Y nos vamos de vacaciones navideñas.
Si, me voy de vacaciones navideñas. O, bueno, el blog se va de vacaciones navideñas, en realidad.
Necesito un descansito de blog y de post y de todo y tiempo para pensar nuevos temas y nuevas publicaciones mientras termino de preparar Lobos de Davenport, que ya mismo tendréis a mano.
Por eso, la semana que viene no habrá post, no habrá podcast, no habrá nada.
Espero que paséis todos unas buenas navidades, una feliz salida y entrada de año y unas felices fiestas.
¡Disfrútalas todo lo que puedas!
Mientras, te dejo aquí un relatito. Sobre unos personajes que saldrá en la siguiente a los lobos. Espero que te gusten.
Cuando Max era pequeño y escuchaba las historias de su padre le parecían lo más emocionante y fascinante del mundo.
Sus viajes, sus aventuras… estaba deseando ser mayor de edad y poder tener sus propias historias que contar cuando creara su manada, su familia.
Cuando tenía cinco años ya lo tenía todo pensado. Se marcharía con su hermano Nicky y juntos viajarían y encontrarían pareja con la que formar una familia propia.
Porque tenía que irse con Nicky.
Juntos. Siempre juntos.
Tuvo suerte de que su padre le permitiera quedarse en la manada los cuatro años extras que le separaban de la mayoría de edad de Nicky. Fue lo suficientemente comprensivo para entender que su primogénito no iba a ninguna parte sin su hermano. Y, supuso Max, su padre tampoco deseaba que estuvieran solos. No era un viaje fácil, a fin de cuentas.
Lo que ninguno de los dos imaginó nunca era que esos viajes no iban a resultar tan idílicos como su padre contaba. Descubrieron muy pronto que estaban más adornados de la cuenta, fruto del paso del tiempo.
Obviamente, a su progenitor se le olvidó mencionar que el dinero se acabaría en un futuro demasiado próximo y que tendrían que buscarse la vida para comer y dormir, sin contar que en más de una ocasión iban a pasar la noche en la calle o en el coche.
La tradición de su raza consistía en que los cachorros machos debían abandonar la familia al cumplir la mayoría de edad. Se les asignaba una pequeña cantidad de dinero para apañarse al principio y luego debían arreglárselas como pudieran.
La idea era que aprendieran a crear su familia y su legado desde cero y lejos de la protección paternal.
Así era siempre entre los leones.
Eso eran Max y su hermano. Leones. O, más bien, cambia formas leones.
Para quien no sepa que son, se podía explicar de una manera muy simple. Eran muy parecidos a los lobos o, como los llamaban equivocadamente los humanos, hombres lobo.
Vivian en manadas, podían pasar de forma humana a león a voluntad y se regían por un estricto orden, siempre impuesto por el alfa del grupo. La diferencia más grande radicaba en que en los leones solo podía haber un macho en la familia. Era la tradición.
Los jóvenes debían volar del nido y buscar su lugar en el mundo.
Pero nadie les explicaba nunca lo difícil que resultaba todo eso y en cuantos líos podían meterse por el camino.
Su padre, desde luego, olvidó comentar también que se encontrarían con gente que intentaría hacerles daño sin venir a cuento.
Como esa noche.
Ya hacia varios meses desde que dejaron su casa y el dinero se había agotado. Para poder comer, Max había encontrado un trabajillo temporal lavando platos en un bar de carretera en donde solo paraban camioneros y moteros.
Habitualmente, trabajarían los dos pero Nicky llevaba un par de días con un catarro bastante fuerte, con fiebre y no podía ayudarle en esa ocasión. Aun así, quedaba en una esquina del bar, esperándole para regresar juntos al motelito donde tenían una habitación cogida. No quería dejarlo solo.
Llevaban ya un par de días en la zona y trabajando en el bar. Esa noche, en particular, había llegado un grupo de motociclistas muy escandalosos. Nada fuera de lo normal. Pero, tras dos horas seguidas bebiendo, uno de ellos descubrió a Nicky y empezó a molestarle.
Otra de las costumbres de su raza era la de dejarse el cabello largo. Max y Nicky portaban una melena hasta media espalda. El mayor castaña oscura y algo revuelta, más clara y lisa la del pequeño. Normalmente, para salir solían recogerse el cabello en una cola baja o un moño mal hecho.
Nicky llevaba esa noche una cola baja y una bandana negra.
Y esa fue la excusa que usó aquel motero para molestar a Nicky. Su pelo.
Empezó con lo de siempre. Ya estaban acostumbrados, lamentablemente. En los meses que llevaban fuera de su casa esos ataques habían sido algo común, sobre todo en ciertos ambientes.
El tipo casi doblaba a Nicky en peso y le sacaba una cuarta en estatura, a pesar de que su hermano media metro ochenta y no era nada ligero.
Pero, a pesar de que su hermano no era alguien a quien tomar a la ligera, incluso estando enfermo, el tipo pensó que debía hacerlo. Era su obligación molestar a alguien solo por ser diferente. Lo cogió del cabello y lo levantó, arrastrándolo por medio bar ante las risas de sus compañeros.
El ruido fue lo que alertó a Max, pero para cuando llegó en su ayuda, su hermano tenia encima a aquella mole y no era capaz de quitárselo. Sin dudarlo un segundo, se lanzó hacia ellos, apartando violentamente a ese tipo y tirándolo al suelo, a los pies de su grupo.
Estos no tardaron en rodearlos, algunos sacando cuchillos y cadenas. Las perspectivas no pintaban nada bien para ambos.
Y entonces apareció él.
O, más que aparecer, en realidad intervino ya que llevaba un buen rato sentado en una mesa apartada del jaleo.
Al principio, Max pensó que era otro de esos motoristas. Vestía parecido, de negro, chaqueta de cuero, botas, vaqueros rotos y gafas de sol sobre unos rizos rubios.
Pero no había ningún casco en su mesa ni nada que indicara que estaba con ellos. Su chaqueta no llevaba el logo del grupo, que era una serpiente.
No, este tenía unas alas dibujadas en la espalda de su chaqueta. Unas alas de ángel.
No dijo palabra. Se acercó despacio, interponiéndose entre el grupo y ellos y les dirigió una mirada a los hermanos. Acto seguido atacó al grupo, repartiendo puñetazos y patadas sin parar. Max y Nicky no tardaron en unirse y ayudarle.
Media hora más tarde, los tres estaban en la calle, huyendo de la policía a la que había llamado el dueño del bar, doloridos pero felices.
El hombre (aun no sabían su nombre) los acompañó hasta el motel y Max le invitó a entrar. Era lo menos que podía hacer para agradecerle la ayuda.
Además, era uno de los suyos. Otro león.
Se llamaba Kenny Smith, les informó algo más tarde, procedía de una manada en Winnipeg, Canadá y era un año mayor que Max, aunque aparentaba más.
No quiso hablar mucho del tiempo pasado desde que dejó su grupo. Ocultaba algo que nunca llegó a confesar. Algo que le avergonzaba. Fingía que buscaba lo mismo que ellos pero, en realidad, solo quería su compañía. Por eso se unió a su viaje.
Y los hermanos se lo permitieron porque podían sentir su soledad. Y porque confiaban en él. Algo le decía a Max que podía confiar en aquel chico.
Aquella primera noche la pasaron los tres acurrucados juntos en una cama (el dinero no les dio para más que una habitación con cama de matrimonio). A pesar del poco espacio, se sintieron cómodos y completos por primera vez en meses.
Max no estaba seguro ya de si conseguirían su objetivo de crear su propio grupo. Pero si sabía que ya tenía una familia con Nicky y Kenny.
E iba a protegerla a toda costa.
Esto es parte del universo Comunidad Mágica vs La Orden y pronto los tendremos con nosotros. Primero van los lobos. Luego vendrán estos, para el año que viene, puede que para el verano. Ya veremos. Espero que te gusten.
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