Relato: Dioses y demonios. Capítulo 7.
– ¿Cómo se te ocurre no decirme que el chico es el recipiente de un demonio?
Dioniso resopló, frustrado.
– ¡Pero si no me hablabas! ¿Cómo iba a decirte nada así? — Zeus le dirigió una mirada torcida. — Mira, padre… sinceramente, no pensé que te importaría.
– Me importa cuando dicho demonio intenta matarme. A mí y a todos alrededor. Tu amigo puede que pida explicaciones por el destrozo de su local.
– Ya me he hecho cargo de hacer desaparecer todo eso… recuerdos del personal incluidos. — cómo su padre no parecía muy convencido, añadió. — Es la primera vez que se manifiesta el demonio. Su familia lleva siendo su recipiente desde hace milenios y nunca los ha usado antes.
Zeus suspiró, cansado.
Tras desmayarse Finn, tuvo que cargar con el chico hasta el local de su hijo y sufrir un interrogatorio por parte de los amigos de Finn, en el que tuvo que inventarse una historia sobre un exceso de cansancio del chico para justificar que llegara inconsciente.
Sus amigos no le creyeron demasiado pero como Finn estaba bien y no recordaba nada desde el postre pues acabaron por aceptar la historia.
– ¿Cómo es posible que no sepa nada del asunto?
– Su familia lo habrá olvidado, supongo. ¿Quién va a creer algo así? Seguramente, la historia se convirtió en cuento y la dejaron en el olvido.
– ¿Y no has pensado decírselo?
– No es asunto mío. — respondió Dioniso, encogiéndose de hombros. — Y no tengo ganas de enfrentarme a ese demonio. Tiene pinta de ser muy antiguo.
– Eso parece.
– ¿Qué vas a hacer?
He ahí la pregunta del millón.
¿Qué iba a hacer con todo eso?
La respuesta era bastante simple. O fingía que había perdido interés en el chico y dejaba de verlo para evitar al demonio o…
– Supongo que tendré que acostumbrarme a la amenaza del demonio.
– ¿Vas a seguir viéndolo?
– ¡Por supuesto! ¿Cuándo algo así me ha impedido ver a alguien? — Dioniso rio.
– Te recuerdo que no tienes poderes. No le provoques innecesariamente.
Mientras, en otra parte del edificio, un todavía aturdido Finn se miraba en el espejo, inseguro de lo que veía.
Había despertado en su habitación, en su cama, vestido y solo. Eso le asustó porque no recordaba cómo había llegado ahí ni que ocurrió después de cenar.
¿Le había drogado Zeus? ¿Y por qué estaba vestido?
Su amigo Kevin apareció un minuto después y le contó lo que había ocurrido, versión Zeus. Que perdió el conocimiento por cansancio. Como llevaba más de veinticuatro horas sin dormir, no era una idea absurda, la verdad. Pero no le había pasado nunca.
Después de marcharse Kevin, Finn decidió tomar una ducha y relajarse. Fue ahí, al cerrar los ojos bajo el agua, cuando le vinieron imágenes de sí mismo en el restaurante. Como si fuera una película, se vio destrozar el local, intentar atacar a Zeus mientras sus ojos se volvían rojos y una especie de aura oscura le rodeaba.
Fue muy extraño. Pero no más que la voz que resonó perfectamente clara en su cabeza.
«¡Nadie volverá a encerrarme jamás!»
El chico se estremeció. Había oído esa voz antes. Mucho tiempo atrás, cuando era un niño. Era una voz que le hablaba y contaba historias y a la que él respondía como si fuera un amigo imaginario.
La olvidó al crecer, pensando que no era más que una fantasía infantil.
Asustado, cerró los ojos.
– No eres real… no eres real… no eres real… — murmuró, estremeciéndose. Pero al abrir los ojos y mirar a su reflejo, se vio con los ojos rojo sangre.
«¡Oh! ¡Si que lo soy!»
2 comentarios en “Relato: Dioses y demonios. Capítulo 7.”