El Guardián fue inspirado por la película La brújula dorada.
¿La recuerdas? Es antigua, del 2007 y está basada en la novela Luces del norte.
Casi no recuerdo nada de la película, en realidad. Solo lo que más me chocó y llamó la atención y causó El Guardián.
Las almas de los humanos vivían fuera de sus cuerpos en forma de animales.
¿La recuerdas ya?
Era una película muy rara… y no, no me gustó, la verdad. Pero la idea de esa alma con forma animal se quedó ahí, en un rinconcito de mi mente.
Cuando por fin encontré una trama lo bastante buena para usar eso, nació El Guardián.
El Guardián mezcla esa idea del espíritu animal con la mitología nórdica, que me encanta, uniendo el resultado al universo de las anteriores novelas.
Ya he comentado antes que adoro la leyenda de los berserkers, esos guerreros que entraban en un trance tal que no sentían los golpes en las batallas. Dejando a un lado la versión más mundana de que tenían tal colocón de hierbas que ni se enteraban de los golpes, me quedé con la más romántica de invocar espíritus animales para ayudarles a la batalla.
Ahí nació Alger, el último berserker puro que no se había unido nunca a un humano y que aún seguía en el mundo con una tarea bastante complicada. Mantener a salvo una reliquia muy poderosa que no debía caer en manos de los humanos.
En esta parte fue cuando decidí usar parte de la historia real de nuestra civilización sacando al infame Doctor Muerte, Josef Mengele, un monstruo real que hizo cosas que no tienen nombre ni perdón. Un tipo horrible y cruel a un nivel inimaginable.
Usar a ese monstruo y la conocida afición por las artes oscuras del ejército nazi fue la mejor manera de conectar la historia y tener un malo perfecto.
Así Mengele acaba atrapando a Alger, de alguna manera, para sonsacarle el paradero de la reliquia y conseguir un soldado perfecto e invencible para acabar con los ejércitos aliados. Aunque, al final, los nazis se ven obligados a huir y son derrotados, no sin antes intentar eliminar todo lo que podían.
Alger pasa casi cien años atrapado en el mismo sitio donde lo dejara Mengele hasta que, por pura casualidad, un chico lo libera.
Ahí empieza la historia de Alger y Paul frente a La Orden y los fantasmas de un pasado que no estaba tan muerto como algunos pensaban. Ambos deberán escapar para salvar sus vidas e intentar arreglar su situación mientras huyen, mucho antes de tomar una importante decisión que cambiara todo.
Así me quité una espinita que tenía, lo de usar el espíritu animal ayudando a un humano y viceversa y que, además, lo desesperara un poco. Porque los animales son animales y van al grano y no se lían con tantas tonterías y si les gusta algo, lo dicen.
Y si te dicen que les gusta como huele esa humana, te fastidias, Paul.
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