Relato: Conversaciones.

Seguimos trabajando en el nuevo proyecto. Y, mientras, para irme poniendo en situación de como va la cosa, ahí va otro relatito.

Este está ambientado en el principio de la novela, dónde mis tres hermanos están esperando a que el Consejo de lobos decida cómo va a castigarles.

Durante esa espera, reciben una visita.

Relato: Conversaciones.

conversaciones

–  Hic sunt dracones, hermanos. – bromeó Joseph un segundo antes de que Jerrad apareciera por la puerta.

Los otros dos lobos sonrieron. Ya habían percibido el peculiar olor a azufre que seguía a la mítica criatura hacía un rato.

Igualmente, era una agradable sorpresa ver a su amigo de Demolition Bay ahí en Chicago, aunque las circunstancias no resultaban ser las mejores.

Los tres lobos estaban recluidos en esa habitación mientras esperaban pacientemente a que el Consejo decidiera como iba a castigarles por su desobediencia.

–  ¡Muy divertido, Joe! – repuso con sarcasmo el dragón, entrando a la habitación donde les tenían retenidos. – ¡Menudo lio habéis armado! Espero que mereciera la pena. – añadió, dirigiendo sus ojos violeta hacia donde estaban sentados Jonathan y Colby.

El pequeño de los lobos se estremeció bajo la fría mirada del dragón, pero su pareja lo abrazó con más fuerza, como protegiéndolo.

– Merece la pena. – gruñó. El dragón rio, levantando las manos en son de paz.

– Está bien, está bien. ¿Cómo lo lleváis? Estaba preocupado por vosotros.

– Regular. – respondió Joe. – Esperar no es lo nuestro, la verdad.

– ¿Alguna idea de lo que decidirá el Consejo?

– No, ninguna. Tal como está el asunto, me atrevería a decir que dejaran las decisiones incomodas para cuando todo se solucione.

Jerrad observó a los dos lobos más jovenes e hizo un gesto al mayor para que pudieran hablar sin que los otros los escucharan. Joseph le siguió hasta la esquina más alejada de la habitación.

Ya lejos, Jerrad lo encaró, con aire serio.

– ¿Qué crees que decidirá el Consejo? – preguntó sin dar rodeos. El otro consideró su respuesta un par de minutos, mirando pensativo a sus hermanos.

– No lo sé. Nuestros padres han llegado hace un rato y como Alfas de nuestra manada podrían interferir por nosotros, pero…

– ¿Pero?

– Colby cometió alta traición. Robó información y se la entregó a La Orden. Información importante. Eso se penaliza con la muerte o el destierro, como poco.

– ¿Y qué vais a hacer si es eso lo que deciden? – quiso saber el dragón. No deseaba meterse en asuntos de la manada pero su amistad le impedía desentenderse si los dos lobos necesitaban ayuda.

Los dragones eran leales a sus amigos.

– No te voy a mentir. Mi prometida está esperándome en la casa que construí para ella, para nuestra futura familia. Estoy deseando volver a su lado. – el lobo volvió la vista hacia sus hermanos, con semblante triste. – Sé que sea cual sea la condena para Colby, Jon no va a permitirlo. Y es lo suficientemente poderoso como para hacerlo, créeme. Le defenderá y huirá con él. No deseo que mis hermanos estén lejos de mí. Tengo el corazón dividido en estos momentos.

– No debe ser fácil. – acordó Jerrad.

Un gruñido les interrumpió. El causante, Jonathan les observaba desde su asiento, con el ceño fruncido.

– No vas a tener que decidir nada, Joe. No voy a permitir que sacrifiques tu futuro por nosotros y tampoco permitiré que me quiten el mío. – Jerrad le miró sorprendido.

– ¿Cómo has hecho para escucharnos? – Joseph suspiró, divertido a pesar de la situación.

– Olvidé advertirte que tiene un oído muy fino… incluso para un lobo.

– ¡Joder! ¡Eso se avisa antes! Menos mal que no le he insultado…

Los cuatro rieron, el ambiente aligerándose bastante algo que Joseph agradeció mentalmente. Su conflicto interno ya le tenia suficientemente agobiado y no quería preocupar a sus hermanos. Ya tenían de sobra con lo suyo.

– Te habrías ido con un mordisco dado, eso dalo por seguro.

– Aun así, sigo creyendo que dejarán el castigo para después de arreglar todo este lio. – comentó Joe, regresando al tema original. – Ahora mismo, La Orden tiene la sartén por el mango y si no hacemos algo pronto nos van a destruir. ¿Qué se sabe?

– Nada concreto. Pero va a ser gordo. Están hablando de hechizos o virus o las dos cosas a la vez.

Colby refunfuñó algo pero al tener la cara escondida en el pecho del otro no se le entendió nada. Jon rio y le cogió del rostro, obligándole a separarse de su cuerpo.

– Col, vas a tener que decirlo más fuerte para que lo podamos escuchar. – le animó, acariciándole la mejilla.

– Digo que van a ser los dos. Si los rumores que corrían entre los cazadores y la búsqueda del libro de hechizos celta eran ciertos La Orden tiene intención de mezclar ciencia y magia para un ataque a la Comunidad.

– El daño que puede causar algo así…

– Podría destruir la Comunidad entera, sí. Esa es la idea.

Jerrad suspiró. Un ataque de ese calibre era algo difícil de concebir, pero no imposible. Aun así, una organización como La Orden no iba a lanzar algo tan grande sin hacer pruebas primero.

– ¿Y si ya las hubieran hecho? – Jerrad se sorprendió al oír la pregunta de Colby. Al parecer, había estado pensando en voz alta sin darse cuenta.

– ¿Qué quieres decir? – Colby se sentó derecho pero sin separarse demasiado del abrazo de su pareja.

– Tienes razón. La Orden no se arriesgaría a hacer un ataque de ese tamaño sin hacer pruebas primero. Y creo que ya las hicieron. En Davenport en el ochenta y ocho.

– ¿La epidemia de sarampión? – preguntaron Joseph y Jonathan al mismo tiempo.

– La misma que nos dejó huérfanos a los tres, sí. ¿Por qué solo mató a lobos y no a humanos? Ninguno de nuestros médicos pudo averiguarlo. ¿Y si hubieran lanzado una modificación del virus en nuestra ciudad para hacer la prueba?

– Pero la epidemia afectó también a los humanos…

– Sin causar ninguna baja. Y han podido pulir fallos desde ese día. Han tenido años. Ahora imagina algo más potente y más controlado que ese experimento que hicieron. A nivel mundial.

Los cuatro se quedaron en silencio durante unos minutos, pensando. Algo como lo que había planteado Colby era terrible. Una masacre. Un genocidio que acabaría con las vidas de millones de criaturas mágicas.

Con las vidas de la Comunidad completa.

Un mundo sin magia, tal como querían en La Orden.

– Tenemos que detenerles.

– Lo haremos. Ya tenemos gente buscando. No vamos a permitir que nos aniquilen.


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