¡Nuevo capítulo del relato!
A ver que le ocurre esta vez a Charles…
- ¿Quién eres?
Charles sabía que estaba soñando. Lo sabía porque recordaba perfectamente haber ido a dormir a su pequeña habitación en el complejo de La Orden donde vivía en esos días.
Pero, en ese momento, se encontraba en un terreno baldío, solo tierra oscura y piedras. Un lugar con el cielo cubierto de nubes grises de tormenta donde no había nada a la vista.
Salvo un chico.
Un muchacho con cabello oscuro y ojos celestes que le observaba con inquietante calma mientras sujetaba una enorme espada en sus manos.
Parecía tan fuera de lugar, con su traje azul oscuro y sus zapatos brillantes en ese sitio tan polvoriento y sucio.
- ¿Que hago aquí? – volvió a preguntar.
El chico siguió sin contestar. Alzo la espada al cielo y un relámpago rompió el cielo.
El rubí de la empuñadura brilló con la luz del relámpago y los ojos del chico se volvieron negros.
No negros enteros, como los de un demonio. Simplemente pasaron de celestes a negros.
Su traje se transformó en una armadura, abollada y usada, su abrigo mutó a una capa azul y en su cabeza apareció una corona.
- Charles… necesitamos tu ayuda… – llamó con voz profunda.
Charles despertó bruscamente, jadeando y sudando frío.
Conocía esa sensación.
Demasiado.
No había tenido sueños premonitorios desde los asesinatos de Jack.
Este fue distinto, ya que no hubo muertes y no lo vio todo desde los ojos de otra persona.
Pero la sensación era la misma.
El chico le había atraído al sueño solo para hablarle.
¿Quién era? ¿Que quería?
Decía que necesitaba su ayuda… ¿para que?
¿Y como iba a averiguarlo?
Cansado y con dolor de cabeza por todas esas preguntas sin respuesta decidió bajar a desayunar.
En un par de horas debía entrar a su turno así que tenía tiempo de sobra para ducharse y tomar un par de cafés.
Bajo al comedor y se sentó junto a un par de compañeros que comentaban las noticias del periódico.
- ¡Vaya! Parece que el principito mimado de Nueva York ha vuelto. – exclamó uno con tono molesto.
Charles alzó la mirada y casi se atragantó con su café al ver la foto que señalaba el otro hombre.
¡Era el chico de su sueño!
Le arrebató el periódico ganándose unos cuantos insultos.
Pero no los escuchó. Lo único que podía era mirar la foto y leer el titular de la noticia.
«El heredero de empresas Kamelot, Arthur P. Drake, regresa a casa.»
- Kamelot…