Pues como la semana pasada se acabó Jack T.R. y hasta que se me ocurra algo mejor que ponerte, te dejo aquí esta chorrada que se me ocurrió una noche que estaba aburrida a más no poder.
¡A disfrtutar!
Peripecias escritoriles. Capítulo 1.
Vamos a decir que esta historia empieza en un momento cualquiera… ahora mismo, por ejemplo.
Ahora mismo es un buen momento para empezar una historia, ¿verdad?
Y vamos a decir que empieza aquí, porque aquí es un buen sitio para empezarla.
Como decía Dorothy, “no hay lugar como el aquí.” O algo así decía.
¡No importa!
Esta historia empieza aquí y ahora porque son el mejor sitio y la mejor hora para ello.
Y vamos a decir que esta historia tiene una protagonista. Una protagonista que, además, es escritora.
Cuando le preguntan cuál es su profesión no dice escritora, porque cobra más bien nada por ello. Pero si se considera escritora. No cobra, pero publica.
O autopublica, que hoy en día es lo mismo.
Una vez leyó en un libro que si lo primero en lo que piensas en la mañana es en escribir y lo ultimo que piensas por la noche antes de dormir es en escribir, entonces, querida, estas jodida.
Eres escritora.
(No era así, pero casi.)
Así que esta historia es aquí, ahora y tiene una protagonista escritora.
Y como toda historia ambientada aquí y ahora y con protagonista escritora, cuenta con la cruda realidad de falta de tiempo para escribir.
Porque aquí y ahora y siendo escritora y no cobrando casi nada por ello, hay que trabajar.
Así que la protagonista que es escritora pero no cobra por ello sale todos los días a las ocho y media de la mañana y no regresa hasta las ocho de la tarde, porque se queda a comer en el trabajo.
Llega del trabajo y se encuentra con un chucho saltarín que quiere salir a pasear porque se está haciendo pipi desde hace una hora, aproximadamente.
Porque esta escritora que no cobra por ello tiene un chucho saltarín y chillón que no calla si no sale y si no come. Y, a veces, ni por esas calla.
Así que la protagonista que es escritora y no cobra coge al chucho saltarín y le da un paseo de media hora para que haga pipi bien y no tenga accidentes nocturnos después. Y mientras pasea al chucho saltarín, va pensando en que va a hacer cuando regrese.
Necesita actualizar el blog, escribir un nuevo capitulo del relato que esta haciendo y acabar ese borrador con el que lleva liada desde hace un par de meses y que nunca acaba porque no tiene tiempo.
Pero cuando vuelve a casa con el chucho saltarín menos saltarín ahora porque ya ha hecho pipi se da cuenta de que tiene que hacer la cena y la comida del día siguiente. Porque se quedará a comer en el trabajo pero de tupper, que la cosa está chunga y cara y tampoco le pagan tanto en el curro.
Y mientras corta cebollas piensa en el capitulo del relato. La escritora que no cobra por ello está pensando seriamente en matar al personaje si este no participa un poco más con la historia, que esta en modo rebelde sin causa On.
Cuarenta minutos después está barajando temas para el siguiente post mientras se zampa un filete con patatas, dándole trocitos al chucho saltarín que ha vuelto a saltar porque ha olido carne asada y eso siempre le convierte en perro muelle.
Para cuando acaban de comer, ya son las once de la noche y hay que ducharse porque ducharse por las mañanas y madrugar media hora más para hacerlo es una ridiculez. Nada que te haga madrugar más es inteligente. Punto.
Ducharse, secarse el pelo que luego una se levanta pareciendo Goku si no lo hace y preparar las cosas para el día siguiente y ya son las doce, hora de dormir porque hay que levantarse a las seis y media y ya no queda tiempo para nada más.
Y así, la escritora que no cobra por ello no ha podido escribir nada de nada porque el tiempo se esfuma como si fuera David Copperfield.
«Mañana.» piensa mientras apaga la luz.
Mañana será otro día y se organizará de otra manera para poder hacer algo.
Porque si, el optimismo es gratis.
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