Relato: Descubriendo el pasado. Capítulo 4.

Capítulo 4.

descubriendo el pasado

La situación empezaba a ser ridícula.

Al menos, desde el punto de vista de Arthur.

Habían parado un par de días en un motel, para descansar de coche y de conducir y para asegurarse de que seguían sin correr peligro.

Hasta ahí, bien.

Pero ese motel no tenía habitaciones dobles. Solo les quedaba una con cama individual o una con cama de matrimonio.

Escogieron la segunda por razones obvias. O, mejor dicho, Gawain escogió la segunda.

Dijo que no pensaba dormir en el sofá o en el suelo durante dos días y Arthur no pudo culparle al ver lo diminuto que ese mueble era.

No sabía cómo iba a hacer para dormir con Gawain en la misma cama y no ponerse en ridículo. ¿Y si volvía a soñar? ¿Y si volvía a hablar en sueños? O, algo peor… ¿y si volvía a gemir algo en sueños?

Estaba tan jodido…

Se encerró en la ducha, con el objetivo de intentar ahogarse mientras se lavaba el pelo. No iba a funcionar pero podría perder algo de tiempo.

El problema era que ya llevaba demasiado tiempo dentro y, claro, el otro se impacientó cuando vio que no le llegaba nunca el turno y que iba a gastar todo el agua caliente.

Así que Gawain entró en el baño, sin esperar permiso, dando un susto de muerte al chico.

– ¡Arthur! – gritó, enfadado. – ¡Acaba de una vez! Yo también quiero ducharme.

– ¿Qué cojones haces? ¡Sal de aquí! – Arthur no sabía dónde meterse. Ni siquiera tenía la toalla a mano para taparse.

– Si no sales en treinta segundos, entraré yo. – le amenazó. Aún seguía lleno de espuma, ¿cómo iba a terminar antes de que cumpliera su amenaza?

– ¿Estás loco? ¡No puedes entrar aquí!

– ¡Me da igual! Quiero ducharme. Estoy sudado y cansado y quiero ducharme. Ya.

Arthur se apresuró a enjuagarse, pero vio como el otro abría las cortinas y, sin esperar a que pudiera salir o hacer algo, se metió en la ducha con él, bajo el chorro de agua caliente. Arthur se alejó hacia los azulejos, pegándose tanto a la pared que parecía querer fusionarse con ella.

Intentó no mirar pero no pudo evitarlo.

Gawain estaba frente a él, desnudo y empapado y Arthur no pudo evitar echar un vistazo. Se sonrojó cuando escuchó la risita del otro, que le dedicó una mirada depredadora.

El pelirrojo lo arrinconó en la ducha, poniendo ambas manos a cada lado de la cabeza de Arthur y se inclinó, dejando su rostro a solo centímetros del chico, que cerró los ojos, sonrojado.

Gawain le observó, encandilado por lo joven e inocente que parecía. Él era algo mayor que Arthur, pero no mucho, solo siete años mayor. Sin embargo, Arthur tenía un aire inocente ahí con él que le hacía parecer casi un adolescente.

Estaba tan tentado de hacer algo. Tocarle, besarle… algo.

Pasó su mano por su rostro sin tocar su piel, bajándola por su torso, hasta su estómago sin llegar a rozarle, mordiéndose las ganas de hacerlo.

Podía notar su miembro respondiendo a la visión de Arthur frente a él y ahogó una maldición. Se separó, liberando al chico y le apartó un mechón empapado de la frente.

– Será mejor que vayas a secarte, Arthur. – le sugirió en voz baja y ronca.

El chico abrió los ojos y asintió, saliendo tan deprisa de la ducha que casi se cae en el baño. Maldiciendo su conciencia, Gawain se dispuso a terminar de bañarse y a tratar de poner bajo control sus emociones.

Cuando salió de la ducha, ya vestido se encontró a Arthur sentado en la cama luciendo nervioso. Gawain miró el reloj que había en la pared de la habitación y comprobó que solo eran las siete de la tarde. No había manera de que fueran a dormir tan pronto y él tenía hambre.

Cogió su chaqueta y la de Arthur y se la ofreció al otro, instándole a levantarse.

– Venga, vamos a comer algo.

Acabaron entrando a un pequeño bar donde servían hamburguesas y alitas y pidieron un poco de todo para compartir. Después de un rato, Arthur parecía haberse relajado de nuevo y volvía a comportarse como siempre.

Bromeó y le tiró patatas fritas a Gawain, que no dudó en responderle de la misma manera. No se dieron cuenta de que estaban atrayendo algunas miradas no deseadas.

Cuando Gawain se inclinó sobre la mesa y limpió un poco de tomate de la comisura del labio de Arthur con su pulgar, lo hizo simplemente por molestar al chico y porque adoraba verlo nervioso.

Y porque le apetecía.

No se esperaba que un tipo grande con pinta de haberse escapado de la prisión más cercana apareciera, dando un golpe en su mesa, interrumpiéndoles muy maleducadamente.

– Creo que va siendo hora de que os vayáis, florecitas. – Gawain arqueó una ceja y miró a su alrededor. La mayoría de la gente parecía incomoda con la situación pero no tenían intención de intervenir. ¡Qué típico!

– Pues yo creo que no. Aún no hemos terminado de comer. – repuso con tranquilidad, cogiendo otra patata. Arthur parecía dispuesto a discutir pero Gawain le cortó, poniendo su mano sobre la del chico.

El tipo gruñó al ver el gesto y volvió a encarar a Gawain, el cual seguía sin reaccionar, comiendo patatas con total tranquilidad.

– Será mejor que cojas a tu novio y os larguéis de aquí antes de que os eche a patadas.

Gawain se levantó, despacio y encaró al tipo. Eran más o menos de la misma estatura aunque el otro era bastante más ancho. El pelirrojo sonrió. Eso solo implicaba que era más lento.

– Inténtalo. – le retó. – Gilipollas. – Y el otro no tardó en aceptar.

Gawain esquivó un puñetazo, dos, tres y lanzó uno propio desde abajo directo a la mandíbula de aquel indeseable. El golpe le hizo trastabillar y Gawain lo aprovechó, dándole una certera patada en el estómago que lo tiró al suelo. Cuando comprobó que el tipo no pensaba levantarse para seguir, a pesar de estar más o menos bien, sacó su cartera, puso un par de billetes sobre la mesa y cogió a Arthur de la mano para ponerlo de pie.

Una vez cara a cara, Gawain dirigió una última mirada al tipo antes de plantarle un beso en los labios al chico, que se quedó congelado en el sitio.

No duró más que unos pocos segundos, lo justo para hacer valer su punto. Nadie le iba a echar de ningún sitio ni iba a soportar nada de nadie por lo que pensaran de él o su orientación sexual. Hacía bastante tiempo que no permitía semejantes abusos.

Tiró de Arthur y salieron del local, tranquilamente.

No fue hasta casi llegar al motel que Arthur se detuvo, obligándole a pararse él también y Gawain suspiró.

Demasiado había tardado en reaccionar.

– ¡Me has besado! – le gritó, señalándose acusadoramente. El pelirrojo se rascó la nuca.

– Lo siento. Odio los imbéciles homófobos. Y nada les molesta más que ver algo así.

– Pero… ¡Me has besado! – Gawain rodó los ojos.

– ¡Solo un poquito! A eso no se le llamar ni beso. Solo ha sido un roce inocente.

– Si, pero…

– ¿Te ha molestado? – Arthur se quedó mudo al escuchar la pregunta. – En serio que lo siento. A veces hago cosas sin pensar. No volverá a suceder.

– Uh, vale.

Llegaron a la habitación y ahí se encontraron con el otro problema de la noche. Seguía habiendo solo una cama.

Gawain decidió no dedicarle más pensamientos de los necesarios. Se sentó en la cama y empezó a desnudarse, hasta quedarse en ropa interior y una camiseta. Luego se metió bajo las sabanas y se quedó mirando a Arthur el cual dio un respingo y le imitó, con algo de reticencia.

El chico se colocó en el extremo opuesto, tan alejado de él que estaba a un palmo de acabar cayendo al suelo.

Gawain decidió dejarle en paz y apagó la luz, dispuesto a dormir. Cuando estuviera a punto de caer, ya se acercaría, pensó cerrando los ojos.

Un rato después, Arthur seguía despierto porque no se fiaba de dormirse con Gawain tan cerca, temiendo acercarse por accidente y Gawain seguía despierto porque no hacía más que escuchar al otro removerse incomodo en la cama.

Todavía tardó un rato en hacer algo, ya que estaba dejándole tiempo al chico a dejar de hacer el tonto. Viendo que no iba a ser así, decidió actuar.

Se giró hacia el chico, el cual estaba dándole al espalda casi en el borde de la cama y le agarró por la cintura, arrastrándole hacia el centro del colchón.

A Arthur se le escapó un ridículo chillido, que le hizo reír y forcejeó para liberarse del agarre. Pero Gawain le tenía bien sujeto y apretó más el agarre, forzándole a desistir.

– Quédate quieto. – le ordenó. – Quiero dormir y no me estás dejando.

– Creo que dormiré mejor allí. – protestó, pataleando.

– No, allí no estas durmiendo nada porque te vas a caer y aquí te tengo agarrado y dejaras de hacer ruido y moverte. Así que duérmete para que pueda dormir yo también.

– Pero…

Gawain besó su nuca y apoyó la barbilla en su hombro, deslizando la mano que tenía en su cintura hasta su muslo, muy cerca de su entrepierna. Arthur, previsiblemente, se congeló.

– Duérmete, Arthur. – Gawain susurró esas palabras con los labios pegados a su cuello.

Arthur olía muy bien, a ese gel de baño que habían comprado un día antes. Gawain apretó la mano en su muslo, deseando ir más allá, hacia donde algo empezaba a cobrar vida bajo la ropa.

Volvió a tragarse las ganas y subió la mano hacia la seguridad de la cintura pero no pudo reprimir el impulso de rozar su propia excitación contra el trasero del otro.

Notó como el chico tragaba, con el cuerpo tenso entre sus brazos y decidió hacer algo para calmarle. Comenzó a repartir pequeños besos en su nuca, cuello y hombro, susurrando incoherencias con voz ronca y acariciando su estómago con una mano hasta que el otro gimió su nombre.

La mano de Arthur cogió la suya y la guio hacia su entrepierna. Podía notar el calor en las mejillas sonrojadas del chico y sonrió.

Deslizó la mano, colocándola sobre su entrepierna y empezó a acariciarle por encima de la ropa, sacándole jadeos y suspiros.

No tardó demasiado, acabando con un gemido largo que casi le hace acabar a él. Sin embargo, Gawain se guardó sus ganas y le volvió a besar en el cuello, dejándole una pequeña marca.

Arthur se relajó en sus brazos y Gawain le obligó a quitarse los manchados calzoncillos, para limpiarse con ellos y lanzarlos lejos de la cama.

El chico ya estaba medio dormido cuando Gawain volvió a colocarse tras él, abrazándole.

Estaba seguro de que se iba a arrepentir de todo eso por la mañana, pero… eso sería por la mañana.

En ese momento, solo iba a disfrutar de ese momento y dormir. Aunque fuera con una erección del treinta.

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