesadilla?
– Una horrible.
– ¿Quieres hablar de ello? – Arthur negó con vehemencia con la cabeza.
– No.
– Está bien. – Gawain volvió a acariciarle las mejillas. – ¿Vas a estar bien?
– No lo sé. – admitió con un hilo de voz.
Con un suspiro, Gawain le empujó para que le hiciera sitio en la cama.
– Bien, entonces dormiré contigo. ¿Te parece bien? – Arthur asintió y Gawain volvió a abrazarle al estar tumbados juntos en la cama.
Así, abrazados y con el pelirrojo acariciándole el cabello, el chico se fue quedando dormido poco a poco, olvidada ya la pesadilla.
Pero mientras aún estaba despierto, se encontró pensando en que haría si a Gawain le pasaba algo. Había sentido tal dolor que no estaba seguro de si lo sobreviviría.
¿Eso significaba que si sentía algo por el otro hombre?
Si, lo sé. Voy un día tarde. Pero ayer fue fiesta en Málaga y se me fue el santo al cielo. El próximo si será en miércoles.